«Si me pongo a venderle una manzana a alguien por cuarenta euros no voy a poder, lo mismo debería ocurrir con la vivienda. Sé que la gente quiere ganar cada día más dinero, pero alguien lo tiene que regular», argumenta Dani Harrington, que a sus 37 años está viviendo en primera persona la dificultad de conseguir un alquiler en Mallorca.

«Cuando encuentro una casa barata llamo y ya no está la oferta», dice apesadumbrado. En agosto se separó de su pareja y desde entonces lleva buscando piso sin cesar. Explica que sigue viviendo con ella en Palma y que le gustaría encontrar casa por esa misma zona para estar cerca de su hija, aunque tras casi cuatro meses ya no descarta ninguna opción. «Mi hija tiene el colegio y todo aquí, por eso me gustaría conseguir un piso en Palma, pero los precios son muy altos y piden mucho», señala. Asegura que por un piso de 620 euros, que «parecía asequible», no solo le pidieron dos meses en curso, sino que además le exigieron un mes de fianza más otro para la agencia, lo que implicaba tener que desprenderse de casi 2.500 para poder conseguir el alquiler.

Harrington denuncia, además, que en una ocasión vio que se anunciaba una casa por 650 euros y cuando llamó le comunicaron que el precio era 850. «Me dijeron que el del anuncio solo era el precio de la entrada».