El ruido ensordece los oídos de todo aquel que pase por la calle Aragón. Grandes camiones para asfaltar y trabajadores con potentes maquinarias ocupan dos de los cuatro carriles de los que dispone esta calle. El sol hace destacar aún más los uniformes fluorescentes de los empleados que, sin importar las altas temperaturas provocadas por la ola de calor, continúan trabajando para la finalización del proyecto antes de finales de mes.

Sin embargo, a pesar del ruido y de las dificultades que provocan estas obras a la hora de circular, los vecinos de la zona no se encuentran especialmente disgustados con dicho proyecto. «Uno de los problemas que tengo yo es la gran cantidad de polvo que hay», declaró una de las empleadas del servicio de limpieza de un edificio de la zona, quien añadió que «merece la pena» si con ello se conseguía arreglar la calle.

Un vecino de la zona solo ve beneficios frente a este nuevo asfaltado, debido a que la situación anterior de la calle estaba «fatal» por la gran cantidad de baches que había. «Prefiero pasar esta semana con ruido si así aseguramos un beneficio a la larga», concluyó.

Francisca, otra de las residentes de la zona, afirmó también que que era «preferible» que se hicieran estas obras a que se continuara con el estado anterior de la calle. Sin embargo, la mujer destacó que había un «problema» a la hora de cruzar la calle, dificultad que compartió otro de los transeúntes.

Un agente policial, encargado de la correcta circulación de vehículos en la zona, afirmó que a él «no le habían llegado ningún tipo de quejas» y que el tráfico no estaba colapsado gracias a la redirección de este a otras calles cercanas a Aragón.

Frente a la altas temperaturas y al alto esfuerzo físico que se realiza por parte de los trabajadores, uno de los vecinos destacó el hecho que «al menos» a la 13.00 las obras finalizaban por el día, antes de los momentos «de mayor calor». Hecho que además permite que uno de los dos carriles, cerrados durante el día, vuelva a estar abierto durante la tarde.

Avanzando hacia el final de las Avenidas, a la altura de la intersección con General Ricardo Ortega, continúan las obras para la construcción de un colector interceptor que recogerá aguas residuales para evitar vertidos al mar, en la Avenida de Gabriel Alomar.

Si bien estas calles no se encuentran llenas de grandes camiones ni del olor del asfalto fresco, grandes vallas de colores blancas y rojas marcan la nueva distinción entre los carriles. En amarillo, las nuevas líneas que los vehículos deben seguir para poder evitar las rejas metálicas que protegen a los trabajadores. 

Dichas obras, que comenzaron el pasado febrero de este año, no han provocado grandes problemas de circulación, pero los vecinos comienzan a estar cansados de la falta de libertad de movimiento que estas provocan.

Antonio Javier, vecino de la zona destacó que el problema era «la cantidad de tiempo» que llevaban.

«Muy bien todo, pero que terminen ya, que se hace largo» , destacó el hombre sobre la finalidad del proyecto, que continuará hasta finales de agosto.