La nueva presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, reinvidica la labor de dos expresidentes socialistas de la Cámara baja: Félix Pons y Meritxell Batet. Carga contra el insulto, el desprestigio y las faltas de respeto en la Congreso: «Hay que poner en valor las instituciones, la democracia y hacer que la gente crea en sus representantes».
En su discurso citó a Félix Pons, el único mallorquín que hasta ahora había ostentado el cargo de presidente del Congreso de los Diputados. ¿Es un referente para usted? ¿De qué le puede servir su mandato para la legislatura que ahora empieza?
Félix es un referente y fue un gran político, un gran intelectual y una persona con unos modos maravillosos. Tenía una gran capacidad. Presidió esta Cámara entre 1986 y1996 y lo hizo de forma extraordinaria, intentando siempre que hubiera respeto y aunar posiciones comunes. Es una de las personas que siempre he admirado y, personalmente, tuve no solo el honor de conocerle sino que cuando yo empezaba en política nos íbamos a comer solos porque era una persona absolutamente generosa y maravillosa. Aprendí mucho de él y me explicaba muchísimas cosas. Desde que el presidente Sánchez me propuso para ser la persona que asumiera la presidencia del Congreso de los Diputados le he recordado cada día y he pensado que ojalá estuviera aquí por lo mucho que le necesitaría y para ayudarme. Para mí tiene una carga de emoción importante.

La última legislatura ha tenido unos plenos bastante broncos en los que por ejemplo diputados de Vox han llegado a vejar a la ministra de Igualdad, con insultos y descalificaciones. ¿Cómo va a hacer frente, desde la presencia del Congreso, porque al final es una de las principales responsabilidades, a este tipo de actitudes?
Sí, precisamente con la expresidenta Meritxell Batet tengo muy buena relación y lo ha hecho maravillosamente bien. Hemos hablado para que me dé consejos sobre cómo afrontar esa situación, que es compleja. Intentaré estar a la altura como presidenta del Congreso, pero creo que todos y todas tenemos una responsabilidad enorme. Una de las cuestiones que más me he planteado siempre en la vida política es que en democracia es muy necesario que la gente se sienta cerca de las instituciones, bien representado y que, por tanto, esté orgulloso de quienes le representan, porque al final es quien decide tu vida, tu futuro o tu planteamiento de vida. Muchas veces viendo un pleno en la televisión yo misma me sentía avergonzada por según qué expresiones. El insulto, el desprestigio, la falta de respeto, las formas que hemos vivido... Eso, a mí, me parece que hace que muchos ciudadanos se sientan hartos y muy lejos porque esto no les representa. Hay que poner en valor las instituciones, la democracia y hacer que la gente crea en sus representantes. Se tiene que favorecer el debate porque, a pesar de que hay posiciones absolutamente antagónicas, eso no tiene que llevar ni al insulto ni a la falta de respeto. Me esforzaré al máximo para que haya un clima de concordia que es necesario para tomar decisiones. Solo se toman las mejores decisiones desde la escucha activa y el habla, no desde el insulto.