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Los cachalotes de Baleares no chasquean al ritmo del Caribe

Los cachalotes forman «grupos culturales» que se distinguen por sus «dialectos vocales, por sus codas». Cada grupo forma un «clan cultural» y cada clan tiene su propia coda, explica Luke Rendell, doctor en Biología al que Txema Brotons, director cientifico de Tursiops, define como «uno de los mayores expertos de cultura no humana». Rendell fue uno de los invitados estrella del XIII Congreso de la Sociedad Española de Cetáceos, que se celebró en Eivissa

El biólogo Luke Rendell explicó cuáles son las zonas del Mar Balear preferidas por los cachalotes y cuáles son algunas de sus características particulares como grupo cultural del Mediterráneo. J.A.RIERA

Chá chá chachachá. No es el ritmo que usted debe seguir para bailar el chachachá, sino la onomatopeya del chasquido que producen los cachalotes, concretamente el de uno de los dos clanes que habitan en el Caribe, entre las islas Vírgenes y Trinidad y Tobago. Y esa coda, ese patrón de sonidos con el que esos enormes cetáceos se comunican entre sí, no es la misma que la que emiten sus primos hermanos del Mediterráneo, que chasquean chachacha chá cada vez que ‘charlan’ entre ellos, según explicó Luke Rendell, doctor en Biología de la Universidad de Saint Andrews, en la ponencia ‘¿Nómadas de alta mar o especialistas insulares? Un resumen de investigaciones recientes con cachalotes en el Mar Caribe y en el Mediterráneo’, que expuso durante el XIII Congreso de la Sociedad Española de Cetáceos, celebrado en el auditorio de Caló de s’Oli de Eivissa.

Txema Brotons, director científico de Tursiops y especialista en cetáceos, dice de Rendell que es «uno de los mayores expertos de cultura no humana». De hecho, el biólogo es autor de un libro titulado ‘Evidence from sperm whale clans of symbolic marking in non-human cultures’, y en sus investigaciones ha distinguido la existencia de «grupos culturales y dialectos vocales, codas», entre los cachalotes. Las codas son «conversaciones que funcionan como marcadores simbólicos de los diferentes grupos». Cada grupo de esos cetáceos representa un «clan cultural». Y cada clan «tiene sus propias codas de identidad». Es decir, cada coda identifica a un clan. Es como su acento particular.

Y en los 1.000 kilómetros que abarcan, de norte a sur, las islas caribeñas hay dos diferentes clanes. Cada uno tiene su propia coda, una vocalización social específica. La del grupo al que han catalogado como EC1 suena chá chá chachachá (1_1_2-3-4) [en el que el signo _ significa pausa]. El EC2 tiene otro dialecto: chachachachachá (1-2-3-4-5). Ambos viven en esas aguas, pero no se juntan. Con el tiempo creen haber hallado un dialecto nuevo, el EC3, en torno a Martinica, aunque está por confirmar.

A bordo de barcos de vela para así mejorar la acústica y evitar la distorsión que provoca el ruido de un motor, navegaron durante varias campañas al oeste de esas islas caribeñas para captar los chasquidos con un micrófono sumergido a 100 metros de profundidad. No detectaron muchos animales: 145 individuos y 23 grupos sociales. Y también se percataron de que la distribución de los clanes no era como esperaban: «No se mezclan». El clan EC2 da vueltas en torno a Santa Lucía y Martinica, situadas justo en medio de esa cadena arqueada de islas. El EC1 ocupa los dos extremos, el del norte (Islas Vírgenes, Montserrat, Guadalupe y Dominica) y el del sur (San Vicente, Barbados, Granada y Trinidad y Tobago). Pero nunca se mezclan: es como si existiera una frontera perfectamente delimitada en esas aguas, y eso que apenas hay una separación de 20 kilómetros entre cada clan, que «es nada» en aquellos espacios infinitos.

Un cachalote roza la superficie del agua. |  SHUTTERSTOCK

Un cachalote roza la superficie del agua. | SHUTTERSTOCK

¿Y por qué cada clan escoge unas islas y no las del otro grupo cultural? ¿Por qué los EC2 no se sumergen en aguas de las Islas Vírgenes o los EC1 en las de Martinica? «No hay nada ambiental especial que determine esas elecciones», indica. No es que a los EC1 les gusten los cañones marinos de su área, ni que haya más clorofila en la zona de los EC2. Lo comprobaron y los resultados eran similares: «La elección —concluye el investigador— es cultural, por conocimiento del hábitat, no por la alimentación. Creen que esas son sus islas, y que las otras son de los otros. Eso nos habla de un nivel de estructura de población en los cachalotes en la que son determinantes los factores culturales, los dialectos vocales, sus codas, algo que nunca pudimos imaginar».

En 2003, Rendell llegó a Mallorca en busca de cachalotes. Cuando se lo dijo al taxista que le recogió en el aeropuerto, la contestación le sorprendió: ‘Pues ya puede irse a otro lugar, porque aquí no hay de eso’. El biólogo cree que ya nadie le diría algo así, pues en las últimas dos décadas se ha investigado y divulgado intensamente la presencia de esos cetáceos en nuestras aguas. Lo que entonces no sabía tampoco aquel taxista, ni siquiera Rendell, es que los cachalotes que surcan las aguas del Mediterráneo tienen una coda distinta a la caribeña: chachachá chá (1-2-3_4) es su patrón de identidad. «Sólo hay un clan en el Mediterráneo», señala el biólogo. Pero ojo, no todos lo chasquean igual: «En unas investigaciones que se llevan a cabo en Grecia han detectado que allí lo emiten más rápidamente que en Balears». Si los cachalotes caribeños bailan el chachachá, parece que los griegos prefieren el sirtaki y los baleares, la cançó pagesa. Cada uno va a su ritmo.

Además, los cachalotes que recorren nuestro litoral (no los han localizado al oeste del archipiélago, sino en su vertiente oriental, de norte a sur) también difieren de los del Caribe en su comportamiento social. En los trópicos hay grupos sociales de hembras y jóvenes, mientras que los machos «se apartan de ellos al ser adultos y empiezan a nadar hacia aguas más frías para aprovechar los recursos y crecer». Allí, los machos se distinguen de las hembras, además de por su enorme pene, por su tamaño. En el Mediterráneo, sin embargo, apenas hay diferencias (salvo por el pene).

Según Rendell, «no hay evidencias» de que los cachalotes mediterráneos se adentren en el Atlántico: «Todo es posible, pero los trabajos demuestran su aislamiento. En otras zonas viajan más. En el Mediterráneo se quedan aquí, según los análisis. Yo creo que se desarrollan y crecen aquí».

Público asistente al XIII Congreso de la Sociedad Española de Cetáceos, en Eivissa. j.a.riera

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