Posidonia, el patrimonio maltratado de Ibiza y Formentera
Ser parte del Patrimonio de la Humanidad «permitió el descubrimiento y el reconocimiento social» de la ‘Posidonia oceania’ hace 25 años. No obstante, y pasados los años, las praderas de esta planta marina están seriamente amenazadas
José Miguel L. Romero
En la primera candidatura que Ibiza presentó para convertirse en Patrimonio de la Humanidad no había rastro de la posidonia. Incorporarla fue fruto del azar, de que coincidieron dos personas que tenían una visión similar en el mismo espacio y tiempo: Pepita Costa, edil de Cultura y entonces teniente de alcalde de Ibiza, y Manu San Félix, biólogo marino. «El mérito -cuenta este último- de incluir la Posidonia oceanica dentro de la candidatura a la proclamación de la isla como Patrimonio de la Humanidad fue de Pepita Costa. Era profesora en un instituto, donde yo di una charla que le encantó, quizás porque ella es bióloga. Un día me llamó. Iban a intentar, otra vez, replantear la candidatura. Me contó que les habían recomendado desde la Unesco que se le diera una nueva orientación, por ejemplo incluyendo algún patrimonio natural. Y ahí entraba la posidonia: ¿Crees que las praderas de posidonia de ses Salines tendrían suficiente entidad?, me preguntó. Absolutamente, le respondí».
Poco después le llamó para que ayudara en la candidatura, lo cual hizo el biólogo mediante un informe: «Como sólo habíamos presentado previamente las murallas de Ibiza y no había sido aceptada -continúa Costa-, teníamos que cambiar el argumento para volver a optar. Buscábamos algo excepcional. Ya había hablado anteriormente con San Félix sobre la floración de la posidonia y que ésta se encontraba en Ibiza en perfecto estado en comparación con otros lugares. Pensé que sería ideal incorporarla a la candidatura, pues cambiaría su hilo conductor».
Y triunfó, pese, curiosamente, a que desde el entonces Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona) «desaconsejaron» añadir la posidonia a la candidatura, recuerda San Félix: «Desde la Administración española consideraban que no tenía importancia suficiente». El biólogo, sin embargo, «no tenía duda alguna» de que sería la perla de la candidatura: «Pasado el tiempo, nadie tiene ya dudas». San Félix y Costa apostaron por esa planta en una época en la que, «para la mayor parte de la sociedad, la posidonia eran algas sin importancia, sin valor». El Patrimonio de la Humanidad «permitió su descubrimiento y el reconocimiento social de su importancia». De no ser nada pasó a serlo todo.
Deterioro en 25 años
Pese a ser Patrimonio de la Humanidad, el estado de la posidonia «ha cambiado mucho» desde 1999, afirma San Félix. A peor, claro: «Las praderas en ses Salines estaban entonces [en 1999] impecables. Mi primera inmersión en ellas fue en octubre de 1992, en aguas de Formentera, y me fascinó encontrar esas increíbles praderas. Eran preciosas. Era como entrar en un parque, en una floristería, con todo impecable. Me llamó la atención porque en el resto del Mediterráneo, ni mucho menos, estaban así. En el Levante español, las praderas no eran ya lo que habían sido tiempos atrás, pero en Ibiza y Formentera estaban espectaculares».
Fue un flechazo: «Vi su potencial, su valor. Todo en ella eran cualidades positivas». Ahora le «entristece» comprobar en cada inmersión su degradación: «Hay que ser optimistas y mantener el mensaje de que estamos a tiempo de recuperarlas, pero para eso hay que actuar ya. Las praderas, hoy en día, han cambiado. Tienen poco que ver con lo que eran hace 25 años en la mayoría de los sitios». En ses Salines, «sobre todo, se han deteriorado mucho. Clarísimamente, se ha perdido allí superficie de posidonia y se ha perdido calidad del agua».
