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SANIDAD

Un servicio quirúrgico de Mallorca con el ADN del doctor Oriol Bonnín

El cirujano revela los que han sido los peores momentos de su trayectoria: la primera intervención que concluyó la muerte del paciente y el cambio, siempre traumático, a Son Espases

Una imagen del primer equipo de cirugía cardiaca de la sanidad pública de este archipiélago, con un jovencísimo Oriol Bonnín en el centro. HUSE

Está claro que el servicio de Cirugía Cardiaca de Son Espases, que acaba de celebrar su veinte cumpleaños, tiene el adn de su creador, el doctor Oriol Bonnín, un cirujano venido de Barcelona que antes de montarlo en el por entonces hospital de referencia de Son Dureta, ya llevaba diez años operando corazones en la sanidad privada de estas islas.

«Ya trabajando en los quirófanos de la Policlínica Miramar nos derivaban muchos pacientes de la pública cada año. Excepto a las personas que precisaban de un trasplante cardiaco o los casos de cirugía infantil, que eran enviados a hospitales de la península, nos llegaban bastantes enfermos de la pública» pone en antecedentes el doctor Bonnín matizando que también intervenían a pacientes pediátricos mayores de un año.

El cirujano revela ahora que a finales de los años ochenta la opinión generalizada era que Balears no necesitaba montar un servicio médico de tanta complejidad como el de Cirugía Cardiaca. 

«Llegué a escuchar a algún político que no se debía montar el servicio porque ya existían en Barcelona o Valencia y que a ellos se podía derivar los pacientes de Balears. Pero lo cierto es que primero en el hospital de Sant Pau y más tarde en el de Sant Jordi (ambos centros en Barcelona) operábamos a muchos enfermos mallorquines y en situaciones muy malas. En algunas ocasiones, únicamente viendo la radiografía, ya teníamos la certeza de que el paciente procedía de Mallorca», revela Bonnín.

Era otra época y cuando este cirujano, tras diez años operando en la privada, se le encargó montar un servicio quirúrgico público en Son Dureta, la impresión que tenía de Mallorca era la de un territorio con «pobreza hospitalaria. Solo existía Son Dureta y se empeza a montar el comarcal de Manacor», pone en situación recordando que por aquel entonces a un hospital no se le consideraba de tercer nivel si carecía de cirugía cardiaca y de neurocirugía.

Preguntado entonces qué le movió a aceptar un encargo tan arriesgado, el cirujano apela a lo que ha sido uno de sus mantras durante su carrera: que su servicio depende estrechamente de otros como el de Anestesia, Cardiología o Medicina Intensiva, no en vano todos sus pacientes acaban en la UCI tras la operación.

Y al frente de la UCI por aquel entonces se encontraba el doctor Jordi Ibáñez, compañero de Bonnín durante sus años de residencia primero y como adjunto después, en el hospital Sant Pau de Barcelona. «Nos conocíamos muy bien y sabía cómo trabajaba. Al doctor Bethencourt (Armando, jefe de Cardiología en Son Dureta) no le conocía tanto porque venía de Canarias, pero tenía muy buenas referencias», explica.

Así que se decidió a embarcarse en el proyecto. Ahora, echando la vista atrás y enfrentándose a la pregunta de cuáles han sido los momentos más difíciles de un servicio que acaba de soplar sus primeras veinte velas, el cirujano no duda en hablar de la primera operación que realizaron en noviembre de 2002 que, desgraciadamente, concluyó con el fallecimiento del paciente.

«La presión en los sitios pequeños como Mallorca es mayor», revela ahora con la diplomacia que le caracteriza, sin cargar contra lo que sin duda fueron unas feroces críticas por parte de los medios de comunicación. «Una cosa es preocuparte por tus enfermos, pero hechos como ese no deben afectar a tu vida profesional», sostiene hoy subrayando como desde el comienzo de su carrera que el paciente es el eje central sobre el que pivota toda su actividad: «Deposita tu confianza en ti para que le soluciones un problema agudo o crónico y debes hacer todo lo posible porque salga vivo de la intervención y que lo haga con una buena calidad de vida. Siempre lo he hecho así. Es como una obsesión».

