BOULEVARD
Humillar a los nativos, el deporte favorito de Mallorca
El horrendo crimen de la pareja de mallorquines consistía en entorpecer involuntariamente la marcha de un patinete a velocidad endiablada en un lugar explícitamente prohibido
Junto a este diario se alza un estrecho puente peatonal que nos conecta con el Portixol/Molinar, el enclave inmobiliario más cotizado de Europa. A ambos extremos de la pasarela se estipula la prohibición de bicicletas y patinetes, lo cual implica un tráfico constante de individuos montados en dichos artefactos, que agreden a los viandantes sin interferencias de la autoridad incompetente.
El jueves a las ocho de la tarde atravieso la sucinta pasarela camino del mar. Percibo a mi espalda a un agresor que sube a toda velocidad en su patinete. Me adelanta buscando el contacto, porque amedrentar a los peatones forma parte del encanto del vehículo. Salgo ileso del trance, aunque no por falta de voluntad del vándalo, que ya se dirigía cuesta abajo hacia su próxima presa.
Mientras yo ascendía la pasarela, me había adelantado un matrimonio de mallorquines, o sea que marchaban a buen paso. Me gustaría detenerme en ellos. Eran estrictamente insulares sin pretenderlo, ni demasiado viejos ni demasiado jóvenes, ni altos ni bajos, ni ricos de casa en primera fila ni pobres de barriada marginal, ni vestidos elegantemente ni descuidados. Sin saberlo, estaban cometiendo un crimen horrible.
En efecto, conversaban, y daban la impresión de que tenían algo que contarse. Vuelvo al agresor del patinete. Una vez que me adelantó sin causarme el rasguño que pretendía, se dirigía ominoso contra la pareja que, perdida en su charla y dado que no venía nadie de frente, ocupaba el carril entero. La bestia, si me lo permiten, empezó a pitar desaforadamente y a dar voces para que se apartaran, mientras les amenazaba con las ruedas de su vehículo a falta de un arma más contundente.
Los dos mallorquines, sorprendidos en su buena fe, se apartaron sin alterarse pero le indicaron con tanta educación que no me fue permitido escuchar sus palabras, que era un paso reservado a peatones. El energúmeno se enfureció hasta extremos selváticos. Debería insertar aquí que me eduqué en Corea, donde las navajas eran palillos y una mirada inoportuna se saldaba en sangre. Pese a esta formación sentimental, nunca he visto el despliegue gorilesco de un animal que se creía el rey del mundo, y que necesitaba golpear a sus víctimas, aprovechando que las veía inferiores a su cuerpo esculpido en el gimnasio.
Conviene recordar que el crimen horrendo de la pareja de mallorquines, que nunca pensaron verse envueltos en esta, consistía en haber entorpecido involuntariamente la marcha de un patinete eléctrico a velocidad endiablada, en un lugar explícitamente prohibido a los patinetes. Así que no le den más vueltas, su único pecado era ser mallorquines en una isla ajena y enajenada.
A estas alturas, se había acabado el puente, y la bestia ya se encaraba abiertamente a los dos mallorquines, que en ningún caso perdieron la calma. Era un tragahombres, suelen serlo:
-Le voy a pegar una paliza a tu mujer, ya que tú no sabes cómo tratarla.
-Es una mujer.
-Pues te pegaré una paliza a ti delante de tu mujer.
(Recuerden, le habían dificultado el paso irregular a su patinete, le sobraban las razones).
-(Con voz pausada). Solo te decimos que es una zona donde no pueden ir patinetes, por eso no te hemos visto.
-Te voy a meter la po... en la boca para que te asfixies.
-No te hemos hecho nada.
-Te corto los coj,..
Y así sucesivamente, a voz en grito. La pareja de mallorquines no perdió la compostura, transmitían la educación que un día acreditó a esta isla. Aceptaban la derrota ante los bárbaros, pero se resistían a entregar la palabra pausada, el diálogo que camina hacia el acuerdo. Estuvieron en un tris de llevarse los golpes. No les agradecí solidario su conducta, los indígenas somos alérgicos a las efusiones. El deporte favorito de la Mallorca presente es humillar a los nativos, el futuro se lo pueden imaginar. Después de esta escena, no necesitamos a nadie que nos explique los resultados electorales.
Basta por hoy. En sintonía con los damnificados de las fiestas excesivas, rendimos homenaje al célebre pub Port Mahon de Oxford, en la imagen que hoy nos ilustra.
Reflexión dominical capital: «La pena de muerte no significa que haya personas que la merezcan, sino que hay personas a quienes les será impuesta».
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