OPINIÓN

Socavón electoral

La acumulación de lluvia provocó el hundimiento del asfalto frente a la sede de la antigua Sa Nostra.

La acumulación de lluvia provocó el hundimiento del asfalto frente a la sede de la antigua Sa Nostra. / Bernardo Arzayus

Matías Vallés

Matías Vallés

No ingresará en la historia como el año de la gran nevada, sino del gran socavón. A 90 días de las elecciones, se ha abierto una urna gigantesca en el centro de Palma, para que la ciudad vote y suministre de paso a toda España una imagen humillante con la que inundar sus portadas.

Las facturas del socavón electoral en las Avenidas se pagarán el 28 de mayo, pero los palmesanos atrapados ayer por la mañana en sus coches dispusieron de una larga hora para reflexionar sobre el sentido de su sufragio. Disfrutaron de un atasco gigantesco gracias a Cort, que no creyó necesario ni conveniente advertir a sus ciudadanos del colapso por afloramiento de las antiguas murallas.

Los afectados por el socavón electoral han protagonizado el sondeo más exacto, pero componen una porción mínima de la expectación despertada. Palma se hunde en todos los medios informativos, la imagen que seguramente se deseaba transmitir como síntesis del mandato actual. Hila interrumpió la tala de árboles en las Ramblas y se asomó a la fosa para cumplimentar el aforismo de Nietzsche. «Si miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada».

El alcalde no contemplaba en un hoyo el pasado fortificado de la ciudad, sino su futuro personal inmediato. La injusticia del «piove, porco Governo» no exime a los gobernantes de las consecuencias de los desastres naturales. En la metáfora del socavón electoral, la Palma antigua se revuelve contra el maltrato, más Ciutat de Mallorca que nunca.

Palma muestra sus vergüenzas, se desentraña mientras la UIB debate si el techo caído sobre su cabeza era falso o auténtico, culpando a los estudiantes de hallarse en el campus mientras las sedes facultativas demostraban su escasa solvencia. En Turquía han encarcelado a constructores por los edificios asesinos del terremoto, aquí los trece muertos de Sant Llorenç obedecen a un capricho de la divinidad.

No habrá reconocimiento de culpas hoy mismo, el día de la Autonomía incompleta pero repleta. Mucho menos se esbozará un propósito de la enmienda, o se delimitará alguna responsabilidad. Por tanto, hay que examinar el boquete de la ciudad exhausta en los términos numéricos que impuso la pandemia, ¿cuántos políticos caben en un hoyo de ocho metros de diámetro?

Los actos de la Diada debieron trasladarse del Parlament frígido al socavón electoral, que inesperadamente convirtió ayer a Palma en una comunidad porque todos hablábamos de lo mismo. Hila asomado al abismo no basta para conjurar la maldición que trajo la nieve. El Govern entero debe situarse en corro alrededor del monumental agujero, de la mano de hoteleros, sindicatos y sociedad civil de pago. Con el conjunto iluminado por los faros de sa Feixina, otro símbolo de la legislatura.

Palma ha pasado a ser en toda España la ciudad del socavón electoral. El Ayuntamiento presume de que remendará el costurón así que pase una semana. Puede, pero en tres años ha sido incapaz de reponer un modesto escudo de piedra sobre un portalón de la sede consistorial. Solo se muestra eficiente y ejecutivo contra el arbolado.

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