El año en que Baleares tuvo dos presidentas y una aspirante a mandataria
Marga Prohens desbancó a Francina Armengol tras ocho años de reinado absoluto, aunque la popular ha conocido de cerca los designios de Idoia Ribas, la mujer que anhela manejar los hilos del Govern a su antojo
Este 2023 ha sido un año frenético y apasionadamente político, una carrera de obstáculos que revolucionó por completo el mapa político de Baleares tras ocho años de reinado absoluto de una izquierda bajo la batuta de Francina Armengol. Marga Prohens consiguió recuperar el trono del Consolat de Mar para un PP que llevaba años a la deriva, incapaz de recuperar la más mínima cuota de poder tras la deforestación del pirómano político José Ramón Bauzá. Aunque el dulce se tornó ligeramente amargo en cuestión de semanas con el ascenso inesperado de la líder del PSIB-PSOE a la presidencia del Congreso por designio del acerado Pedro Sánchez. Los socialistas vuelven a tener línea directa con la Moncloa.
La dirigente popular pasó por encima de sus oponentes y de las encuestas en las elecciones autonómicas del 28 de mayo, dejando al equipo contrario en estado de shock, con una derrota difícil de digerir. Todo ello mientras Vox se convertía en la tercera fuerza política de las islas. Prohens obtuvo más diputados que toda la izquierda junta ―el vocalista de Formentera, que decantó la balanza, ahora ha dejado la banda y actúa en solitario―, aunque más adelante la líder del PSIB tuvo la ocasión de resarcirse con un buen resultado en el partido de vuelta que se jugó el 23J, que supuso su designación como árbitra principal de la política española.
Prohens afrontaba el inicio de su mandato con la esperanza de tener un arranque calmado, con vítores callejeros y gritos de ‘presidenta, presidenta’, si bien el futuro inmediato le deparaba una ardua travesía a lomos del cordel Vox, que poco a poco pasó del trote al galope y consiguió desestabilizar a un Govern aún con los bártulos por colocar. La presidenta confiaba en sus aptitudes de amazona para domar a unos socios que observaban cómo eran los únicos de toda España que no entraban en el gobierno autonómico, a pesar de haber encargado el traje de luces para salir al ruedo. «No nos han dado ni los 100 días de gracia», clamaba hace apenas una semana la presidenta, sin especificar si se refería a la izquierda o a sus socios.
En un primer momento parecía que Vox se conformaba con ser el trotón de la carroza de Prohens, regalando su apoyo incondicional a todas las medidas a cambio de alguna victoria simbólica. Las primeras medidas del Govern ―desde la supresión del Impuesto de Sucesiones hasta la eliminación del requisito del catalán― podrían haber llevado únicamente la firma del PP, pero poco después el Consolat comenzó a recibir telegramas en la lengua de Vox que iban siendo depositados en su correspondiente cajón. Hasta que Prohens empezó a traducirlos.
Después de una abdicación absoluta en la negociación del plan para la segregación lingüística, el grupo parlamentario de Vox se independizó de Madrid al grito de «nos tutelan desde Madrid» en un inmejorable homenaje al Procés y decidió negociar por su cuenta con Prohens. Las peticiones de clemencia a Santiago Abascal por parte de la líder popular no sirvieron cuando llegó la hora de enfrentarse a la aprendiz de mandataria Idoia Ribas, acompañada siempre de su consejero áulico Sergio Rodríguez.
Ante la aparición de un nuevo tablero político, ambos dirigentes de Vox decidieron salir al ruedo con la seguridad del que sabe que ya solo puede ganar. Para resarcirse ante unos votantes decepcionados por la renuncia total de sus promesas electorales y tras perder el poder de un partido que solo procesiona al ritmo de Fulgencio Coll, el grupo parlamentario negoció los primeros Presupuestos de la legislatura con una habilidad inesperada, que sirvió para situar al PP al borde del precipicio: o aceptaban todas y cada una de sus exigencias o prorrogaban las cuentas de Armengol. La líder del PP miraba desde la barrera como su vicepresidente, previamente tocado por la ocultación de un caso de agresión sexual, se desangraba ante las reiteradas embestidas de sus socios. El resultado fue contundente: todos sus ‘noes’ se convirtieron en ‘claros que sí’ en apenas unas semanas.
Una vez certificada la imposibilidad de obtener aunque fuera una mínima victoria, la católica Prohens y el zaherido Sebastià Sagreras cargaron con la cruz y ofrecieron un cheque en blanco a sus socios, que habían hecho pagar caro a los populares los cánticos de «golazo» tanto públicos como privados. El dueto Ribas y Rodríguez había conseguido no solo introducir todas y cada una de sus exigencias en los Presupuestos sino arrastrar al PP a su terreno de juego mientras parte de la comunidad educativa desempolva las camisetas verdes. «Desde fuera podemos conseguir mucho más», confesaban en coloquios informales. Ahora la política campanera ya tiene el saco de dinero y espera que los próximos meses sean el oasis anhelado tras el viaje por el desierto.
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