Vivir a medias entre el instituto y el Conservatorio Profesional

Unos 200 alumnos del Joan Maria Thomàs participan en el Programa de Estudios Integrados, que pretende facilitar cursar Secundaria y Bachiller y los niveles profesionales de Música y Danza

Un grupo de alumnos del PEI en el Joan Maria Thomàs (de i a d): Vanina Rodríguez, Néstor Hernández, Àgueda Morrom Lucía Ramírez, Arnau Fernández, Clara Pascual, Lucía García del Castillo, Silvia Guillamón, David Lozano, Elías Henry, Lucía García, Iván Castillo,  Carla Magraner y Vega Vázquez.  | B.RAMON

Un grupo de alumnos del PEI en el Joan Maria Thomàs (de i a d): Vanina Rodríguez, Néstor Hernández, Àgueda Morrom Lucía Ramírez, Arnau Fernández, Clara Pascual, Lucía García del Castillo, Silvia Guillamón, David Lozano, Elías Henry, Lucía García, Iván Castillo, Carla Magraner y Vega Vázquez. | B.RAMON

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Cuando le preguntaban de pequeña, de muy pequeña, qué quería ser de mayor decía «cirujana cardiovascular». Pero a los seis años ya se dio cuenta del efecto que tenía la música en ella. Y a los doce tomó la decisión: de mayor será directora de orquesta.

La determinación de Vega Vázquez, alumna de 1º de ESO, es asombrosa, en palabras y hechos. Compagina sus estudios obligatorios con los del Conservatorio Profesional de música (donde aprende piano y violín); dedica su tiempo libre (el poco que le queda) a estudiar y a ensayar; y en sus vacaciones aprovecha todo lo que puede para seguir formándose y aprendiendo. Todo con un objetivo: ser directora de orquesta. «Expresarte con la música es muy potente, es contar una historia, y me encanta poder compartir eso con más músicos y con el público».

Aunque admite que sería bonito dirigir a la Filarmónica de Viena en el concierto de Año Nuevo para cerrar bocas (la orquesta austríaca considera que 2023 «aún no es el momento»), en realidad le gustaría ponerse al frente de la Joven Orquesta de la Unión Europea (EUYO): «Allí no hay prejuicios, se pueden hacer otras cosas».

Como tenía clara su meta, al acabar la Primaria también sabía qué dirección tomar: tenía que matricularse en el IES Joan Maria Thomàs de Palma, el único que ofrece el Programa de Estudios Integrados (PEI) para compaginar la ESO con los estudios del Conservatorio Profesional. Sus madres no lo veían tan claro y hubo ahí algo de «rebelión» interna: «Me inscribiré yo sola, me escaparé de casa».

No hizo falta llegar tan lejos. Hoy Vega estudia 2º de ESO en el Joan Maria Thomàs y 3º de Piano y Violín en el Conservatorio.

El caso de Arnau Fernández, estudiante de 2º de Bachillerato y de 5º de Guitarra, es el contrario: al acabar la Primaria y tener que decidir instituto, él quería ir al Joan Alcover, y fueron sus padres quienes le instaron a matricularse en el PEI del Joan Maria Thomàs y seguir con sus estudios musicales.

Su idea no es dedicarse profesionalmente a la música sino estudiar Ingeniería Física, aunque igualmente cree que deberían potenciarse estudios como el doble grado de Música y Matemáticas que ofertan la Politècnica de Catalunya y la Escola Superior de Música de Catalunya.

Vega Vázquez estudia 2º de ESO y 3º de Violín y Piano.

Vega Vázquez estudia 2º de ESO y 3º de Violín y Piano.

A pesar de que la guitarra le quedará como afición, hoy agradece la postura de sus padres ya que está muy contento de haber entrado en el PEI: «Ha sido una experiencia muy positiva, es mucho trabajo, pero me ha aportado muchísimo».

A su lado, su compañera de curso y de PEI, Clara Pascual (alumna de 5º de Piano) añade que el ambiente es muy bueno ya que como los alumnos del programa van a una misma clase juntos desde el inicio de ESO «se crea muchísima complicidad, es como una burbuja». Especifica: «Los amigos de fuera no lo entienden cuando les dices que no puedes quedar porque tienes que practicar, aquí todos entendemos por qué lo hacemos».

