Este verano ha resucitado en Mallorca el debate contra la masificación después de que las cifras de la temporada hayan vuelto a los registros de la prepandemia. La controversia se suma al proyecto de remodelación del aeropuerto, rechazado por organizaciones ecologistas y también desde las filas de Més per Mallorca y Unidas Podemos, ante el silencio de sus socios socialistas. Se censura que pueda traer más tráfico aéreo. Ya se acerca al de 2019, con más vuelos (153.600, un 0,75 % más, hasta agosto), sin que aún se alcance el número de pasajeros (casi 20 millones, un 5% menos). Sin embargo del crecimiento de la aviación privada, con más de 12.000 vuelos este año solo en Palma, nada se dice en Mallorca.
«Hay que pensar que se suma al resto del transporte aéreo, ya un despropósito», observa Catalina Torres, doctorada en Economía Ambiental y secretaria del Laboratorio Interdisciplinario sobre Cambio Climático de la UIB. Advierte del impacto ecológico de los jets, que traen a un tipo de viajero ligado a las segundas residencias o turistas que van y vienen a su antojo, y que entronca con ese turismo de calidad al que atribuyen mayor gasto monetario, por lo que también impacta la desigualdad».
La economista lamenta que no se tiene en cuenta «su mayor coste ecológico» y «encima las clases pudiente son más valoradas por el mantra del turismo de más calidad frente a la cantidad».
Torres considera que hay limitar el tráfico aéreo privado, un debate abierto este verano en Francia, en el que se apunta a poner freno a la desigualdad en la forma de contaminar y que provocó las risas del futbolista Kylian Mbappé y del entrenador del PSG, Christophe Galtier, cuando les preguntaron por qué alquilaban un avión cuando podían viajar en tren.
