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Jorge Molinero Picornell: «Mi madre nunca transmitió a sus hijos un sentimiento de venganza por lo que le pasó a Aurora y a su familia»

«Estoy seguro de que de no haber habido una guerra, Llibertat habría tenido una militancia tan destacada como la de su hermana» - «En casa hablaba poco de política y de aquellos años»

Jorge Molinero posa el martes en Palma para la entrevista concedida a este periódico.

Jorge Molinero posa el martes en Palma para la entrevista concedida a este periódico. / B. Ramon

Jaume Bauzà

Jaume Bauzà

Jorge Molinero Picornell (París, 1954) desciende de una de las familias mallorquinas más represaliadas por el franquismo. Es hijo de Llibertat Picornell y sobrino de Aurora, y ha estado una semana en Palma para participar en el homenaje a su tía y a las Roges del Molinar celebrado en el Conservatorio de Música. Nació quince años después de que sus padres iniciaran un exilio que les llevó a instalarse definitivamente en Francia. Había pasado tiempo y los problemas cotidianos se mezclaban con el recuerdo de los muertos y desaparecidos.

Un viaje de Llibertat Picornell a Barcelona en 1936 para participar en las Olimpiadas Populares horas antes del golpe contra la República la separó de su familia y probablemente evitó que corriera su misma suerte: los franquistas asesinaron a su padre Gabriel y a sus hermanos Ignasi, Gabriel y Aurora. Otro hermano, Joan, murió poco después de ser liberado del campo nazi de Dachau. Llibertat conoció en Barcelona a Tomás Molinero, entonces secretario de organización de la UGT en Cataluña. En 1939 iniciaron un exilio que les condujo a México y finalmente a Francia.

En julio de 1936 su madre embarcó con destino a Barcelona para participar en las Olimpiadas populares. Ya no volvería a Mallorca en muchos años, ni tampoco a ver a su hermana Aurora.

Sí, mi madre tenía 16 años en ese momento y se marchó con su hermano Joan a las Olimpiadas populares de Barcelona. Al llegar allí se enteraron de que había habido un golpe de Estado. Quisieron volver, pero les advirtieron de que en Mallorca los falangistas estaban matando gente, así que mi madre se quedó toda la guerra en Barcelona y ya no regresó a Mallorca hasta muchos años después.

¿Cree que gracias a aquel viaje su madre evitó correr la misma suerte que Aurora y su padre?

Había un riesgo importante. Creo que mi madre no estaba en ninguna lista negra porque todavía era demasiado joven, pero quizás le hubiera pasado lo mismo que a su hermano Ignasi, al que también mataron pese a que no militaba en ningún partido. Quién sabe, solo por ser la hermana de Aurora podría haberle ocurrido lo mismo. Para entonces ya la había acompañado a algunos mítines.

Después de la guerra llegó el exilio. Primero a Francia, después a México y de vuelta a Francia.

En 1946 mi padre quiso instalarse en Francia pensando en que en algún momento se darían las circunstancias para volver a España. Solo volvió una vez, en 1972. Y poco antes de fallecer en 1978 tomó la nacionalidad española como algo simbólico. Pero mi madre no quería volver a Francia, pasó seis años muy agradables en México, donde acogieron muy bien a los exiliados republicanos. Ella pensaba que nada cambiaría en España, estaba desilusionada y habría preferido quedarse en México. Pero acabaron instalándose en Francia, se integraron y sus hijos ya fueron franceses. Aunque seguramente nunca dejaron de sentirse exiliados.

¿En casa hablaban de Aurora?

Mi madre hablaba poco de ella. Contaba que había sido asesinada, y explicaba cosas de su trayectoria como sindicalista con el resto de sus compañeras del grupo de costura. Pero en general hablaba poco de política y de aquellos años.

Jorge Molinero Picornell, fotografiado el martes en Palma.

Jorge Molinero Picornell, fotografiado el martes en Palma. / B. Ramon

¿Con el paso del tiempo Llibertat mantuvo sus ideas?

