“Rechazaba ir a la playa o a la piscina con mis amigas, delgadas, porque tenía miedo de no estar a gusto”. Así vivía Elena Trigo la llegada del verano hace no tanto tiempo, apenas unos años atrás.
Hoy Elena tiene 31 años y no está dispuesta a dejar de hacer cosas que le apetecen por vergüenza o por el miedo al qué pensarán los demás sobre su cuerpo, que no encaja en los estándares que la industria hace décadas que nos vende como ‘perfecto’. Esta mallorquina, @littleehelen, es ‘influencer’ o creadora de contenido en redes sociales sobre estilo de vida, fotografía, viajes y moda ‘curvy’ y una de las integrantes del movimiento ‘bodypositive’ que intenta contrarrestar el efecto que tienen la redes sociales y la imagen de ‘perfección’ con la que el sistema machaca a jóvenes y niñas (y también cada vez más a los chicos).
Aunque están cogiendo fuerza las figuras que reivindican la diversidad corporal (en EEUU son auténticas celebridades), compensar la presión estética que reciben las niñas y las adolescentes es la lucha de David contra Goliath y lo cierto es que, como señalan los expertos, cada vez más jóvenes dejan de ir a la playa para no enseñar el cuerpo. O evitan planes que impliquen comer (que son la gran mayoría). También está aumentando el número de chavalas que desarrollan trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como crece también el número de menores que se someten a operaciones de cirugía estética. Todos los indicadores apuntan a una dirección: la exigencia social por mostrar una determinada imagen hace mella en las generaciones más jóvenes, que viven las redes sociales como el oráculo que determina qué es el éxito (ser ‘perfecto’ y estar siempre bien), además de ser un escaparate en el que deben ‘autopromocionarse’ y medir su popularidad entre sus iguales.

Elena hizo sola el ‘clic’ y se liberó del miedo a las opiniones ajenas sobre su cuerpo, pero admite que es un proceso complicado y que ella misma aún tiene su temores a la hora de, por ejemplo, colgar una foto en bikini en Instagram. Le pasó con una foto que le hizo su marido en Maldivas durante su luna de miel, en 2021. “Me costó mucho decidirme, estaba insegura, se me veía la celulitis… al final pensé que a mi me gustaba y eso era lo importante”, concluyó, antes de publicarla acompañada de la frase ‘Tu cuerpo, tus normas’. Solo recibió comentarios positivos y más de un millar de ‘likes’. No se arrepintió de haber quitado esa barrera mental.
El verano es un momento «complicadísimo» para los jóvenes con TCA por la pérdida de las rutinas y hábitos y por los tipos de planes que se hacen. Por eso, suelen evitar quedadas, se aíslan e incluso mienten («ya he cenado», «no me apetece helado ahora»...) «Dejar de ir a la playa es otro posible indicador de un TCA», según indica la psiquiatra infantojuvenil Rebeca Corbacho: «No ir o bañarse en camiseta son comportamientos que te pueden poner en alerta de que algo pasa».
"No ir a la playa o bañarse en camiseta pueden ser indicadores de que algo pasa"
La profesional del Institut Balear de Salut Mental de la Infància i l’Adolescència (IBSMIA) de Son Espases, razona que en la adolescencia es normal sentir preocupación por la imagen con lo a veces es difícil darse cuenta de cuándo hay un problema.
La llegada del calor y el inicio del bombardeo con la ‘operación bikini’ y similares inventos publicitarios, empuja a muchos jóvenes a hacer dieta, algo que, junto a otros factores previos, puede ser el detonante último de un trastorno alimentario, explica Corbacho.
Trastornos de la conducta alimentaria
Entre 2019 y 2022 los cifras de menores atendidos por TCA en Son Espases se multiplicaron (pasaron de 57 a 104). Ahora parece que se están estabilizando, pero las cifras son altas y en lo que llevamos de 2023 se han atendido 67 casos. La mayoría son adolescentes, pero cada vez reciben a más niñas de diez u once años, y algunas incluso más pequeñas. ¿Por qué este incremento y por qué a edades cada vez más tempranas?
