El PSOE no descarta el triunfo de la izquierda en Baleares si los socios conservan sus porcentajes

El PSOE estatal se ha resignado a la evidencia de que el PP será la fuerza más votada en Balears

Armengol y Sánchez, a falta de decidir si el PSOE estatal refuerza al balear como en 2007, o lo hunde como en 2011.

Armengol y Sánchez, a falta de decidir si el PSOE estatal refuerza al balear como en 2007, o lo hunde como en 2011. / MONCLOA/FERNANDO CALVO

Matías Vallés

Matías Vallés

«Es muy complicado, pero no está descartado en absoluto». Así se resume la opinión de Ferraz sobre la continuidad en Balears de un Govern de matriz socialista. La situación difícil pero no desesperada, siempre en las previsiones del PSOE estatal, ha sido transmitidas con precisión esta misma semana desde Madrid a sus dirigentes locales.

Ferraz impone una cláusula capital para mantener a Francina Armengol en el Consolat, que los socios del Pacto conserven sus porcentajes actuales. En último extremo, se confía en la muleta de El Pi. Este pronunciamiento oracular obliga con menor intensidad a un Més estabilizado que a Podemos, la principal fuente de tribulaciones socialistas en la docena de comunidades sometidas a escrutinio el 28M. La incógnita se desplaza del comportamiento del votante socialista a la dificultad extrema de que los aliados no sufran un retroceso.

Ferraz asume que el PSOE por sí solo resultará insuficiente para mantener el Govern, y a nadie se le escapa la dificultad de que Podemos posea la energía suficiente para apuntalar a los socialistas. El pronóstico de que mantendrá sus seis diputados actuales exige un optimismo antropológico. Incluso los datos esperanzadores, como una subida de Més per Menorca, conlleva el desfallecimiento de la fuerza creada y todavía apadrinada por Pablo Iglesias. En este escenario, la continuidad del Pacto queda en entredicho.

El punto más acusado de convergencia entre Génova y Ferraz sobre Balears corresponde a la liquidación de Ciudadanos, una formación descartada por los grandes partidos para obtener ni un solo escaño. En cuanto al reparto del botín, ambas sedes centrales coinciden en que los cinco diputados de la fuerza encabezada en la actualidad por la afanosa Patricia Guasp se van al PP. Este deslizamiento masivo no se ve compensado por los votos de derecha que pueda arrebatar la lista residual naranja a los populares.

El hundimiento de Ciudadanos posee un impacto psicológico notable, porque cancela la superioridad del PSOE sobre el PP en 2019, la única ocasión en que se invirtió la tónica dominante en las ocho elecciones anteriores. El marcador actual, favorable a los socialistas por 19 a 16, sufrirá una inversión que obliga a un comportamiento ejemplar de los aliados. Los populares se sitúan de entrada por encima de la barrera de la veintena de escaños, aparte de su impulso propio.

Ferraz, el PSOE balear y la propia Armengol están resignados a la evidencia de que el PP será la lista más votada al Parlament en mayo. Su esperanza radica en que la suma de la derecha con Vox no alcance la mayoría absoluta de treinta diputados. De nuevo, el crecimiento de la ultraderecha debe ser atenuado por El Pi, con la colaboración de la pésima imagen de Jorge Campos, frente a un Fulgencio Coll que no genera tanto rechazo en Palma.

Ningún partido va a dar públicamente por perdida una comunidad a tres meses de las elecciones, cuando ni los sondeos más estridentes aportan diez puntos de diferencia entre PP y PSOE. Pese a las encíclicas de Ferraz, el resultado de mayo no depende exclusiva ni siquiera principalmente de Balears. La caída del penúltimo Pacto de Progreso en 2011 se produjo por el efecto de arrastre del naufragio del Gobierno de Zapatero en Madrid.

Las cúpulas madrileñas de ambos partidos emplean un método de filtración. Si se tambalean feudos socialistas tan característicos como Asturias o Extremadura, es previsible el desplome del segundo nivel, donde figuran Balears o Valencia. Y si alguien recuerda el nombre de los candidatos socialistas al ayuntamiento y la comunidad de Madrid, sabrá apreciar la fe que deposita la izquierda en la reconquista de la capital en sus distintas configuraciones. Otra coincidencia con Génova.

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