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BOULEVARD

Dejad de torturar al anciano de Porreres que mató a un ladrón

Por culpa del error de los abogados, jueces y fiscales involucrados, ningún jurado popular mallorquín está en condiciones de sentenciar a un anciano de 83 años que ya ha sufrido bastante

Jaume Matas se desliza hacia su odiado Pere Rotger, cuya experiencia repite Le Senne, para chupar cámara en presencia del Príncipe. LORENZO FRAU

Dejad de torturar al anciano de Porreres que mató a un ladrón, ya ha sufrido bastante. Ni lo conozco ni siquiera voy a nombrarlo, aunque me preocupa que sea mallorquín, un origen que lo coloca en franca desventaja en un régimen colonial. Cuando un pelotón de juristas de prosapia se equivoca en masa sobre el punto clave de la ley del jurado, mayorías de siete a dos para la culpabilidad, la repetición del juicio apunta a ensañamiento.

Y no me hablen por favor de frivolizar con la muerte de un semejante, o de indiferencia ante la tragedia. Los desapegados son los profesionales que participan en un juicio con jurado desconociendo sus reglas elementales, cinco años después de que ocurrieran los hechos. En cuanto a la víctima, cuántos conductores borrachos han matado a un peatón en la vía pública sin entrar en prisión. Un mallorquín de 83 años cometió el homicidio defendiéndose de un agresor en su domicilio. Es el asunto crucial de las elecciones a la Casa Blanca ahora mismo, y pueden estar seguro de que se impondrán los partidarios de la legítima defensa.

No nos interesa el caso, sino la violencia de descargar sobre el anciano de Porreres los despropósitos de la administración de justicia. A propósito, ¿se imaginan que Penalva y Subirán se equivocaran en la aplicación de la ley del jurado, para condenar injustamente a un anciano sin la mayoría suficiente en contra? Habría que pedirles tres mil años de cárcel adicionales, tras los preceptivos informes de Mortadelo y Filemón. Y a propósito bis, ¿cómo actúa el sistema punitivo cuando es un médico quien comete un error de calado semejante al sufrido por el anciano de Porreres? De los periodistas ni hablo, porque son criminales natos.

Los operadores jurídicos han logrado que la Justicia sea injusta con independencia de los hechos. Por eso no nos detendremos en el morbo de las «otras alternativas posibles» que tiene un octogenario cuando irrumpen en su domicilio dos asaltantes, semanas después de ser maniatado y amenazado en un primer asalto. Las acusaciones están obligadas a detallar las opciones concretas que tiene un mallorquín si sufre un asalto a domicilio. ¿Montar una mesa de negociación, invitar a cenar a los asaltantes?

No se discute aquí el pronunciamiento del jurado inicial, las únicas nueve personas de esta trágica pantomima que se comportaron con profesionalidad. Ahora bien, por culpa del error mayúsculo de los abogados, jueces y fiscales involucrados, ningún jurado popular mallorquín está en condiciones de sentenciar a partir de ahora al anciano de Porreres. Solo hay que decidir si el espectáculo debe continuar. De momento, Jaime Campaner consigue otro cliente autóctono, además del canterano mallorquín del Real Madrid acusado de difundir un vídeo sexual.

En los peores momentos surgen las personalidades más apreciables. El fiscal jefe Julio Cano no solo pidió perdón por el fallo cometido en el caso Porreres, sino que salió en defensa de la jueza de la Audiencia. Ya ha marcado distancias escrupulosas en su vida privada, y le honra sobre todo asumir el desgaste de un cargo público. Su predecesor Bartomeu Barceló puede dejar de torturarse sobre su cese, perdió el cargo por su gestión del caso Cursach, la justicia amanece por los vericuetos más insospechados.

Gabriel Le Senne está en buena compañía, en la lista de los presidentes del Parlament repudiados por las fuerzas políticas que los encumbraron. También Pere Rotger, el titular con mayor carisma de la cámara, se ganó el odio cerval de sus correligionarios, el president Jaume Matas y la vicepresidenta Rosa Estarás, huida después a Bruselas como Puigdemont. Los líderes del PP detestaban la imparcialidad del inquer, le acusaban de favorecer a los diputados de izquierda cuando en realidad envidiaban su bonhomía.

En la foto que hoy nos ilustra, pueden apreciar la escena que consumió a Matas, un Otelo carcomido por los celos. Los príncipes Felipe de Borbón y Letizia iniciaron aquel 2005 su gira autonómica en Mallorca. En plena labor de seducción principesca, Rotger pronunció unas palabras de bienvenida que dejaban al president del Govern fuera de foco. Entonces, Matas deslizó sus zapatos zigzagueantes sobre el suelo sin levantarlos, hasta colocarse más cerca de los protagonistas. Nunca revelaré si comentamos la treta con el Rey, cuando se salió del séquito para saludarme efusivamente, con pasmo incluido de Matas y de Ramon Socias.

Reflexión dominical asimétrica: «Los crímenes inextinguibles siempre son los ajenos».

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