SANIDAD

Una madre mallorquina relata el calvario que ha pasado: «Llevo un mes y medio lavando ropa sin parar por la sarna»

Una madre mallorquina relata el calvario que ha pasado en los últimos 3 meses por esta enfermedad y lamenta que los colegios no impidan acudir a los infectados

Los característicos granitos sintomáticos de que se padece sarna

Los característicos granitos sintomáticos de que se padece sarna / Diario de Mallorca

I. Olaizola

I. Olaizola

Nuria Fernández está viviendo su particular calvario con la sarna desde que a principios del pasado mes de diciembre se percató de que a su hijo adolescente de dieciséis años le habían salido unos granitos en el pene.

«Fuimos al centro de salud y le dieron un tratamiento para el herpes. Mejoró algo pero volvieron a aparecer y le volvieron a tratar como si fuera un herpes», comienza.

Al cabo de poco tiempo, toda la familia se embarcó en un crucero. «Allí una sobrina mía acertó con el diagnóstico a la primera, nada más ver a su primo. Es sarna, me dijo sin ningún género de dudas al ver los granitos que ya le habían salido en las manos. A la vuelta del crucero, mi hijo ya estaba fatal», continúa.

Los médicos confirmaron la apreciación de la sobrina y toda la familia comenzó, a ponerse crema y Nuria, además, a poner lavadoras: «Me he pasado mes y medio lavando ropa sin parar como una loca. La lavadora echaba humo», comenta.

Siguieron el tratamiento fielmente durante tres días e incluso combinaron la crema con las pastillas. Todo fue inútil.

«Tras el niño, empezó mi marido y luego caímos mi otro hijo de trece años y yo», completa.

Como los picores persistían, comenzaron a desconfiar de los profesionales de su centro de salud y recurrieron a un dermatólogo privado. «Nos dijo que era una barbaridad que nos hubieran prescrito que nos pusiéramos crema durante tres días seguidos porque te destroza la piel», recrimina.

Por el contrario el especialista de la privada les recetó fármacos en función de su peso corporal tras comprobar con su dermatoscopio que toda la familia continuaba infectada. «Tomábamos la pastilla por la noche y a la mañana siguiente, otra vez a lavar toda la ropa a 60 grados. Y a la semana siguiente, a repetir esta misma operación», recuerda con amargura Nuria.

Su obsesión con la limpieza ha llegado a tal punto que ya ha optado por llenar su coche de ropa e ir a una lavandería industrial para proceder a su lavado a altas temperaturas.

El quebranto económico que le está ocasionando el tratamiento de esta enfermedad en teoría pueril ya es importante entre el coste de la lavandería y el de las cremas y fármacos prescritos por el dermatólogo privado que, en un principio, el Servei de Salut rechazó financiárselos al haberlos recetado un profesional ajeno.

«Ya hemos hecho tres tomas de pastillas y ahora parece que a mi hijo adolescente le están volviendo a salir granitos. Y el problema es que a esa edad van juntos en moto, se cambian la ropa, beben de los mismos vasos... Pero mi sorpresa mayor fue cuando me enteré por muchas madres que... ¡sus hijos también la habían pasado! Pero a diferencia de lo que hice yo, que informé a todos nuestros contactos estrechos de que teníamos sarna, a mi nadie me llamó para decírmelo. Tampoco existe ningún protocolo en los colegios que te impida llevar a tu hijo con una enfermedad tan contagiosa. Ni tan siquiera al principio de la infección», se indigna.

«Empezamos en diciembre y creo que ya estamos en la recta final a la que hemos llegado tras mucho trabajo», concluye esta madre revelando que, como secuela, aún se muestra reacia a darle la mano a nadie por temor a contagiarle.