Corbacho menciona muchos factores, como que la adolescencia se ha adelantado y los niños dejan la infancia antes por un tema cultural, imitando en vestimenta y actitudes a los adultos. No ayudan las redes sociales y ver continuamente que el éxito es «ser guapo». Además de los contenidos que les llegan, influye también la exposición propia: «La presión por estar siempre bien, o al menos aparentarlo, es súper alta».
"La presión que sufren los jóvenes por estar siempre bien o al menos aparentarlo es súper alta"
La imagen corporal, indica la psiquiatra, es una representación mental de cada uno y los factores emocionales y el entorno sociocultural influyen muchísimo. La situación ahora es más compleja, ya que antes las menores veían a las mujeres de su entorno, de la televisión y las revistas y ya parecía mucho, pero eran «gotas en el agua» en comparación con el momento actual, en el que las jóvenes «viven sumergidas todo el rato entre imágenes retocadas, de chicas guapísimas y con cuerpos inasumibles».
En similar línea se pronuncia la psicóloga Mariona Ribas, especializada en trastornos alimentarios, que insiste mucho en no abordar estos complejos como algo «superficial». En su opinión, la sociedad debe olvidarse de esa idea de que estamos ante una «generación de cristal» y darse cuenta del altísimo nivel de exigencia y responsabilidad emocional que recae sobre unos jóvenes «que crecen demasiado rápido», expuestos al mundo digital 24 horas.
«El 80% de la percepción de la imagen es emocional, un reflejo del estado mental», indica Ribas, «y esa construcción de la imagen se va conformando con los mensajes que reciben de los adultos y de su entorno», advierte.
«El 80% de la percepción de la imagen es emocional, un reflejo del estado menta y esa construcción de la imagen se va conformando con los mensajes que reciben de los adultos y de su entorno»,
Entre sus pacientes, ve esas estrategias para tapar un cuerpo que no les gusta y también las fijaciones con determinadas cuestiones (como lograr que los muslos no se toquen, algo que ya tiene incluso un nombre, el ‘thigh gap’).
En consulta también percibe cómo las jóvenes tienen la creencia de que si adelgazan o se hacen un retoque estético (para parecerse a esa imagen que, filtros y edición mediante, consiguen transmitir en Instagram, SnapChat y TikTok) todo les irá mejor, todo se arreglará, una idea que ella trata de desmontarles. También trabaja para que no se aíslen y que la renuncia a la playa o a la piscina no se convierte en un hábito.
Cirugía Estética
Iván Monge, presidente de la Sociedad Balear de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, confirma que lo han comentado con los compañeros: cada vez más jóvenes llegan a las consultas de los cirujanos con el móvil en la mano para enseñarles fotos de alguna ‘influencer’ o imágenes propias retocadas, editadas y con filtros (con los ojos más grandes, la nariz más pequeña...) pidiendo que se les opere para lucir así en la vida real (algo imposible, aclara).
Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética, el año pasado unos 8.000 menores se sometieron a operaciones de cirugía estética en España. La mayoría fueron de tipo clínico-funcional, pero cada vez hay más demanda de intervenciones por motivos puramente estéticos.
La frontera entre cirugía estética y funcional viene determinada por una serie de parámetros y por el impacto en la vida de la persona (por ejemplo, chicas con mucho pecho que desarrollan problemas de espalda) o también el grado de afectación psicológica (como pueden ser casos de menores con orejas ‘de soplillo’ a un nivel exagerado). En estas situaciones, indica Monge, la Seguridad Social se hace cargo si el profesional considera que es una intervención justificada.
Monge señala que la mayoría de menores solo piden información y suelen aceptar el consejo del profesional de esperar hasta los 18 años, algo que la mayoría de padres (que deben firmar un consentimiento) también apoyan.
¿Cómo lograr salir indemne del bombardeo ‘del cuerpo perfecto’ a edades tan vulnerables a las opiniones ajenas? Desde su experiencia, Elena Trigo aconseja a los jóvenes que disfrutar con lo que les apetezca hacer: «Dentro de unos años el momento de vergüenza de ponerse el bikini no lo recordarás, lo que te llevarás son los buenos recuerdos», señala y concluye: «Y si ves que no puedes afrontarlo sola, pide ayuda».