Alumnos ucranianos: llevar una mochila más pesada que el resto

Unos 300 niños refugiados de la guerra de Ucrania estudian en centros de las islas | Profesores de Polonia visitarán Mallorca para conocer el sistema de acogida e inmersión

El equipo directivo del CEIP Els Tamarells, en El Arenal.

El equipo directivo del CEIP Els Tamarells, en El Arenal. / P.J.Oliver

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Tienes ocho años y tu país está en guerra. Tu madre te dice que vais a ir a ver a tu padre, que hace meses que se fue a otro país (a una isla, te han dicho) a buscar trabajo. Cuando llegáis, os instaláis en un refugio. Luego pasaréis a vivir en un hotel. Y entonces te dirán la verdad: os vais a quedar a vivir en esta isla llamada Mallorca; no volverás a Ucrania hasta que acabe la guerra y vas a empezar a ir a un nuevo colegio.

En esta situación se vieron Damir, de ocho años, y su hermano Rinatt, de once, el pasado mes de marzo. Estaban asustadísimos de ir a un colegio nuevo, les daba miedo que el profesor les preguntara algo y no poder contestar. «Yo les dije que no les preguntarían nada, que no se preocuparan», explica su padre, Timur, «su madre tenía más miedo que ellos, quedamos en que si la escuela no les iba bien, nos volveríamos a Ucrania».

Dos días después, los chavales ya estaban más tranquilos. Además de encontrar otros niños ucranianos en el colegio (algunos viven con ellos en el hotel donde les han alojado), los otros compañeros los recibieron muy bien. Algunos les saludaron diciendo «Slava Ucrayini!» (¡Gloria a Ucrania!), el lema de resistencia de su país ante la guerra, y les emocionó mucho oír eso y poder contestar «Heróyam slava!» (¡Gloria a los Héroes!).

«Estamos encantados con la bienvenida que han tenido, y muy agradecidos con los otros niños y con David», explica Timur, que se refiere a David Nicolás, director del CEIP Els Tamarells, en El Arenal.

En este colegio están acostumbrado a recibir alumnos de cualquier parte del mundo (tienen 27 nacionalidades matriculadas) en cualquier momento de curso y saben cómo gestionarlo. Además, debido a su ubicación (cerca del centro de acogida de Creu Roja en Platja de Palma) también tienen mucha experiencia acogiendo niños de familias de refugiados: comenzó a hacerlo en 2016 con los desplazados sirios y hoy lo hace con los ucranianos. Actualmente tiene una veintena de alumnos de este país.

Otras familias ucranianas, por su cuenta, también han llamado a sus puertas. «Nos buscan, saben que tenemos sensibilidad», cuenta su director. El primer objetivo con estos niños, narra, es «la acogida emocional», favorecer la adaptación y «que se sientan a gusto en el colegio», condiciones básicas para que después el aprendizaje pueda darse «en las mejores condiciones posibles».

La guerra pesa y algunos llegan «con mochilas emocionales muy grandes» y los profesores, cuenta Nicolás, tienen «siempre presente» su circunstancia vital. Por ejemplo, al empezar este curso vieron que una pregunta trivial como «¿qué has hecho este verano?» para los menores ucranianos podía esconder una respuesta dolorosa: «Estar pendiente del móvil para saber de mi familia y de las noticias».

«Algunos llegan muy bloqueados, están de cuerpo presente pero la mente sigue en Ucrania», indica, «los mayores están recibiendo mucha información constante de lo que pasa allí y algunos están aquí sin su padre, que se ha quedado allí, y eso también es duro para ellos».

La barrera idiomática «es grande» pero la tecnología, y sobre todo «San Google Translate», se convierten en herramienta fundamental. El curso pasado los centros pudieron contar con auxiliares de conversación ucranianos (el ministerio envió tres para todo el archipiélago). La Conselleria por su parte, a través de ayudas del ministerio, incorporó a tres profesores de apoyo para atender a estos alumnos y puso a disposición de los profesores material específico para favorecer la acogida y la enseñanza, además de garantizar becas de comedor y de transporte para todos estos niños.

Referente de integración

La Conselleria resalta que los centros de Balears están acostumbrados a recibir alumnado extranjero. Por eso, el sistema de acogida e inmersión lingüística está muy asentado, hasta el punto de ser referente: un grupo de 30 profesores de Polonia (país que ha recibido más de tres millones de desplazados ucranianos, con el desafío que supone eso para su sistema educativo) viajarán a Mallorca a finales de mayo para ver y aprender cómo se gestiona aquí este reto. Asistirán a sesiones formativas y después visitarán Els Tamarells para ver cómo funcionan.

