Obispos de casa para Baleares

Con la designación de Gerad Villalonga para Menorca las tres diócesis del archipiélago pasan a ser regentadas por isleños, pero Mallorca es la única que no tiene prelado local

El obispo de las Pitiusas, Vicente Ribas. / El obispo de Menorca, Gerard Villalonga. / El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull.

El obispo de las Pitiusas, Vicente Ribas. / El obispo de Menorca, Gerard Villalonga. / El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull. / Toni Escobar / Conferencia Episcopal / Obispado de Mallorca

Llorenç Riera

Llorenç Riera

El conjunto de la Iglesia de Baleares experimenta estos días un inusual movimiento de mitras asociado a las incertidumbres y especulaciones propias de los ambientes eclesiásticos. Dos factores confluyen sobre esta situación, las condiciones personales de quienes están al frente de ella y la política vaticana en cuanto a la elección de obispos. Con el nombramiento, ayer, de Gerard Villalonga como nuevo prelado de Menorca se produce una circunstancia que probablemente no tiene precedentes en la historia eclesiástica del archipiélago. Por primera vez los tres obispos titulares de las diócesis de Baleares han nacido y han ejercido como sacerdotes en el archipiélago, con la salvedad de que el de Mallorca, Sebastià Taltavull, es el único que no gobierna la diócesis de origen. El ibicenco Vicente Ribas Prats es obispo de Eivissa y Formentera desde el 4 de diciembre de 2021 y Gerard Villalonga lo será de su Menorca natal a partir del próximo 22 de abril cuando sea ordenado como tal en la catedral de Ciutadella por el nuncio Bernardito Auza. Como es sabido, Taltavull es menorquín y el pasado 28 de enero, día en que cumplía 75, presentó su preceptiva renuncia como obispo de Mallorca. Este trámite no tiene por qué significar su cese próximo al frente de la diócesis mallorquina, pero abre toda una serie de posibilidades y ninguna seguridad en cuanto a su continuidad, sobre todo después de los cambios que acaban de producirse en el gobierno vaticano.

El pasado 30 de enero el papa Francisco situó, contra todo pronóstico, a Roberto Francis Prevost al frente del Dicasterio de los Obispos. Se trata de un religioso agustino nacido en Chicago y que ejercía como obispo en Perú. Su nombramiento acaba con la larga etapa del todopoderoso cardenal Oullet, que desde 2010 se encargaba de la llamada «fábrica de obispos». El perfil de ambos eclesiásticos hace suponer cambios de criterio en cuanto a las características de los nuevos prelados, pero eso siempre forma parte del sigilo vaticano.

En todo caso, el relevo inmediato de Taltavull, que en ningún caso se puede descartar, comportaría un alto grado de sorpresa. Los planes pastorales trazados por él y su modo de obrar hacen pensar que el mismo, de producirse, sería el primer sobresaltado. Cosa diferente es lo ocurrido con su predecesor, Javier Salinas. Por razones de edad, Salinas presentó la renuncia como obispo auxiliar de Valencia apenas una semana antes que Taltavull y anteayer mismo le fue aceptada por el Vaticano. A nadie se le escapa que esta rápida decisión puede estar vinculada de forma directa con la marcha de Salinas de Mallorca, por la puerta de atrás, después de su controvertida relación con Sonia Valenzuela. La Curia Romana siempre escribe, y decide, con renglones torcidos.

Todo esto ocurre precisamente cuando se cumple un año del fallecimiento de quien, según muchas quinielas eclesiásticas, nunca confirmadas, estaba destinado a ser obispo de Mallorca, el llucmajorer Antoni Vadell. También ayer fue nombrado su sucesor como obispo auxiliar de Barcelona. Se trata de David Abadías Aurín, un teólogo barcelonés afincado en Terrassa y que hasta ahora ha sido decano de la Facultad Antoni Gaudí de Arqueologías y Artes Cristianas del Ateneu Sant Pacià. El recuerdo de Vadell permanece latente. En este primer aniversario de su óbito se han sucedido varios homenajes en su memoria. Mallorca no ha tenido obispo originario de la isla desde los tiempos de Josep Miralles, quien estuvo en La Seu entre 1930 y 1947.

Sea como sea, el peso de la actualidad eclesiástica balear debe centrarse sobre el nombramiento de Gerard Villalonga y sus repercusiones. Su elección episcopal viene a ser la confirmación de un cargo que ha venido ejerciendo de facto aunque sin poder tomar las decisiones personales propias del gobierno de un obispo. Ha sido el administrador diocesano después de los traslados a Lleida y Solsona, respectivamente, de los obispos Salvador Giménez y Francesc Conesa. Es, sin duda, el sacerdote más conocido de Menorca, diócesis en la que también ha ejercido como vicario general en distintas etapas. Su edad, 64 años, hace presuponer un periodo de estabilidad en una diócesis menorquina caracterizada por la interinidad. Villalonga es licenciado en Derecho Canónico con posgrado en jurisprudencia, lo cual le ha llevado a ejercer también como juez eclesiástico, cargo que ha extendido hasta Mallorca. Él fue el designado para presidir el tribunal que juzgó y condenó al pederasta Pere Barceló. Pero la relación de Villalonga con Mallorca viene de lejos. Estudió magisterio en Palma y después, haciendo el servicio militar en Astorga, con 24 años, decidió entrar en el seminario.

La elección episcopal del actual administrador diocesano de Menorca abre una última posibilidad no reconocible y nada oficial, la de la puesta en práctica de la provincia eclesiástica balear promovida y fallida en tiempos del obispo Úbeda en Mallorca. Los tres episcopados de las islas están adscritos a la archidiócesis de Valencia, pero con tres obispos autóctonos se agranda el margen para intercambiar doctrina y trabajo para territorios afines en tiempos de declive eclesial, eso a pesar de las diferencias de talante y recorrido biográfico. Gerard Villalonga transmite la imagen de hombre serio y calculador, comedido en sus palabras y riguroso en la expresión. Su primer mensaje tras el nombramiento así lo confirma. El conocimiento recíproco con Sebastià Taltavull es pleno a partir del origen menorquín de ambos. No se aprecian afinidades especiales entre ellos, pero si la suficiente habilidad y experiencia para trabajar de forma conjunta y con el ibicenco Vicente Ribas.

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