De ahí la preocupación del doctor Bonnín por los enfermos que se ponen en sus manos. Una preocupación que ha hecho que muchos familiares hayan sorprendido al cirujano al lado de su paciente recién operado comprobando como evolucionan sus constantes vitales en la UCI tras la intervención. 

Su formación le ha ayudado a tener una visión más amplia e integral de la actividad a la que ha dedicado su vida. Primero se especializó en Cardiología y antes aprendió a usar el bisturí de la mano de un cirujano cardiovascular del hospital de Sant Pau. 

Esta filosofía la ha imbuido a sus compañeros de servicio, equipo para el que solo tiene buenas palabras, empezando por su sucesor al frente del mismo, José Ignacio Sáez de Ibarra. «Nunca albergué ninguna duda de que si alguien tenía que sucederme esa personas no era otra que José Ignacio. Se formó en París y yo me empeñé en reclutarle para el servicio cuando trabajaba en Canadá. Es experto en cirugía reparadora mitral y desde su llegada hemos hecho muchos cursos formativos sobre ella», se congratula.

Sobre el resto del equipo -formado en la actualidad por 7 cirujanos, una cardióloga, un emérito (él mismo) y tres médicos residentes en periodo de formación-tiene una confianza ciega: «Puedes dejar operar cualquier tipo de patología a cualquiera de ellos. Tengo la satisfacción de que cuando lo deje, todo funcionará incluso mejor».

Y afirma que no se ha tenido que esforzar para imbuirles su filosofía asistencial: «Ellos ya la llevaban dentro. Es gente que ama su trabajo, que respetan y aprecian a sus pacientes, las personas para las que se han construido los hospitales».

El desenlace de la primera intervención fue un momento muy difícil, el estado de ánimo del equipo quirúrgico estaba por los suelos. «Me acuerdo más de las personas que han fallecido en mi quirófano que de las que he curado. Se me han muerto niños y personas jóvenes porque con este tipo de cirugía nunca sabes qué te puede pasar», revela.

Preguntado sobre si el mayor conocimiento del corazón no permite anticipar las complicaciones que surgen en el quirófano, Bonnín admite que «del corazón sabemos mucho, probablemente será el órgano que mejor conocemos. Pero es imposible saberlo todo de ningún órgano. En una operación a corazón abierto puede producirse una alteración del sistema de coagulación que no tienen nada que ver con el problema original y que el paciente fallezca por una hemorragia. Cuando operas un corazón todo el organismo se ve afectado conjuntamente y pueden surgir problemas respiratorios, de coagulación, con el riñón... Por eso digo que no basta con la visión del especialista, tienes que tener una visión global del paciente».

Por eso, ya al final de su carrera, el doctor Bonnín admite que nunca se ha sentido tranquilo durante una de sus maratonianas operaciones (algunas se han prolongado durante más de diez horas) sobre las que afirma que a veces les ha dedicado más tiempo para prepararlas en su casa que las horas que ha tenido que dedicarles en el quirófano.

Otro momento traumático en estos veinte años fue el traslado de Son Dureta a Son Espases. «Fuimos de los últimos servicios en trasladarnos y cuando llegamos ya no quedaban despachos libres (risas). Y luego hubo que acostumbrarse a los nuevos quirófanos», señala aludiendo a los siempre traumáticos cambios.

Sobre el futuro de la cirugía cardiaca, Bonnín opina que esta actividad «ya ha coronado el pico de montaña. Ahora, con los stents (muelles para desobstruir las arterias coronarias que se colocan mediante un catéter), operamos menos. Pero ahora las patologías que nos llegan son mucho más complejas, esto ha cambiado a peor», diagnostica.

Ya para concluir con un regusto dulce, el cirujano habla de los momentos gratificantes de su profesión. «El mejor momento es cuando le das el alta a tu paciente, cuando le dices que se puede ir a casa. También la alegría de que te pare por la calle un señor de 90 años para agradecerte que le operaras hace 40 o esa persona que te dice que no le reconocerás porque le interviniste cuando era un niño. La gente te agradece lo que has hecho por ellos. Nunca esperaba tener tanto reconocimiento, ni personal ni institucional. Pero ya he aprendido a aceptar todas las cosas de la vida, que tiene un principio y un final. Y sé que dentro de cinco años mi vida será totalmente diferente», concluye.

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