Primer año de éxodo ucraniano en Mallorca: regresar o echar raíces

Eligieron la isla para huir de las bombas rusas y hoy se debaten entre volver a su país o permanecer en la isla en la que han encontrado trabajo, han escolarizado a sus hijos y han aprendido el idioma

VÍDEO | Los refugiados ucranianos en Mallorca hacen balance tras un año de guerra

M. Mielniezuk

Jaume Bauzà

Jaume Bauzà

El éxodo ucraniano en Mallorca tiene voz de mujer. Empezó hace un año, cuando Rusia invadió a su país vecino y desató una guerra que, parecía, no iba a durar mucho. Pero el próximo viernes cumple su primer aniversario entre la resignación de los ucranianos que buscaron refugio en la isla. Hoy se debaten entre prolongar su estancia y aprovechar la temporada turística para trabajar y ayudar a sus familias en Ucrania o regresar.

Una de las que desoja la margarita es Viktoriia Zhbadynska. Fue una de las primeras en llegar a Mallorca, el 26 de febrero. «Estudiaba Ingeniería de Construcciones y había empezado a trabajar. Estaba empezando mi carrera, era feliz y tenía mucha motivación, pero todo se rompió. Tuve que volver a empezar una vida nueva aquí. Ahora pienso en volver porque Mallorca es muy difícil para vivir y para trabajar. Es una isla muy bonita, pero creo que no es para mí», explica esta joven.

Es originaria de Lviv, en el oeste de Ucrania, lejos del frente y de las bombas. Pero las primeras detonaciones la persuadieron de salir y Mallorca estaba en su radar desde que vino a visitar a su madre, que trabajó un verano en la isla. «Pensaba que iban a ser dos o tres meses. ¿Una guerra en 2022? Me parecía imposible», evoca Zhbadynska.

Primer año de éxodo ucraniano en Mallorca: regresar o echar raíces

Liza Krasnolutska, con su madre y una de sus hermanas. / Jaume Bauzà

Empezó alojándose en el hotel Bellver, que se abrió para acoger a la primera oleada de refugiados que llegó a la isla. Llegó a pagar 800 euros por una habitación en Magaluf y ha trabajado en un hotel y en un restaurante. «Vivir y trabajar en la hostelería en Mallorca es muy duro. En mi país decimos que si tienes dos manos y dos piernas no necesitas ayuda, pero a veces necesitas apoyo mental», relata esta joven.

La guerra también ha cambiado la vida a Elena Smaga. «Hasta hace poco vivía feliz en Ucrania. Kharkiv, mi ciudad natal, era la más bonita del país. Tenía una familia, una casa de campo, un coche y un trabajo. Y mis hijas iban a los mejores centros educativos para formarse», introduce esta abogada ucraniana que llegó a Mallorca en abril con sus padres y sus dos hijas de 5 y 10 años. Kharkiv [Járkov] es una de las ciudades más castigadas desde el inicio de la guerra. Atrás quedó su marido «defendiendo a su amada patria», subraya.

«El 24 de febrero de 2022 el tiempo se detuvo para mí. Mis sueños se vinieron abajo, como miles de edificios de Kharkiv. Mi corazón se quemó, como nuestro piso de las afueras, y mi vida se dividió entre antes y después de la guerra», explica Smaga en el piso del centro de Palma que habita con su familia de forma temporal.

Viktoriia Zhbadynska, refugiada ucraniana en Mallorca.

Viktoriia Zhbadynska, refugiada ucraniana en Mallorca. / B. Ramon

Recuerda que su familia pasó las primeras noches de la guerra refugiada en sótanos «entre tarros de pepinos, ratas y sacos de patatas», atemorizados por el estruendo de las bombas y de los cazas rusos. «Es aterrador cuando sobrevuelan tu casa, te paraliza de miedo. En ese momento tomamos la decisión de abandonar nuestra ciudad», afirma.

Atravesaron Ucrania de este a oeste en coche, pasaron por Cracovia, Praga, Nuremberg, Estrasburgo, París, León, Barcelona y, finalmente, Palma. «Cuando estábamos buscando alojamiento nos escribieron los fundadores de la ONG ‘UR Mallorca’ y nos dijeron que había una casa en Mallorca en la que podíamos vivir. Hemos residido en Sant Joan, Santa Ponça y ahora en Palma. Siempre hemos recibido mucha ayuda, también de las asociaciones Amar Ucrania y Sal y ayuda», agradece Smaga.