Mantuvo sus ideas, pero con los años se desilusionó. Estaba decepcionada porque consideraba que la República apenas tuvo ayuda de otros países durante la Guerra Civil. Se fue de Mallorca a los 16 años, enseguida estalló la guerra y después llegó el exilio. Eso detuvo su recorrido como militante, pero yo estoy seguro de que hubiera sido tan destacada como Aurora. Lo que sé de Aurora no lo sé tanto por mi madre, sino por el libro que publicó el historiador David Ginard [Aurora Picornell (1912-1937). De la història al símbol].

¿La angustiaba no saber dónde estaban los restos de Aurora y sus familiares represaliados?

Sí, seguro que aquello la angustiaba, aunque yo no lo percibí tanto porque nací años más tarde, en 1954. Creo que en los años 40 todavía era un tema del que se hablaba en casa, pero más tarde ya no. Se imponían los problemas cotidianos, la educación de sus hijos y las dificultades económicas. Por su parte nunca nos transmitió palabras y sentimientos de venganza o de resentimiento por lo que le había sucedido a su familia.

Ya en democracia Llibertat participó en algún acto de homenaje a Aurora en Mallorca.

El propio David Ginard animó a mi madre a que participara en uno que se organizó en 2003, hace veinte años. La entrevistó y la convenció de venir a un homenaje organizado por el Institut Balear de la Dona, y yo mismo la acompañé. Mi madre habló en público por primera vez. Dijo que las ideas permanecían y que pese a los años transcurridos no habían cambiado.

¿Venía a Mallorca con frecuencia?

Volvió algunas veces para ver a su madre y a su hermana Juana, a la que quería mucho y que vino a París a ayudarla durante dos meses cuando yo nací. Mi abuela murió en 1963 y se vieron varias veces. En general iba a Mallorca puntualmente por alguna celebración familiar.

Llibertat falleció en 2015, años antes de que se localizaran e identificaran en una fosa del cementerio de Son Coletes los restos de su hermana. Tampoco ha sido testigo de la recuperación de su figura.

Sí, con todo esto tengo sentimientos encontrados. Por un lado, es una lástima que mi madre ya no haya podido ver todo este reconocimiento a Aurora y al resto de su familia. Pero por otro lado siento mucho orgullo por todo este trabajo de recuperación de la memoria histórica que ha permitido encontrarla. A ella, a sus compañeras y a muchos otros represaliados. Es un alivio por cómo ha acabado todo. Al homenaje que se celebró en el Conservatorio de Música asistió mi sobrina, que vive en Toulouse. Eso me enorgullece porque significa que el interés por la figura de Aurora y sus ideas no mueren, y que seducen a otra generación.

Si su madre hubiese estado en ese homenaje y hubiese dado un discurso, ¿Qué habría dicho?

Seguramente habría hecho un discurso reivindicativo y habría podido contar sus años con Aurora. Habría dicho que las luchas de su hermana y su familia continúan hoy vigentes. Seguro que habría sido un discurso emotivo, mucho más que el que pude dar yo porque conozco la historia, pero no tengo recuerdos propios de aquellos años. No pude hablar como hubiera hablado mi madre, pero estoy orgulloso de haber contribuido en algo a este homenaje. Fue emocionante ver a tanta gente allí. Estoy contento de haber colaborado con mis palabras, y también de reencontrarme con mis orígenes mallorquines.

¿España ha llegado tarde a reparar y reivindicar la memoria de tantos represaliados y exiliados del franquismo como su propia familia?

Entiendo que durante el franquismo toda la represión sufrida estuvo oculta, no había existido. Pero Franco murió en 1975 y es difícil entender que hayan pasado tantos años hasta que se ha empezado a hacer este trabajo. De todos modos yo estoy muy agradecido al Govern balear porque ha hecho un gran esfuerzo y ha invertido muchos recursos para abrir fosas y rescatar toda esa memoria. Más vale tarde que nunca.

¿Las heridas se han cerrado?

Dar una sepultura a Aurora es muy importante, para nosotros y para las futuras generaciones, para que entiendan a qué conduce la intolerancia y que no puede volver a repetirse. Por eso es importante explicar la historia. Todo aquello sucedió hace muchos años, pero debería servirnos para tomar conciencia y evitar que nada parecido vuelva a pasar. La lección es que no debemos permitir que los intolerantes lleguen al poder, y el ejemplo de Aurora y de tantos otros demuestra lo que pasa si no lo impedimos.

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