ANÁLISIS
Todos los presidents han sido desalojados contra su voluntad
Ninguno de los seis inquilinos del Consolat ha abandonado el cargo por decisión propia, la evacuación forzosa aumenta el dramatismo de los relevos llevados a cabo en el Govern
Los seis presidents del Govern que ha tenido Baleares, durante cuarenta años, corresponden a una galería de personalidades difíciles de atrapar con un rasgo común. Salvo si se examina la coincidencia abrumadora a la hora de dejar el cargo. Todos los inquilinos del Consolat han sido desalojados contra su voluntad. Ni uno solo tuvo la intuición del apartamiento voluntario.
Gabriel Cañellas, Cristòfol Soler, Jaume Matas, Francesc Antich, José Ramón Bauzá y Francina Armengol han necesitado humillaciones aparatosas, no siempre acarreadas por las urnas, para resignarse al abandono de la presidencia. La evacuación forzosa aumenta el dramatismo de los relevos llevado a cabo en el Govern.
La crisis que sufren los presidents a la hora del desahucio transcurre en tres etapas. Suele cursar en primer lugar con una derrota electoral, la segunda fase es la conciencia de la erradicación física del edificio junto al mar. La tercera estación transcurre en la intimidad y es la más dolorosa. Incluso los caracteres de mayor templanza han sufrido secuelas de importancia, que a menudo han significado el recurso a la medicación confesada por los más sinceros.
La historia de la expulsión sin contemplaciones de la cumbre de la autonomía no conoce excepciones:
GABRIEL CAÑELLAS
El primer president autonómico sigue siendo el más longevo, con doce años consecutivos en el cargo de 1983 a 1995. Siempre amagaba con un retiro que nunca materializó, hasta el punto de que su cuarta victoria, y la primera por mayoría absoluta en solitario, significó su derribo. José María Aznar obligó a dimitir al patriarca de la autonomía balear, por su imputación en el Túnel de Sóller y para que no entorpeciera el camino hacia La Moncloa. Del Consolat al banquillo, comenzaba la maldición.
CRISTÒFOL SOLER
El relevo improvisado ante la expulsión de Cañellas marcó una etapa catastrófica. Llegó sin elecciones y se marchó mucho antes de concursar, solo presidió Balears de 1995 a 1996. El mejor president que podría haber tenido la comunidad fue dinamitado por su propio partido. El desahucio tras solo un año en el puesto, y desde el propio PP, tuvo resonancias golpistas. El Govern revolucionario que acababa de nombrar se publicó en el Boletín Oficial, pero nunca tomó posesión.
JAUME MATAS
Fue impuesto por Cañellas para sustituir a un Soler que pecó de excesos progresistas. Comenzaba la desbandada en el PP, con el germen disolvente de un Consell de centroizquierda y tres presidents en el plazo de un año. Aun así, Matas era favorito en su debut como cabeza de lista de 1999, y hubiera ganado de no mediar la inclusión masiva de argentinos en el censo de Formentera. Primera salida forzosa ante el Pacto de Progreso inaugural, trauma que el exministro repetiría en 2007 para acabar en la cárcel.
FRANCESC ANTICH
Durante la primera década de este siglo, la alternancia en el Consolat no tenía lugar entre partidos, sino entre candidatos. Antich sucedía en 1999 a Matas, que le volvía a reemplazar en 2003 tras su etapa de ministro de Matas, para caer de nuevo ante Antich en 2007. La acreditada sangre fría del primer president socialista de Balears no impidió que cada una de las derrotas le pasara factura personal.
JOSÉ RAMÓN BAUZÁ
Fue president de Balears porque Rajoy iba a ganar las elecciones, y se impuso con el mismo margen abrumador. Su derrota también violenta se produce en 2015, con el peor resultado del PP hasta la fecha, pero en realidad fue expulsado del poder el domingo de la manifestación de más de cien mil personas contra el TIL. El dolor del desalojo viene medido por su epitafio, «Ellos se lo pierden».
FRANCINA ARMENGOL
La primera presidenta tampoco tenía ninguna intención de perder su tercer asalto al cargo el 28M. No logró escapar a la maldición del Consolat, un trance duro y sin que el doble triunfo anterior alivie la experiencia. La líder socialista ha querido acortar la fase de duelo, al embarcarse de inmediato en la contienda de las elecciones generales. Sin embargo, sus movimientos vacilantes de los últimos días recuerdan a sus predecesores malheridos.
El repaso de los antecedentes constituye una lección de humildad para Marga Prohens, en vísperas de su inevitable entrada en el Consolat. La presidencia del Govern es una aventura que no siempre empieza bien, pero que siempre acaba mal.
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