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OPINIÓN

La izquierda pierde, la derecha no gana

El curso se clausurará el 28 de mayo de 2023 con las elecciones municipales y autonómicas, porque Francina Armengol no utilizará su prerrogativa de adelantar las regionales. Ahora mismo, la izquierda pierde con estrépito, al borde de una minoría absoluta. La última esperanza del Pacto de Progreso es el PP, donde Marga Prohens no ha mejorado a Biel Company y ni siquiera es la candidata favorita de Núñez Feijóo.

La derecha no gana, porque se muestra incapaz de aprovechar uno solo de los múltiples errores de la izquierda. Ocho años después, todos las lesiones del Pacto son autoinfligidas o fruto de informaciones periodísticas. El PP no ha destapado un solo escándalo, los ha desaprovechado en el Parlament y los ha arruinado con su torpeza ante los tribunales.

Si se necesita una prueba concreta de la desorientación, los populares exigen «más turismo», después de ser traicionados por los hoteleros y cuando hasta sus votantes recalcitrantes se han convertido a la saturación. El Govern no depende de sí mismo, pero la derecha es preferible que no dependa de sí misma, porque fastidiará sus opciones.

¿De qué números estamos hablando? Pese a sus carencias flagrantes, PP/Vox aspiran a obtener los 35 diputados de José Ramón Bauzá, debido al corrimiento de tierras o landslide. Los miembros del Pacto que consideran imposible este resultado son los mismos que en 2011 negaban la catástrofe absoluta, a manos del otro farmacéutico. Dicho de otra forma, Balears registrará idéntico resultado que la Comunidad Valenciana, aunque este axioma pierde utilidad al desconocerse los resultados levantinos.

Antes de Feijóo, el mapa electoral en Balears/Valencia apuntaba incluso a una consolidación del PSOE al alza, que se vería lastrada por la pérdida de fuelle comparado de Més y Podemos. En la configuración actual, los socialistas se han estancado, lo cual maquillará los resultados de sus acompañantes. Sin fruto.

Antes del futuro habrá un presente, donde el Govern se caracteriza por el extrañamiento y falta de empatía que se definen como «narcisismo estratégico». El síndrome cursa con la tendencia a percibir los acontecimientos solo desde el prisma de las necesidades y los objetivos propios. Dicho de otra forma, ni siquiera aguardaron al final de la pandemia para volver a promover viajes de estudio y turismo de borrachera, el doble esfuerzo de habitaciones a veinte euros y a dos mil euros la noche se ha vuelto insoportable.

Si ya es peligroso un Govern con departamentos a la greña y sin un objetivo común, todavía resulta más nocivo el enclaustramiento de políticos que por definición se consideran en lo cierto, frente al cerrilismo ambiental. En la famosa frase de los estertores de Felipe González, «estoy hasta los cojones de los españoles».

La situación psicológica del Govern se agrava por la habilidad de los diferentes sectores implicados en admitir el colapso de Balears, sacudiéndose la responsabilidad. Los hoteleros no tienen la culpa de la saturación turística, los empresarios de coches de alquiler no tienen la culpa de las carreteras atascadas, los taxistas no tienen la culpa de que los taxis hayan desaparecido, la patronal de alquiler turístico no tiene la culpa del fraude masivo en el sector, los dueños de los cruceros llaman vapores a los humos de sus mastodontes, y hasta Negueruela recurre al José Hila de 2019 para exculparse en una piadosa «sensación de saturación». El precio será caro.

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