Ana Ordoñez, Socióloga, técnica de prevención de riesgos laborales de CCOO: «Nunca llevaría a un familiar mío a una residencia privada»

Ana Ordoñez, fotografiada en Palma.

Ana Ordoñez, fotografiada en Palma. / Guillem Bosch

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Palma

Ha escuchado «historias terribles» de las cuidadoras de las residencias privadas, que trabajan en unas condiciones «salvajes» y «demoledoras», con graves repercusiones a nivel físico y emocional, denuncia. Sector feminizado y precario, Ordoñez cree que estas trabajadoras están aún peor que las camareras de piso.

¿Cómo son las condiciones de las trabajadoras de las residencias?

Demoledoras. Para empezar a nivel físico, cargan muchas veces a los usuarios a peso porque las ayudas que tienen para la movilización, las grúas, son insuficientes, están estropeadas... Por la mañana es el momento más difícil, con un ritmo muy intenso de trabajo que no permite pausas de recuperación: tienen que hacer los aseos y tienen levantar a los usuarios, asearlos y bajarlos a desayunar con el agravante de que son personas muchas veces con problemas cognitivos muy graves que no siempre colaboran o a veces incluso las agreden.

¿Las ratios no son suficientes?

Difícilmente se cumplen. Están muy tocadas físicamente y hay muchas bajas, o no se cubren vacaciones... Siempre falta gente y siempre hay sobrecarga de trabajo. Además esas ratios no se hacen midiendo bien la capacidad real de las profesionales de atención directa y las necesidades de los usuarios.

¿Hay mucha rotación?

Se quedan las que no tienen opción de irse a la pública por falta de titulación. La diferencia con la pública es muy grande, cuando empezó la pandemia en seguida vimos que en las privadas se iba a liar, las condiciones eran mucho peores para afrontarla. Y por eso hubo una mortalidad mucho más alta en las privadas. La pandemia para estas trabajadoras fue terrible. Pasaron miedo, y no se les reconoció el trabajo como a otros profesionales, tampoco en las empresas.

La población envejece, cada vez se necesitarán más de estas trabajadoras... y sin embargo el cuidado sigue sin valorarse.

Cada vez habrá más necesidades y como el sistema público no se está reforzando, habrá más lugar para la privada, donde operan grandes cadenas que buscan el beneficio económico. Una cosa de la que ya se quejan ahora es que no se está valorando bien el grado de dependencia porque eso implicaría tener que mejorar las ratios.

Su estudio denuncia un tema de salud laboral, pero también de maltrato a personas mayores.

Las trabajadoras hacen lo que pueden por tratar a los usuarios lo mejor que pueden pero no dan más. Algunas no lo pueden soportar y se van a la hostelería, donde cobran más y no tienen esta carga emocional, que les pasa una factura de la que nadie habla. Tienen depresión, toman ansiolíticos... quieren a los usuarios y es difícil trabajar según cómo.

Después de lo que ha visto y lo que le han contado, ¿llevaría a un familiar suyo a alguna de estas residencias?

Nunca. Algunas nos contaban que no hay suficiente personas para el comedor y como hay muchos usuarios a los que se les tiene que dar de comer a la boca pero no hay suficientes persona, pues algunos se van del comedor sin comer. Me han contado cosas horribles, como que a veces han de pasar a los exitus por la sala donde están los otros usuarios. Una vez me contaron que los sacaban en silla de ruedas, abrigaditos, disfrazados.

¿Las familias no se enteran?

Las familias casi no se enteran de nada. Llegan a unas instalaciones que a veces parecen hoteles de cinco estrellas, con muebles elegantes y unas hortensias... pero no mires las flores, mira el número de defunciones. Los usuarios a veces no tienen capacidad para explicar a su familia cómo están, qué comen... Me contaron de una residencia en la que si por ejemplo comen patatas fritas, con las sobras les hacen puré para la cena.

¿Las inspecciones no sirven?

Faltan inspecciones reales. Ellas dicen que los inspectores se reúnen con el director dos horas pero no conocen la realidad.

Un trabajo duro, feminizado y precario... recuerda a las camareras de piso, ¿podrían seguir su ejemplo para movilizarse?

Sus condiciones son incluso peores, más salvajes. No tienen reconocida ni una enfermedad profesional, pese a que todas viven con dolor de espalda. La movilización es difícil porque están en una posición vulnerable para denunciar y en seguida que pueden se van a otro sitio.

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