Fallece Jean-Marie Le Pen, veraneante habitual en Mallorca
El creador del Frente Nacional navegaba en Mallorca sin olvidarse de hacer propaganda ultraderechista en la isla, señalando que «la política derechista de Aznar ha frenado un FN español»
El fallecimiento de Jean-Marie Le Pen en Francia concede actualidad a sus vínculos con Mallorca, el destino veraniego donde desplegó su pasión por el mar durante más de dos décadas. Artà fue el municipio que servía de hospedaje al creador del Frente Nacional, huésped de una familia amiga. La actividad náutica desplegada en la isla a lo largo de los años noventa no le impidió efectuar proselitismo de ultraderecha, y así declaraba en Palma en 1993 que «en Francia hay mucho racismo porque abundan los incidentes con la población inmigrada, incidentes provocados por los propios inmigrantes».
Jean-Marie viajaba a Mallorca acompañado por su segunda esposa Jany Le Pen, con la que había contraído matrimonio a principios de los noventa. El fundador del FN era el protagonista único de su partido, antes de ser arrinconado por su hija Marine. El político nonagenario fallecido se apuntaba por entonces a la imposibilidad de una formación ultra en España, porque «la política derechista de Aznar ha frenado la aparición de un Frente Nacional». De hecho, lamentó en el verano de 1993 la victoria agónica de Felipe González en las generales celebradas ese año, «porque naturalmente hubiera preferido el triunfo de la derecha en las elecciones españolas».
Aunque no se había entrevistado con el entonces presidente del PP, el político ahora fallecido destacaba en cambio que «he conocido bastante bien a Manuel Fraga, y tengo una opinión muy favorable de él». Una década después, en 2004, sentenciaba que el 11M «tiró por tierra todas las previsiones electorales y dio una victoria inesperada a Zapatero, porque Aznar no fue hábil en su gestión de la guerra de Irak, contestada por la mayoría de la población».
Le Pen compatibilizaba sus pronunciamientos extremistas con su actividad ociosa, hasta el punto de que era recogido en el propio aeropuerto por un marinero de la embarcación a bordo de la cual costearía Mallorca. El paracaidista de la Legión Extranjera, que llegó en su carrera a un fallido mano a mano presidencial con Jacques Chirac, era un auténtico entusiasta de José Antonio Primo de Rivera. Citaba al fundador del falangismo con entusiasmo en Mallorca junto a Churchill, y aplaudía incluso «la definición joseantoniana de los particularismos locales existentes en España».
Veinte años atrás, Le Pen seguía insistiendo en que «los electores se dan cuenta de que están a punto de ser sumergidos por la ola de inmigrantes extraeuropeos», pero sin confesar el racismo de su Frente Nacional. Uno de sus argumentos autoexculpatorios era que «cuando fui elegido por primera vez, mi número dos era negro. Uno de mis mejores diputados se llama Martínez y en 1986 se eligió a un consejero regional del FN de origen árabe».
Le Pen era agasajado en Mallorca como un auténtico virrey, con una corte de verano en una lujosa mansión restaurada del siglo XV, con piscina a juego. Allí prodigaba las declaraciones problemáticas, «Vichy es algo de hace sesenta años», que acabaron por apartarlo de la cima de su propio partido. También rechazaba con énfasis la adscripción de ultraderechista, para suavizarla en «francófilo».
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