Los otros alumnos pueden ser piezas clave en la integración de los menores refugiados. Cuando llegaron los primeros ucranianos el curso pasado, en Els Tamarells tuvieron la suerte de poder contar con unos aliados inesperados: los hijos de una familia rusa, que se convirtieron en un comité de bienvenida indispensable y facilitador. En los colegios no hay rivalidades geopolíticas y las únicas guerras que hay son las del patio y son de mentirijillas. «Los niños nos dan lecciones», asegura David Nicolás.

La matrícula de este alumnado está viva, hay bajas y altas continuamente. Algunas familias deciden volver a su tierra o se marchan a otro país o a la península. Otras siguen en Mallorca, pero consiguen un domicilio en otra zona o pueblo y cambian de centro. A fecha de 30 de marzo, Balears tenía 298 alumnos ucranianos repartidos en 147 centros.

El Servicio de Escolarización los distribuye priorizando que estén cerca de su lugar de residencia o que vayan al mismo centro al que acuden los hijos de las familias que los han acogido, si ese el caso, «para facilitar la integración».

La mochila de algunos de estos alumnos es, como decía el director de Els Tamarells, especialmente pesada. Algunos centros han pedido ayuda al Colegio Profesional de Psicólogos de Balears (COPIB), que hasta el pasado mes de marzo tenía un dispositivo de atención para familias refugiadas.

Recursos Pictogramas con frases útiles traducidas

Recursos Pictogramas con frases útiles traducidas

Atención psicológica

El recurso, financiado con aportaciones de varias empresas y de una fundación, fue activado en junio del año pasado y por él han pasado un centenar de personas, que han llegado derivadas desde Atención Primaria, de unidades de Salud Mental y también desde colegios e institutos.

Javier Torres, decano del COPIB, razona que la escolarización, «una inmersión de un día para otro», no ha sido fácil para muchos de estos niños: «Hemos visto casos de abandono escolar, de acoso...».

Torres señala que los centros y los profesores tienen muy buena disposición, pero algunos se han encontrado con situaciones que no saben gestionar y que requieren atención psicológica.

Los padres de estos chicos presentan problemas como ansiedad, aislamiento, duelos sin resolver o síntomas de estrés postraumático (por haber vivido en refugios mucho tiempo, por ver cómo las bombas han destrozado su casa, su escuela, su hospital...); flashbacks del duro camino de la diáspora (como viajar en un vagón de tren con la amenaza real de sufrir tiroteos y bombas durante el recorrido o la incertidumbre de no saber hacia dónde ir al pasar la frontera); problemas de convivencia y culturales al llegar aquí... y todas estas manifestaciones, indica el decano del COPIB, «tienen especial incidencia en los menores y adolescentes» ya que esta etapa de cambios hacia la madurez «se ve bloqueada o potenciada por la situación vivida».

El trauma que conlleva ser testigo de un conflicto bélico, advierte Torres, puede acarrear para los menores «graves problemas de salud mental» y a corto plazo «una elevada inseguridad, miedo al futuro y unos cambios de comportamiento» para los que los padres «tienen que estar prevenidos», señala el psicólogo, que por ello ve importante reactivar el dispositivo de atención a los refugiados lo antes posible.

En el CEIP Robines, en Binissalem, recibieron dos alumnos ucranianos a finales del curso pasado. Loli Montoro, la actual directora del centro, explica que los profesionales del centro se buscaron la vida, aprendieron cosas de su cultura y su lengua y también tiraron mucho de Google Translate.

Desarrollaron la acogida habitual prevista para los alumnos de incorporación tardía y «priorizaron la adaptación sobre el contenido». Y eso supone confeccionar un plan especial según sus demandas, diseñar actividades específicas de tipo lúdico, aplicar dinámicas de cohesión y presentaciones con el resto de la clase... y también flexibilizar contenidos y horarios para que no acaben sobrecargados. Y es que al poco de estar escolarizados los profesores de Robines descubrieron que por la tarde, cuando llegaban a sus casas de acogida, estos chicos continuaban la jornada lectiva porque seguían haciendo clases online con sus escuelas de Ucrania.

Los hijos de Timur también se conectan por la tarde con sus escuelas y siguen las clases por internet. Lo hacen así porque sino cuando vuelvan a su país los menores tendrán que repetir los cursos que hayan estado fuera. «No queremos que pierdan el ritmo», indica este padre.

Su hijo Rinatt, el de once años, participa en videoconferencias con sus antiguos compañeros y «lo pasa mal» cuando ve lo que hacen sus amigos y que él se está perdiendo: «Le digo que sé que es duro, pero que hay cosas que no hay más remedio que aceptar». Timur acepta la realidad, pero también se muestra positivo y cree que el fin del conflicto no está lejos. El documento de identidad que España le ha dado como refugiado expira en marzo de 2024 y él está convencido de que no tendrá que renovarlo.

Tanto la UE como el ministerio de Educación y la Conselleria han confeccionado y recopilado materiales para facilitar la acogida de estos estudiantes así como el aprendizaje, como pictogramas con frases útiles traducidas.

Suscríbete para seguir leyendo