La robótica social apunta a los hogares, aulas y residencias

La UIB y la Fundación Esment manejan varios proyectos con esta tecnología para mejorar la calidad de vida de mayores, dependientes y menores con problemas cognitivos para los que buscan financiación

VÍDEO | Los robots piden paso para entrar en residencias, aulas y hogares

Guillem Bosch

Jaume Bauzà

Jaume Bauzà

«Mi nombre es Pepper. Soy un robot humanoide y mido 1.20 metros de altura. Nací en Softbank Robotics, en París. Puedes seguir haciéndome preguntas si quieres». Pepper es una tecnología con múltiples aplicaciones para la atención a mayores, niños con dificultades cognitivas y personas con alguna discapacidad. Su primo NAO, más pequeño, puede captar incluso emociones.

«Tenemos a la robótica social en el punto de mira desde hace años, pero todavía no hemos dado el paso de implementarla en un ámbito concreto. Lo hemos hecho con otro tipo de tecnologías como asistentes virtuales con realidad virtual o apoyos diseñados con impresión 3D», señala Víctor Barrientos, director de tecnología para personas y familias en la fundación Esment en Mallorca.

Cocinando y evaluando

Esta entidad ha entablado una alianza con la Unidad de Innovación en Videojuegos e Inteligencia Artificial de la UIB para mejorar con soluciones tecnológicas la vida de personas con necesidades de apoyo. «Desde que supimos que aquí tenían a Bepper y a NAO les planteamos la posibilidad de implementar la robótica social para dar respuesta a las necesidades que tenemos y esperamos que eso pueda transformarse en algún proyecto de investigación a corto plazo», explica Barrientos.

El equipo que lidera Francisco Perales, profesor del departamento de Matemáticas e Informática y director de la Unidad de Innovación en Videojuegos e Inteligencia Artificial (UVJIA) de la UIB, trabaja desde hace tiempo para que los dos robots den un salto cualitativo en este tipo de asistencia. Uno de los proyectos consiste en utilizar a Bepper para detectar un posible deterioro cognitivo en personas mayores. «El robot les va a enseñar una receta cualquiera, un proceso que implica pasos cognitivos: seleccionar los ingredientes, medirlos y establecer un orden. Sabiendo cómo cocina podemos ver si tiene algún deterioro cognitivo leve o empieza a perder memoria. Con el uso continuado podemos ver si empieza a olvidar cantidades o confundir ingredientes. Estás disfrutando de hacer una receta y a la vez el robot te va evaluando a través de un proceso de inteligencia artificial», manifiesta Perales.

La UIB explora las posibilidades de Pepper. | G. BOSCH

La UIB explora las posibilidades de Pepper. | G. BOSCH / Jaume Bauzà

Inés Ayed trabaja en el departamento de tecnología de Esment e hizo una tesis en el departamento que dirige Perales con un proyecto para que pacientes de ictus recuperen el equilibrio a través de un videojuego. También puede ayudar a que personas mayores mejoren el equilibrio y así prevengan caídas. «Una videocámara capta los movimientos. Así la persona hace ejercicio mientras está jugando», indica Ayed.

La idea es trasladar este concepto a Esment para ayudar a usuarios con necesidades especiales de entrenamiento. «Muchos procesos de rehabilitación son aburridos y la gente los deja, pero el robot consigue que estén motivados. Y a la vez los evalúa para comprobar si los hacen bien», valora Perales.

El problema es el de casi siempre en materia de innovación: la falta de financiación para materializar todos los proyectos que hay sobre la mesa. «Las posibilidades son muchísimas y en cuanto a personal estamos preparados con investigadores, profesorado y entidades, pero todo esto requiere de una financiación muy importante», subraya Francisca Negre, profesora de tecnología educativa del departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación y secretaria de la Unidad de videojuegos e inteligencia artificial.

Francisco Perales, MiquelMiró, Xavier Gayà, SilviaRamis, Inés Sayed, VíctorBarrientos y FranciscaNegre, con Pepper y NAO. | GUILLEM BOSCH

Francisco Perales, MiquelMiró, Xavier Gayà, SilviaRamis, Inés Sayed, VíctorBarrientos y FranciscaNegre, con Pepper y NAO. / Guillem Bosch

Los robots pueden ser un gran apoyo para personas con necesidades especiales «que muchas veces están aislados del resto por las propias limitaciones o por el estigma social que pueda haber», destaca Negre.

Un robot como Pepper cuesta 18.000 euros. La UIB los compra y en el departamento de Perales hacen todo el trabajo de programación. Es decir, le enseñan todo lo que tiene que aprender para su misión social.

El grupo está trabajando en diferentes proyectos. Uno de ellos es un plan piloto dirigido a niños en cuidados paliativos. «Preocupa el tema de la pérdida, la partida, y queremos ofrecer estrategias para que los familiares y los profesionales sanitarios puedan gestionarlo de forma adecuada. El mismo robot va aprendiendo sobre tus miedos y dudas, y busca formas para ofrecerte la información lo más adaptada a tu situación. Para el niño que padece una enfermedad, para los familiares y para sus compañeros de clase», explica Negre.

Asimismo, el robot facilitaría la presencia del niño dentro del aula a través de una aplicación en la tableta para evitar el síndrome de la silla vacía.

Otro canal con el exterior

Otra idea con Pepper como protagonista busca mitigar la soledad de las personas mayores. El robot social, mediante su tablet integrada, ayudará al usuario a realizar tareas cotidianas y facilitará las relaciones sociales conectándole con familiares, sugiriéndole actividades lúdicas o recordándole citas médicas.

También espera poder materializarse un TFG (Trabajo de Fin de Grado) en el que el robot propondrá un programa de ejercicios físicos y rehabilitación al tiempo que recogerá las constantes de la personas.

«El robot no puede sustituir nunca a un profesional. Tiene que ser un apoyo o un nuevo canal de comunicación para la persona», indica Barrientos. «No hay que desestimar la posibilidad de mejorar la vida de las personas, ya sea con investigación, robots o cualquier colaboración», añade.

Perales confía en que la robótica social vaya abriéndose paso en residencias, hospitales y hogares. «Los costes de los robots irán bajando, pero también tenemos el problema de su limitación para manipular objetos, lo que les dificulta proporcionar una ayuda asistencial específica», indica este experto.

Los tres grupos principales que exploran las potencialidades de la IA en la la UIB son la Unidad de Gráficos y Visión por Computador y Inteligencia Artificial (UGIVIA) , el Laboratorio de Aplicaciones de IA (LAIA) y la citada UVJIA.

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