Estaba convencida de que su refugio en Mallorca no se prolongaría más allá del pasado septiembre, pero tanto ella como sus padres han asumido que la guerra se alargará y ha decidido escolarizar a sus hijas en un colegio de Palma. También seguirán con las clases on-line en un colegio de Ucrania. «Echamos de menos a nuestra familia y nuestro modo de vida, pero por desgracia aún no es posible volver», subraya Smaga.

«Elegimos el mejor lugar para alejarnos del horror que está ocurriendo en Ucrania. No solo por la naturaleza, el mar y el sol, sino sobre todo por todos los que nos han apoyado y nos han abierto sus corazones», añade.

Elena Smaga con sus padres y sus hijas, vestidas con trajes típicos de Ucrania.

Elena Smaga con sus padres y sus hijas, vestidas con trajes típicos de Ucrania. / B. Ramon

«Imposible volver»

También la familia de Liza Krasnolutska ha asumido que tendrá que permanecer en Mallorca por tiempo indefinido. Es la mayor de cinco hermanos. En marzo desembarcaron con su madre en Ibiza huyendo de las bombas rusas y en noviembre se instalaron definitivamente en Mallorca. «Somos de Cherníhiv, una zona muy complicada en la que hay rusos y bielorrusos muy cerca. No podemos volver, es imposible», señala esta joven.

Ha trabajado en un restaurante de comida rápida y ahora lo hace en una cooperativa agrícola. «Soy la única de mis hermanos que trabaja porque son pequeños. Ellos van a la escuela y poco a poco estamos aprendiendo español. Queremos intentar vivir aquí. Allí hay guerra, y nosotros solo queremos trabajar, estudiar y llevar una vida lo más tranquila posible», dice resuelta Krasnolutska.

Esta familia se aloja en el hostal Sorrento, habilitado el pasado mes de octubre para acogerles. Y como todos los refugiados ucranianos, tratan de sobrellevar el día a día con las malas noticias que llegan a diario de su país, donde amigos y familiares están expuestos a la guerra. «Nos llegan noticias muy preocupantes. Allí está mi padre, hay abuelos, amigos... Es muy difícil», zanja esta joven.

Krasnolutska es voluntaria en el reparto de bolsas de comida que cada viernes la asociación Amar Ucrania distribuye a unas 140 familias refugiadas en Mallorca. «Ha sido un año muy duro para todos ellos. La mayoría son mujeres con niños que de un día para otro se han encontrado en otro país. Ha sido muy difícil, pero se han adaptado poco a poco», valora Anastasia Kvach, presidenta de Amar Ucrania.

Dice que su vida también cambió aquel 24 de febrero de 2022 porque de inmediato tuvo que empezar a socorrer y orientar a muchos compatriotas que dejaban toda una vida atrás. «Aunque la guerra ya casi no esté en los informativos, sigue siendo nuestro día a día. Aquí les ayudamos con traducciones, les informamos sobre los servicios sociales a los que pueden acudir y cómo escolarizar a sus hijos», señala Kvach, que enfatiza: «En Mallorca ya han nacido muchos niños de ucranianos».

Asimismo, advierte de que siguen llegando refugiados a Mallorca de las zonas más directamente afectadas por el conflicto, y pide que los residentes no se olviden de ellos.

Hace un año grupos de mallorquines, en colaboración con la ONG Per Ells, organizaron convoyes para viajar hasta la frontera ucraniana, llevar ayuda humanitaria y traer a Mallorca a refugiados. Inicialmente se quedaron con familias de acogida mallorquinas, aunque la mayoría de ellos han regresado a su país.

Los familiares, casas y negocios que quedaron atrás, y el hecho de que la guerra esté focalizada en zonas determinadas, ha persuadido a muchos de volver.

Más de 3.000 ucranianos han solicitado la protección temporal en Balears este año

Desde que la invasión rusa de Ucrania dio inicio la Delegación del Gobierno en Balears 3.169 solicitudes de protección temporal por parte de ucranianos, trámite necesario para tener un permiso de residencia, trabajar y, ‘de facto’, tener los mismos derechos que cualquier español. En todo caso, una parte de refugiados puede haber residido en las islas sin necesidad de haberlo solicitado.

Asimismo, el Gobierno les concede una ayuda de hasta 400 euros al mes. Por otro lado, hay un total de 298 niños ucranianos escolarizados en Balears, de los que 256 residen en Mallorca.

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