ANÁLISIS

Podemos dobla en Baleares sus resultados en el resto de España

La estabilidad del partido situado a la izquierda del PSOE es clave para la continuidad de un Govern presidido por Armengol, que no puede presumir de rebañar a los huérfanos de la erosión de sus vecinos

Francina Armengol, Yolanda Díaz, Irene Montero y Juan Pedro Yllanes, la semana pasada en Palma.

Francina Armengol, Yolanda Díaz, Irene Montero y Juan Pedro Yllanes, la semana pasada en Palma. / Guillem Bosch

Matías Vallés

Matías Vallés

Un jacobino tan poco sospechoso como Josep Borrell fue el primero en establecer categórico que el PSOE no volvería a gobernar sin un báculo a su izquierda, en aquel momento encarnado por Podemos. El partido fundado por Pablo Iglesias no atraviesa su mejor momento, pero su estabilidad resulta decisiva para la continuidad de un Govern presidido por Francina Armengol. Pese a sus fuerzas menguantes, el aliado de los socialistas ha venido obteniendo en Baleares unos resultados sin parangón en otras geografías desde su creación en 2014, hasta doblar ahora mismo la media española de la formación.

Podemos irrumpe en las elecciones europeas de mayo del 2014, con cinco inesperados europarlamentarios. Desconocido por la mayoría de votantes, obtiene en la tradicionalista Baleares un asombroso 10,3 por ciento de los votos, caracterizados por una acentuada presencia de la part forana mallorquina. Este porcentaje es muy similar al de Canarias (11%), y se mueve incluso en el rango de Madrid (11,45%), pese a la extracción netamente madrileña de los líderes del partido y a los experimentos previos en Rivas Vaciamadrid. Solo Asturias (13,6%) supera con rotundidad la implantación mallorquina de la formación, y es la única región que todavía conserva este diferencial.

La sorpresa inicial de Podemos no solo se consolidó en el marcador electoral balear, sino que se ha plasmado en una consistencia sin rival en otras regiones del Estado. La formación de izquierda radical afronta su primer reto autonómico un año después de las europeas. En aquel mayo de 2015 compite en el flanco progresista con los datos inscritos en piedra desde antiguo por Més. Aun así, la formación de Iglesias arrastra un 14,7 por ciento de los sufragios. Adelantó a Canarias (14,5%), y solo Aragón (20,5%), Madrid (18,7) y de nuevo Asturias (19%) plasman un perfil más favorable. Se observa que la desventaja solo se presenta frente a algunas de las regiones que no cuentan con fuerzas soberanistas en disputa del mismo espacio. La comparación más fiable se establece con la Comunidad Valenciana, con la figura de Compromís en el ámbito de Més. En el ascenso al poder de Ximo Puig para los socialistas, Podemos se detuvo en un 11,2 por ciento en la región levantina, tres puntos por debajo de Baleares.

La vigencia del fenómeno Podemos en Baleares supera en importancia a sus orígenes. Iglesias llegó a encabezar en 2015 la fuerza con mejores perspectivas de erigirse en la lista más votada. La aparición de Ciudadanos al grito financiero de «hace falta un Podemos de derechas» y el retorno de Sánchez estancaron a los morados, de nuevo con la excepción del archipiélago.

Podemos se presentó en 2019 por segunda vez a unas autonómicas. No había asumido cargos ejecutivos, pero el declive estatal contrasta con su permanencia en el tablero balear. Fue la cuarta fuerza en litigio, con un 9,7 por ciento de las papeletas, en el rango de su resultado inaugural de 2014. Quedó además por encima de Més (9,2%), si bien la suma de ambos partidos ya no podía tutear a la lista dominante de Armengol, que por primera vez en la historia colocaba al PSOE por delante del PP en unas generales.

