MENAs en Mallorca: el reto de pasar de acoger a los cuatro menores migrantes que llegaron solos en 2012 a los 134 del año pasado

El IMAS trabaja para adaptar su modelo de atención ante el fenómeno creciente de llegada de niños y jóvenes extranjeros no acompañados, que el año pasado se incrementaron notablemente al recibir a 73 niños y jóvenes ucranianos

Menores refugiados de Ucrania a su llegada a Palma el pasado maro

Menores refugiados de Ucrania a su llegada a Palma el pasado maro / DM

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Hace diez años la mayoría de la población no sabía qué era un MENA, las siglas utilizadas para designar a los menores extranjeros que llegan solos (no acompañados) a nuestro país, y en concreto, a nuestra isla. La llegada de estos niños y jóvenes a Mallorca ha pasado de ser «un hecho anecdótico» a una «realidad frecuente en continuo crecimiento», que el pasado año creció exponencialmente por la guerra de Ucrania. Así, si en 2012 el Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS) atendió a cuatro menores migrantes no acompañados, hasta octubre de 2022 fueron 134. En todo 2021 fueron 73. 

Estos datos aparecen reflejados en uno de los artículos incluidos en el Anuari de la Joventut 2022, firmado por Joan Escandell, Maria Luisa Martí, Concepció Montcades y Àngela Ramis, trabajadores del IMAS. 

Los autores especifican que de los 134 niños y jóvenes llegados a hasta octubre del año pasado, 81 son ucranianos, con unos motivos y circunstancias diferentes a la del resto de menores migrantes.

Por lo general, los jóvenes que llegan solos son de África (la mayoría, un 28%, de Argelia; seguidos a mucha distancia por los de Guinea Conakry; Marruecos; Ghana; Burkina Faso; Senegal y Sáhara). Un 99% son chicos y la mayoría tienen entre 17 y 16 años. De Ucrania, llegan mucho más jóvenes, muchos son niños. La mitad tiene entre 11 y 15 años y un 28% no llegan ni a los diez años, son niños muy pequeños que aterrizan solos en un sitio que no conocen, dejando atrás su casa, su país y toda su vida huyendo de una guerra.

Los niños y jóvenes africanos huyen «de la pobreza, la violencia estructural y la exclusión social» y su objetivo es conseguir «papeles y trabajo».  Muchos consideran la emigración «como un rito de paso hacia la vida adulta» y empiezan a pensar pronto en esta opción. Algunos son enviados por sus familias para que encuentren un trabajo o tengan una vida y una educación imposible de lograr en su país. «Muchos son potencialmente solicitantes de asilo», señalan los autores, que recuerdan que son «un grupo vulnerable», que tiene que ser objeto de atención y de protección por parte de los poderes públicos. 

«Debido a la migración y a la vida que hemos tenido, solemos tener miedo de personas que no conocemos, pero agradecemos los vínculos que respetan la confianza, desde el respeto y la estima».

Miedo del futuro y ansiedad por desarraigo

Los menores africanos que llegan aquí en general continúan en contacto con sus familias (a pesar de que no siempre han viajado con su consentimiento). Pueden presentar dificultades de adaptación a las normas y a las convenciones sociales, no hablan ni catalán ni castellano y suelen haber dejado los estudios.  Migran «con una visión utópica de la realidad de Europa y de los riesgos a los que se enfrentan» y tienen «miedo del futuro, ansiedad por el desarraigo y poca tolerancia a la frustración» y un «sentimiento de decepción hacia su país y falta de esperanza"

«Necesitamos personas que se quieran implicar con nosotros, en nuestro día a día, para ayudarnos a conseguir nuestros objetivos», Hamza, menor argelino que ha llegado solo a Mallorca

Al llegar, los primeros objetivos son aprender el idioma y regularizar su situación y la aspiración general es lograr la inserción laboral en algún oficio. Es una situación muy compleja de asumir y algunos solicitan volver a su país. Contradiciendo los estereotipos, indican los firmantes del artículo, que lamentan la alarma social injustificada que a veces se crea en torno a estos chicos, solo un 3 % de los menores atendidos han estado en centros de justicia juvenil en Mallorca.

Para el Servicio de Infancia y Familia del IMAS el incremento de menores que llegan solos es «un reto» que supone plantear «un nuevo modelo de atención». Ahora se está tratando de ampliar el programa ACOTE, de acogida en familias, que se puso en marcha en 2021, con cinco familias voluntarias y dirigido a niños y adolescentes africanos. En 2022, con los refugiados ucranianos, hay hasta 23 familias de acogida.

«Necesitamos personas que se quieran implicar con nosotros, en nuestro día a día, para ayudarnos a conseguir nuestros objetivos», señala Hamza, de Argelia. 

Abdulrazak, de Ghana, explica: «Debido a la migración y a la vida que hemos tenido, solemos tener miedo de personas que no conocemos, pero agradecemos los vínculos que respetan la confianza, desde el respeto y la estima». 

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