Análisis

La religión negacionista

Miguel Bosé, Guillem Ferrer y Josep Pàmies en el escenario durante el evento celebrado el pasado viernes.

Miguel Bosé, Guillem Ferrer y Josep Pàmies en el escenario durante el evento celebrado el pasado viernes. / Zafirus

Matías Vallés

Matías Vallés

Para refutar a los negacionistas, basta con pegarle una patada a una piedra, mejor si este test lo cumplimentan ellos. Esta secta o religión, por no ofender a las sectas verdaderas, padece del mismo error que denuncia. A saber, una vez que establece los dogmas sucesivos antivacunas, 5G y microchips de Bill Gates, evita someterlos a prueba, los exime de la falsabilidad al igual que las restantes confesiones. El negacionismo nunca se equivoca.

Si la ciencia no es la verdad, y quienes le hemos dedicado cierta atención sospechamos de la prepotencia que envuelve al método científico, su contraria tampoco tiene por qué hallarse en lo cierto. Una de las razones para ignorar a los negacionistas es la concentración indispensable en refutar a los afirmacionistas, todavía más abundantes. La segunda razón para desentenderse de los iluminados emana de la Ley de Brandolini o Principio de la Asimetría de la Estupidez. Establece que «La cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirla». No perdamos el tiempo.

Los negacionistas son tan inconstantes como los afirmacionistas, y en caso de necesidad acuden a los métodos que denigran, porque carecen de la integridad de un Iván Illich. En cuanto a las multas, no deben preocupar a Miguel Bosé, que cobraba 40 mil euros por cada programa de la Cover Night de TVE. Sí, el canal del PSOE, partido ultraafirmacionista.

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