Los datos de Podemos en las pasadas autonómicas no son espectaculares en sí mismos, pero adquieren un valor adicional al compararlos con los obtenidos por la formación en otras regiones, tras el cisma demoledor de Íñigo Errejón. En Aragón se quedó en un 8,1 por ciento, menos de la mitad del 20,5 de 2015. En Extremadura se comprimió a un 7,2, el 6,8 de La Rioja casi dividía por la mitad el 11,2 previo, también en Castilla-La Mancha se retrocedía a un 6,9. Baleares doblaba el 4,9 de Castilla y León, el 5,5 de Murcia o el 5,6 madrileño tras la escisión letal de Más Madrid.

De nuevo con la excepción de Asturias (11,1%), una región sin una fuerza nacionalista de izquierdas, Podemos reafirmaba a Baleares como la comunidad donde sus propuestas tildadas de populistas gozaban de una mayor aceptación. Esta evolución define la importancia para la izquierda de matriz socialista de salvar los muebles de Podemos, que ha atrapado un voto procedente además de la marginalidad política.

Con los precedentes de Madrid, Castilla y León o Andalucía, se da por garantizado que el PP absorberá íntegro el caudal de votos de Ciudadanos en las autonómicas, con los restos para Vox. Ni siquiera la elevación de Patricia Guasp a un papel decorativo, visto el protagonismo copado por Inés Arrimadas y Begoña Villacís, provocará una melladura apreciable en las expectativas del PP balear para el próximo 28 de mayo. En cambio, el PSOE no puede presumir de rebañar a los huérfanos de la erosión de Podemos, por lo que los socialistas son los primeros interesados en mantener a sus vecinos en respiración artificial. Por contra, Més se presenta estabilizado hasta un nivel flemático, con la posibilidad de un escaño adicional en Menorca y sin variación de sus constantes vitales en Mallorca.

El riesgo para la izquierda de una implosión de la invención de Iglesias se aprecia mejor al detectar la evolución del partido en las generales. En el último registro, correspondiente a las parlamentarias de noviembre de 2019, el partido dobló en Baleares sus resultados estatales, con un 18,3 local frente al 9,8 global. Estos porcentajes se tradujeron en dos de los 35 diputados de la formación. Si hubiera mantenido un fuelle sincronizado en toda España, se habría acercado al centenar de escaños en el Congreso.

En las generales, y ya sin la competencia de Més que queda descartada en esta competición por el ancestral voto diferencial, Podemos ha cosechado réditos baleares bajo la tentación de ser considerados irrepetibles. El 23 por ciento del debut al Congreso en 2015 doblaba prácticamente el 12,7 en toda España. Al año siguiente, en un simulacro de segunda vuelta, las huestes de Iglesias no solo alcanzaban en el archipiélago un estratosférico 25,4 por ciento, sino que se promocionaban a segunda fuerza política por encima del PSOE. La media española subió al 21,1, en el cénit de los morados.

Curiosamente, las dos elecciones generales de 2019 bajo la presidencia de Pedro Sánchezhan acrisolado la peculiar antifragilidad de Podemos en Baleares. En abril de ese año alcanzó el 17,8 por ciento, casi siete puntos por encima del 11,1 español. Y en contra del desvanecimiento de los radicales de izquierdas entre la primavera y noviembre del mismo año, en Baleares mejoraron hasta el ya comentado 18,3. La cabeza de lista en ambas citas fue Antònia Jover, a la que nadie puede culpar de haber atrapado un solo voto por su carisma personal, y que hoy lidera la papeleta autonómica. Desde aquel doblete al Congresos, solo se dispone de encuestas volátiles sin verificación de las urnas.

Podemos es un cometa con apenas nueve años de existencia, y con una trayectoria que apunta a la extinción salvo una redención a cargo de Yolanda Díaz. Además, el partido al que nadie llama de Ione Belarra sospecha que la vicepresidenta gallega trabaja para la demolición de su actual formato. Al margen de estas turbulencias, la izquierda mallorquina empezando por el PSOE es la primera interesada en que Podemos mantenga el aliento, si pretende la continuidad del Pacto de Progreso.

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