Y ahí Clara apunta a una de las características comunes de los 200 alumnos que tiene el PEI: su determinación e increíble entrega. Y es que hablamos de unas jornadas de clases, en un lado y en otro, maratonianas, a las que después hay que sumar el trabajo en casa, los deberes, los ensayos, los exámenes, la preparación de las actuaciones… ¿Cómo es el día a día de estos chavales?

Los que cursan Música están en el instituto de 8 a 13 horas y después se van al Conservatorio (los alumnos de 1º y 2º tienen servicio de acompañamiento, a partir de 3º pueden ir ya solos). Después al llegar a casa toca hacer los deberes y ensayar con los instrumentos. A final de cada trimestre, entre los trabajos y exámenes de ESO y las actuaciones del Conservatorio redoblan sus esfuerzos.

El horario de los bailarines es aún más intenso y exigente (e implica más desgaste físico). De a 8 a 10:45 horas son estudiantes de Secundaria, después se van al Conservatorio y a las 15:30 vuelven al instituto donde tienen clases hasta las 18 o las 19:00 horas. Y después, al llegar a casa, allá están los consabidos deberes. «Y los que son de la Part Forana están peor», dicen los jóvenes, que mencionan a un compañero que arranca su día a las 6 y no vuelve a su casa hasta las 22 horas.

«Se dejan la piel», confirma la coordinadora del PEI en el Joan Maria Thomàs, Miquela Vallespir, que ve en estos alumnos un nivel de madurez y disciplina superior. También «son muy agradecidos», ya que aprecian mucho los esfuerzos de coordinación que hacen ambos centros para facilitarles que puedan participar en la vida del instituto y en las actividades extracurriculares con sus compañeros, como salidas y excursiones. «También necesitan ser un poco niños» .

Para estos chicos la vida social suele quedar fuera del horario. Algunos, como Carla Magraner, que combina 2º de ESO con 2º de Danza Clásica, aprovechan los fines de semana y las vacaciones para hacer audiciones y formaciones (a veces fuera de Mallorca o de España). Decidió pronto su destino. Llegó al ballet muy pequeña, a los tres años, y a los ocho ya vio que el baile sería su vida. Por el trabajo de sus padres, nació y vivió en Nueva York hasta los cinco años, con lo que le gusta especialmente el American Ballet y su sueño profesional sería formar parte de la compañía.

El PEI empezó a funcionar hace ocho años, con la idea de facilitar la obtención del título de Secundaria y de Bachillerato y el de los estudios profesionales de Música y Danza. Los estudiantes están exentos de las asignaturas de Música del instituto, y los bailarines además no han de hacer Educación Física. Los que están en Bachillerato cursan una versión reducida.

Pese a que la situación ha mejorado mucho respecto a cuando no había PEI, estos chicos creen que aún hay margen para introducir más facilidades y «un poco más de empatía», apunta Silvia Guillamón, alumna de 2º de Danza Española, que señala además que los años de la pandemia y la enseñanza semipresencial fueron especialmente duros para ellos, al no poder actuar ni obtener reconocimientos que sí existen en los años ‘normales’: «¡Y bailábamos con mascarilla!», recuerda.

Arnau Fernández señala otro aspecto importante a mejorar en relación a los estudios profesionales de Música y Danza: reclama que en la universidad se les reserven plazas como se hace con los deportistas de élite. «Es un agravio comparativo», lamenta.

Ricardo Duato, director del Conservatorio Profesional, coincide con él y reivindica que se valore el alto nivel de estos estudios. Tanto él como Josep Bernat, director del Joan Maria Thomàs, piden asimismo poder incrementar las plazas del PEI (hay mas demanda que oferta) y tener más horas de coordinación. Duato, violinista profesional, cursó todos su estudios cuando no existía el PEI y aún se asombra: «No sé cómo lo hacíamos».

Estar con un pie en el instituto y otro en el Conservatorio es exigente e implica renunciar a cosas, pero los jóvenes que lo completan (hay mucho abandono) es porque tienen un objetivo y porque les gusta lo que hacen. Lucía Ramírez, que ya está en 6º de Danza Clásica, concluye: «Es duro, pero vale la pena».

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