Cuando se cuestiona el impacto de la industria de los cruceros sobre las comunidades que los padecen en sus puertos, los lobbies de las navieras y los sectores implicados a nivel local siempre contraponen los ingresos que generan, riqueza para las ciudades donde atracan los buques. Sin embargo, el biólogo marino Josep Lloret destaca que los beneficios económicos locales que suponen son “muy dudosos”, más allá de ratificar que perjudican al medioambiente, la salud y el bienestar de las personas. No solo la de los residentes, sino que también afecta a sus tripulaciones y a los propios cruceristas.

Lloret, doctor en Biología de la Universidad de Girona especializado en contaminación marina y salud ha participado este miércoles en la jornada ‘Cruceros y contaminación: nuestro aire, nuestro mar, nuestra ciudad’, organizado por la Plataforma contra els Megacreuers y el Fòrum de la Societat Civil en el Estudi General Lul·lià. También han participado Marco Mendoza, fundador y consejero delegado de True World, empresa de tecnología que lucha contra la crisis climática, y Arcadio Barbas, jefe de máquinas de la Marina Mercante retirado y experto en contaminación marina, en una mesa de debate moderada por la portavoz del GOB, Margalida Ramis.

Son cuatro grandes las navieras que acaparan el negocio de los cruceros a nivel mundial mientras han seguido creciendo el número de camas y el tamaño de los buques y el Mediterráneo es el segundo mercado, tras el Caribe, por el que navegan los barcos, concentrando casi el 16 % de la actividad, ha explicado Lloret, quien ha participado en un estudio internacional con 161 artículos de revistas internacionales en el que se ha analizado la actividad desde 1980 a 2020, incluyendo los cruceros fluviales. Palma y Barcelona, ha remarcado, albergan los dos puertos más relevantes en el Mediterráneo occidental, donde se sitúa el 70 % de las reservas marinas de este mar, ha subrayado el experto quien ha llamado la atención sobre que esta misma semana se ha botado otro nuevo crucero más grande del mundo, de esos que albergan a más de 5.000 pasajeros.

Transmisión de enfermedades

El biólogo catalán apunta también a “los riesgos” que suponen los cruceros para los cruceristas, con efectos físicos y mentales, encerrados en espacios “ideales para la transmisión de enfermedades infecciosas”, algo que se ha puesto de manifiesto con la pandemia, incluso proliferando males que ya estaban erradicados al cohabitar pasajeros y tripulantes que no están vacunados.

Los cruceros representan apenas el 1 % de la flota mundial pero generan el 25 % de los desechos que van al mar, con sus aguas grises y negras, la contaminación atmosférica y sus consecuencias en patologías respiratorias, cardiovasculares e incluso cancerígenas. Lloret contrapone estos perjuicios a los beneficios económicos “dudosos” que dejan la actividad en las economías locales, “con un bajo retorno de la inversión para los residentes y las pequeñas empresas”.

También cuestiona la viabilidad energética de los nuevos buques propulsados con gas nagural licuado, porque no deja de ser un combustible fósil que emite CO2 aunque sea en menor medida que el petróleo y tampoco considera una buena alternativa el hidrógeno que “no es una fuente de energía” y necesita mucha para su producción.

El único camino es volver a los buques de menos de 100 pasajeros, como en las Islas Galápagos

El único camino es volver a los buques de menos de 100 pasajeros, como en las Islas Galápagos, donde no se permite atraques de barcos de mayor dimensión, apostando así por un turismo sostenible y saludable, dice Lloret.

Por su parte, Arcadio Barbas ha repasado el esquema de contaminación que dejan los cruceros, subrayando que en Baleares el transporte marítimo es el principal, “mucho más que en el resto del Estado” y es el que más contamina. Sin embargo, “no tenemos ningún sistema de protección contra ese tráfico de buques”, tampoco frente a los cruceros, a pesar de su magnitud y su “enorme impacto”. El jefe de máquinas de la Marina Mercante ya jubilado denuncia que en el sector marítimo “no se pagan impuestos ni derechos de emisiones”.