Trabajadoras de residencias privadas relatan casos de maltrato a los mayores

Un estudio de CCOO incluido en el último Anuari de l’Envelliment describe la precariedad y falta de recursos en centros residenciales privados y cómo eso afecta a la atención que reciben los usuarios

Un trabajadora de una residencia acompañando a un usuario.

Un trabajadora de una residencia acompañando a un usuario. / EP

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Palma

Un estudio realizado por CCOO en residencias privadas relata la precariedad y falta de recursos con la que trabajan sus empleadas, algo que repercute, según ellas mismas explican, en la atención que estos centros dan a las personas mayores. Algunos testimonios describen episodios de dejadez y maltrato, como usuarios que a veces se quedan sin comer al faltar personal para atenderlos a todos en el comedor.

El Anuari de l’Envelliment de este año recoge un resumen de este estudio realizado por el Gabinete de Salud Laboral de CCOO. Una de sus autoras, la socióloga Ana Ordoñez, técnica de prevención de riesgos laborales, explica que en 2022 realizaron 97 cuestionarios, 22 entrevistas y tres grupos de discusión con trabajadoras de atención directa de un total de 19 centros privados (la gran mayoría de ellos, concertados) principalmente de Mallorca y algunas de Ibiza, centros que en total emplean a 950 cuidadoras.

Uno de los principales problemas que denuncian estas trabajadoras (el 87% son mujeres) es la falta de manos. Las ratios no son las adecuadas según la carga real de trabajo, aseguran, pero es que además, ni siquiera se cumplen: todas dicen que las plantillas del personal de atención directa casi nunca están al completo al no cubrirse las ausencias (por bajas, vacaciones...).

El número de usuarios que atiende cada gerocultora o auxiliar de enfermería (el perfil predominante) es «excesivo», con una media de 17 usuarios por trabajadora: «En el comedor son 90 residentes para cuatro auxiliares. Imposible atenderlos. No comen a veces. No cenan. Somos tan pocas que ni sabemos quién ha comido y quién no», describe una. «No pueden comer solos y con las que somos no llegamos. Se les pone el plato y después se les quita sin que le hayan dado de comer. Se te parte el corazón», dijo otra.

«Por la mañana hay que ir a la habitación del paciente, que puede tener alzheimer o parkinson, o cualquier otra demencia. Abrir las ventanas, despertarlo, levantarlo, ponerlo en la silla de ruedas, llevarlo a la ducha, limpiarlo, hidratarlo, vestirlo, ponerle quizás una prótesis, si es hombre afeitarle, llevarle a desayunar… Cuando hay una ausencia, por alguna baja o por cualquier permiso, no se sustituye y este trabajo se tiene que repartir entre las trabajadoras, esto implica menos tiempo para dedicar a cada uno de los residentes», indica otra.

Así, ocho de cada diez cuidadoras creen que la atención se resiente: «No tratamos a los usuarios como lo tendríamos que hacer, no los atendemos lo suficiente o no se los trata dignamente. Es que no tienes tiempo de lavarlos a todos. Les pasas una toallita y ya está». Otra concluye: « La atención hacia los residentes por culpa de la falta del personal es denunciable».

Con todo, el estudio ve clara «una carga de trabajo elevada tanto a nivel físico como mental». Es un trabajo «muy exigente» que requiere estar en alerta toda la jornada: «Se te escapan. No los puedes cerrar y tampoco los puedes controlar mientras subes por otro lugar. A las de recepción también se les escapan».

Aseguran estar obligadas a trabajar de esta forma y sin sentirse apoyadas por la empresa. Dicen que si pasa algo la culpa recae sobre ellas: «Hay muchas caídas. No sé si se reflejan. No nos informan de nada de este residente, ni de las caídas. No podemos vigilar tres salas a la vez pero nos hacen responsables de las caídas».

Sin tiempo para acompañar

Para hacer lo básico van muy justas (o no llegan), y hay otra parte del trabajo, para ellas también fundamental, que queda totalmente relegada: la escucha, la conversación, el acompañamiento. «El ritmo de la residencia, la organización del tiempo de trabajo, ni lo facilita ni está entre sus objetivos», recoge el informe.

El no poder ‘estar’ con los usuarios les pasa factura a nivel emocional: «Está claro que estamos mal emocionalmente porque no estamos dando a los residentes la atención que necesitan».

Riesgos físicos

El déficit de personal se junta muchas veces con la falta de medios, como grúas para movilizar a los usuarios. Según las cuidadoras son insuficientes ya que muchas suelen estar averiadas.

Así, un 70% relata que moviliza a los usuarios en solitario y de manera manual, lo que supone un gran esfuerzo de manejo de cargas. Además han de adoptar posturas «incómodas y forzadas» para levantar y acostar a los usuarios, acompañarles al baño, lavarles o hacerles cambios posturales. Asumen estas tareas sin haber recibido la formación adecuada, lamentan, lo que favorece que se lesionen. Los trastornos musculoesqueléticos son el riesgo más común al que se exponen, concluyen los autores del estudio de CCOO.

La rutina matinal es el momento de más duro, pero el trabajo nocturno tampoco es fácil: «Por la noche hay dos personas para tres cambios de pañal y son 130 abuelos. Entre los dos hacen 400 cambios de pañal. Y tres cambios posturales más... otras 400 movilizaciones». Ordoñez añade: «Y piensa que no hablamos de bebés».

A pesar de la gran responsabilidad que asumen, y en las duras condiciones en las que lo hacen, las cuidadoras no creen que la sociedad valore su trabajo y prueba de ello son los salarios que perciben. La diferencia de sueldo con las trabajadoras de la red pública llegó a ser del 54% . En febrero de 2023 se pactó una subida progresiva del 44% hasta junio de 2026. Ahora mismo, ya con dos subidas aplicadas, una gerocultora en la red privada tiene un sueldo bruto de 1.375,50 euros.

Con todo, no extraña lo que dice una de las cuidadoras: «Con estos salarios tan bajos y las condiciones tan duras, hay graves problemas para contratar gerocultoras. Necesitamos que este sector deje de estar en precario, porque es un trabajo esencial y fundamental. Además si fuera un sector atractivo sería una manera de consolidar trabajo fijo: mis compañeras lo que quieren es irse a trabajar a otro sector con condiciones laborales dignas».

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