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«¿Toda la culpa es de Putin, o pasó algo antes que no sabemos?»

José Luis Dicenta (Palma, 1937) ha sido embajador de España en Perú, Checoslovaquia, Colombia, México, Italia, San Marino y ante la FAO, homenajeado en Argentina por su labor con los desaparecidos de la dictadura. Fue secretario de Estado para Latinoamérica con Felipe González

José Luis Dicenta

José Luis Dicenta

Matías Vallés

Matías Vallés

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Cuándo se jodió el Perú, donde fue embajador?»

En Perú nunca han dejado de estar jodidos los de siempre, y los otros son los propietarios del país. La desigualdad, la pobreza y el racismo no han cambiado desde la independencia. Y si me preguntas cómo veo el futuro,...

¿Cómo lo ve?

No lo veo, en otros sitios surgen milagros y líderes de izquierda, como Gabriel Boric en Chile. En Perú solo hay una confrontación entre el presidente y el Congreso, lo más sólido es el antifujimorismo.

¿En Perú quieren a Mario Vargas Llosa?

El Perú blanco quiere a Mario Vargas Llosa, que lo simboliza incluso en su estampa física, pero no es la persona que quieren los indígenas, que prefirieron a Fujimori.

«Veremos qué acaba pasando», me dijo en plena primavera árabe.

Y fíjate lo que ha sucedido en Túnez, donde un señor ha barrido con todo lo que estaba escrito.

¿Cuántos días le daba a Zelenski frente a Putin?

Nunca creí que el conflicto durara poco, y nadie me ha sacado de mis dudas sobre la figura de Zelenski ni sobre la verdadera razón de la guerra. ¿Toda la culpa la tiene Putin, o pasó algo antes que no sabemos?

Ya tenemos una ultraderecha homologable en España.

Desde un principio lo vi con preocupación, frente a quienes sostienen que «es un partido más» o que «aquí no pasa nada». Discrepo, es un importante fenómeno global.

Ni su experiencia con Berlusconi y Gadafi le permitió presagiar a Trump.

Nunca imaginé a un Trump para Estados Unidos, pero he trabajado allí dos veces, en Nueva York y Los Ángeles, y no entendía que se nos pusiera como el modelo a imitar. Tenía agujeros y gordos, que se advertían viviendo allí y que hoy están a la vista. Y si la democracia USA se va al garete, nos vamos todos detrás.

¿Pensó en una Giorgia Meloni cuando fue embajador en Roma?

Cuando me fui de Roma, nunca pude sospechar que gobernaría alguien como Meloni. Al contrario, pensé que el Partido Democrático se asentaría y consolidaría, aproximándose a las fuerzas centristas. En Italia contemplé la ilusión y entusiasmo ante la llegada de Zapatero al poder en España. En aquellos momentos no les disgustaba la imagen de un Zapatero bis en Italia.

Berlusconi fue el padre de todos los gobernantes radicales.

Coincidí con Berlusconi siendo embajador, y se rodeaba de gente que muy probablemente votan hoy a Meloni. Su ministro de Exteriores era Gianfranco Fini, un neofascista clásico.

‘Argentina, 1985’ puede ganar el Goya y el Oscar.

Ojalá, porque no solo está bien dirigida y magníficamente interpretada por Ricardo Darín, también describe a la perfección el ambiente del Buenos Aires que viví cuando me tocó ocuparme de los desaparecidos. Cristina Kirchner se acordó siendo presidenta de las dos personas que intervinimos, y me dedicó un acto de reconocimiento muy emotivo en el Senado argentino en 2016.

Fue usted director general en el primer Gobierno de izquierdas de la España contemporánea.

Fui nombrado director general jefe de gabinete de Fernando Morán, en el primer consejo de ministros del primer Gobierno de izquierdas, en diciembre de 1982. Lo recuerdo con la nostalgia de una época apasionante, junto a un ministro que pese a los chistes tenía una cabeza extraordinaria.

¿Un diplomático puede desear la liberación de Assange?

He firmado la petición, porque ahora soy un señor jubilado. Es injusto lo que se está haciendo con alguien que ha puesto en entredicho la ética de la política. Con su encarcelamiento se intenta amedrentar a los periodistas, señalar lo que no deben publicar.

¿Por qué hay tantos diplomáticos mallorquines?

Para compensar que antes no había ninguno. Cuando entré, los únicos eran Guillermo Nadal, tío de López Nadal, Felipe Alcover y pare usted de contar. Después llegó Jorge Dezcallar, y ahora son tantos que ni los conozco a todos.

¿El carácter mallorquín invita a la diplomacia?

En todo caso, el apego del mallorquín a su tierra dificulta la dedicación a una profesión que te obliga a viajar. Me decían que «cómo puedes vivir fuera de Mallorca siendo mallorquín», cuando lo raro para mí es que ellos se hubieran pasado toda la vida sin salir de la isla.

¿Guarda muchos secretos?

Guardo algunos de mi vida profesional, y prefiero que se vengan conmigo a la tumba. Pocos son de gran importancia, pero hay alguno de cierta relevancia. Si son secretos, hay que mantenerlos así.

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