¿Y cómo se ha podido llegar a esa situación de deterioro de un elemento esencial del Patrimonio de la Humanidad: «Hay tres motivos principales. El primero, la pérdida de calidad del agua debido a los vertidos. En los últimos 25 años, ¿cuánto ha aumentado la población, tanto de residentes como de turistas? Y, paralelamente, ¿en cuánto ha mejorado la depuración? La respuesta es que ha crecido mucho la población pero no ha crecido nada la capacidad de depuración. Y eso tiene un impacto directo en la pérdida de calidad del agua, lo cual hace muchísimo daño a la posidonia. En 2024, aún no somos capaces de depurar las aguas que ensuciamos. Eso es vergonzoso».
El segundo motivo es el calentamiento global. En 1998, la temperatura máxima de estas aguas del Mediterráneo «era de 25 grados, a lo sumo 26 en los peores momentos». Actualmente, la temperatura máxima «ha llegado a los 30 grados, con picos de 32 grados. Es decir, ha subido seis grados la máxima en 25 años». Y ojo, que «por encima de 28 grados, la posidonia empieza a morir».
Las anclas
El tercer impacto letal tiene lugar «en zonas concretas, muy costeras y muy bonitas: es el que provocan las anclas de las embarcaciones. Es importante porque en Ibiza y Formentera hay decenas de miles de barcos que anclan en esos lugares durante la temporada turística. Lo que provoca una sola ancla es insignificante, pero decenas de miles arrasan las praderas. Bastaría con que cada una eliminara un metro cuadrado de posidonia (aunque afecta a más superficie) para que sean millones las plantas arrancadas».
Se echa las manos a la cabeza con lo que está ocurriendo en pleno siglo XXI en este litoral: «Que todo esto siga sucediendo cuando todos sabemos que está pasando, es absurdo. Lo vemos en Talamanca, en Porroig, en ses Salines… ¿Por qué somos tan lentos en reaccionar y en solucionar problemas que son fáciles de resolver? No hablo de prohibir, hablo de que conviva el turismo, que lo necesitamos, con la preservación de algo tan importante como es la posidonia. Dentro de unos años, las nuevas generaciones se preguntarán cómo fuimos tan brutos, por qué tardamos tanto».
Insignia de oro y diamantes
A su juicio, que se convirtiera en parte del Patrimonio de la Humanidad de Ibiza supuso premiar con «una insignia de oro y diamantes al Parque Natural de ses Salines, que se convirtió así en el primer patrimonio natural de todo el Mediterráneo, una pasada». «¿Pero qué -añade- hemos hecho por el bien en sí, por las praderas de posidonia? Muy poco o nada. Deberíamos tener intención de conservarla y la ambición de recuperarla. Tenemos que ser autocríticos, no podemos ser conformistas. Nuestra economía depende de un turismo que viene aquí por lo que la naturaleza dio, no por nosotros. Si se pierde eso, se acabó. Incluso la vida nocturna gira en torno a esas aguas y playas maravillosas, y a un clima que era el mejor del mundo, el Mediterráneo, que ya no lo es. Ahora los veranos son bastantes sofocantes».
Teme, aviso a navegantes, que habrá un punto de no retorno de la posidonia, un momento en el que ya no será posible la pervivencia de esa fanerógama en nuestro litoral: «Estamos cerca de llegar a ese punto de no retorno, pero también creo que estamos a tiempo de iniciar la recuperación. Aunque para eso hay que actuar ya». Recuerda, en ese sentido, que 196 países, entre ellos España y la Unión Europea, firmaron proteger el 30% del territorio marino y terrestre para 2030: «La solución pasa por preservar de verdad, de manera íntegra, un tercio de los territorios. ¿Cuánto mar, cuánta posidonia tenemos protegido en Ibiza y Formentera? Prácticamente nada. En Balears, el 0,1%. Si queremos frenar y no llegar a ese punto de no retorno, hay que empezar a proteger de verdad», avisa.
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