opinión

El PP aprende a convivir con su vecino ultra

FOTOS | Constitución del Parlament de les Illes Balears

FOTOS | Constitución del Parlament de les Illes Balears / B. Ramon

Matías Vallés

Matías Vallés

Mallorca se adentra en lo desconocido. El PP no entregaba la presidencia del Parlament a un extraño desde Jeroni Albertí en 1987. Sostener a estas alturas el mantra «gobernar en solitario», cuestionado por el mismísimo Núñez Feijóo, requiere una fijación obsesiva más digna de Vox que de una mente racional.

El preacuerdo, acuerdo y pactos subsiguientes son lo de menos. Por primera vez, el PP ha de compartir el poder con un socio a su derecha, a su ultraderecha. Empiezas jugando con el franquismo, y acabas apacentando una camada de lobeznos extremistas en casa. Eso sí, la disciplina está garantizada, y los 34 votos de PP/Vox se depositaron con fidelidad impecable en las tres votaciones a la mesa del Parlament.

Es imposible reproducir con palabras la intensidad dramática del nuevo Parlament, aunque la mayoría de los presentes han visto El resplandor. Marga Prohens adopta decisiones inevitables para su coronación, tal vez para su supervivencia, pero es injusto descargarle todas las culpas. Ante la incapacidad de la izquierda para congregar un número suficiente de votantes, las alternativas se llaman más PP o PP más Vox.

Un alma progresista, si queda alguna dispuesta a confesarlo, ¿prefiere una mesa del Parlament con PP (3) -PSOE (2) o el PP (2) - PSOE (2) - Vox (1) que iguala a los dos partidos mayoritarios, aunque sea con un arbitraje ultraparcial? Divide y no serás tan vencido, el bipartidismo nos ha arrastrado a la encrucijada actual.

El que esté libre de tuits, que arroje la primera piedra. Gabriel Le Senne Presedo, tuitero desprejuiciado de la derecha tardofranquista y para nosotros hijo del amabilísimo ingeniero Gabriel Le Senne Blanes, ha recibido el bombardeo habitual de la izquierda en retroceso. El fenómeno obliga a regresar al género interrogatorio. ¿Se llama Vox, recuerdan, con sesenta mil votos frente a otros tantos miles de izquierdistas que prefirieron agotar el 28M en la playa?

El PP avergonzado aprende a convivir con su vecino ultra, pero la izquierda deberá recordar que la retahíla de invectivas a antiabortistas, negacionistas y taurinos no ha conmovido a las urnas. Habría que renovar el catálogo de improperios. Tampoco la desesperación progresista es buena consejera. El pecado mortal de la estirpe Le Senne consiste en imaginar que pueden arreglar el mundo con un tuit. Muy bien, coloquen a un jerifalte de Vox en un puente de la Vía de Cintura de Palma, desde donde les grita «Vivan las Islas Baleares y Visca España» a los miles de indígenas atrapados en el monumental atasco de cada dos horas. Seguro que serán aclamados, en vez de apedreados. Dios no creó a los patriotas con una tolerancia suplementaria al sufrimiento.

Prohens ha dado el primer paso para presidir un Govern en compañía de otros. Si accede a incluir a consellers de Vox, se librará del estigma de verse investida a la segunda, con el único precedente en Balears de la infausta coronación de Jaume Matas en 1996, cuando no le votaron ni la integridad de diputados de su partido.

La era Vox/PP, porque la ultraderecha okupa toda la realidad que habita, no concentra su comicidad en los tuits de Le Senne. El chiste de la semana muestra a Jorge Campos asegurando que lo han promocionado a Madrid, cuando en realidad le han ordenado que desaloje a toda prisa para que acceda al Parlament el abogado y economista que va a presidirlo.

Para certificar que se trata de un pacto Vox/PP, basta con releer el «Preacuerdo entre PP y Vox». Si lo someten al mismo chatbot injusto que determinó la fealdad de Manacor, determinará que se trata de un texto clásico de la ultraderecha moderada, pero excesivo incluso para el estómago popular de Díaz Ayuso.

El acta matrimonial de la derecha se halla tan escorada hacia Vox que propone eliminar «la obligatoriedad del requisito lingüístico», olvidando que lo requerido y lo obligatorio son redundantes. Sorprende el error en puristas del idioma único, que llegarían al extremo de no pronunciar ninguna palabra del castellano que haya salido antes de los labios de un miembro de Podemos.

En fin, la derecha vuelve a amenazar la Ley de Normalización Lingüística de Gabriel Cañellas (PP) y el Decreto de Mínimos de Matas (PP). El intento más reciente de destrozar las tablas de la ley le costaron a los conservadores una condena de ocho años al infierno de la oposición. Y Prohens lo sabe, es su mayor pesadilla.

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