Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Rainer Oberguggenberger, jefe de servicio del hospital Psiquiátrico: «Nos falta crear plazas residenciales para pacientes jóvenes con trastornos mentales»

«La única función que queremos mantener en el Psiquiátrico es la dar apoyo a un expaciente que pueda tener una crisis o un problema puntual en su camino hacia su reintegración en la comunidad»

Oberguggenberger posa en la mediana frente a un Psiquiátrico ya sin muros. B.RAMON

Con Rainer Oberguggenberger (Innsbruck, Austria, 1973), jefe del servicio del hospital Psiquiátrico que se autodefine como un «nómada moderno» y que recaló en Mallorca en el año 2008 tras vivir en Bolivia y Perú, uno percibe desde el primer momento de la conversación que es un apasionado de su trabajo. Del reciente acto simbólico de derribar parte del muro del Psiquiátrico con el que las principales autoridades querían escenificar que se ha acabado el tiempo de la estigmatización social de los trastornos mentales, él se queda con la participación de Antònia Ferrer, una expaciente que participó en el evento emocionando con sus palabras a todos los asistentes.

¿Cuántos pacientes están ingresados en estos momentos en el hospital Psiquiátrico? 

Con estancias superiores a los seis meses, 42 pacientes. Pero son muy pocos teniendo en cuenta que hace solo seis años, en 2016, teníamos a 120 personas en esa situación. Hemos conseguido bajar mucho el número de pacientes con estancias tan prolongadas. 

En una entrevista anterior me dijo que, en la medida de lo posible, intentaban normalizar la vida de sus pacientes de más edad ingresándolos en residencias de ancianos. ¿De qué manera mejoran en las residencias?

Se han integrado muy bien y llevan una vida más normalizada. Y buena prueba de ello es que ninguno de ellos ha vuelto al hospital. 

¿No han ocasionado ningún incidente en estos centros? 

Se ha producido algún incidente pequeño pero que en ningún caso ha obligado al reingreso del paciente en el Psiquiátrico. 

Desde el año 2016, ¿cuántos pacientes han sido trasladados a residencias de ancianos?

A unos cincuenta.

¿Qué perfil tenían?

Todos eran mayores y no eran muy diferentes a una persona mayor normal. Porque lo curioso es que un paciente con esquizofrenia o con trastorno bipolar, cuando se hace mayor y a consecuencia del deterioro cognitivo, no se diferencia mucho de una persona que envejece y a la que se le ingresa en una residencia. Si no supieras que ese usuario ha pasado un tiempo en el hospital Psiquiátrico, a lo mejor ni te das cuenta.

¿A qué obedece ese cambio?

 Porque su enfermedad va perdiendo importancia y protagonismo. Si eres joven y padeces esquizofrenia, esta te provoca brotes psicóticos y delirios que pueden causar problemas de convivencia. Pero en una persona mayor estos episodios son cada vez menos frecuentes y en muchos casos desaparecen. Lo que se mantiene es lo que llamamos un cuadro negativo de falta de motivación, de personas un tanto apáticas pero que no causan ningún real problema de convivencia. Por eso se pueden integrar en ellas perfectamente.

¿Pueden mejorar ese cuadro negativo por el hecho de convivir con otros ancianos en las residencias?

Si estás inmerso en un mundo más normal, tienes conversaciones y problemas más habituales en el mundo normal. Nada que ver con la burbuja propia de un hospital como el Psiquiátrico. Y el estar en este entorno más normalizado ayuda a que estas personas puedan desarrollar un proyecto de vida mucho más semejante al de cualquier otra persona mayor y al que también tienen derecho.

En definitiva, sí les mejora...

Sí, les da estímulos diferentes que pueden aportar su granito en el proceso de rehabilitación dentro de sus posibilidades. Porque con la edad la capacidad para recuperarnos va mermando, como pasa con todas las personas mayores.

También normalizan la vida de otros pacientes trasladándolos a pisos tutelados...

Sí, justamente hoy (la entrevistas se realizó el pasado martes) me han informado de que han aceptado a un paciente que ha estado una semana de prueba en uno de estos pisos. Tenemos que aproximar más estos recursos a nuestros pacientes y hacerlo de forma progresiva porque tras pasar un tiempo prolongado en el Psiquiátrico un cambio de estas características le puede descolocar. Y el mensaje que trasladamos tanto a los pacientes como a sus familiares es que el hospital ya no será nunca más un recurso de plan de vida. Ya sabe que hay un proyecto de integración en la comunidad si se adapta a sus condiciones. 

¿Qué futuro tiene entonces el Psiquiátrico?

Al final la única función que queremos mantener en el Psiquiátrico es la de dar apoyo a un expaciente que puede tener una crisis o un problema puntual en su camino hacia su reintegración en la comunidad cuando está en una residencia o en un piso tutelado. Que este problema puntual no le impida seguir con el proyecto, nosotros estaremos aquí para ayudarles con nuestras consultas o con un reingreso temporal. Pero siempre con la idea de que regresará al mismo sitio u a otro más adecuado.

¿Cuántos pacientes tienen en pisos tutelados?

Es difícil responder a esta pregunta porque hace cuatro años hicimos la transferencia a Servicios Sociales de los pisos tutelados que gestionaba el Psiquiátrico. Hasta hace cuatro años gestionábamos dos miniresidencias y ocho pisos en Palma pero esto era incompatible con el proyecto que tenemos porque no queremos ser una residencia habitual. Y algunos de los pacientes que transferimos han envejecido y ya no están ahí, han pasado a las residencias.

La anterior vez en la que hablamos los pacientes del Psiquiátrico que podían por su edad y por su nivel de dependencia ingresar en una residencia no tenían prioridad sobre otros candidatos. ¿Ha cambiado esto?

Ahora por lo menos nos tratan en condiciones de igualdad. Antes, debido a los prejuicios no se llegaron a aceptar a pacientes que cumplían con todos los criterios. Afortunadamente eso pasó hace años y ahora se ha subsanado. Hoy en día a un paciente nuestro con el grado de dependencia máximo que tiene derecho a una plaza no se le discrimina. Se ha normalizado la relación con los pacientes procedentes del ámbito de la salud mental. La experiencia de los últimos años ha sido bastante positiva para ambas partes. No todo el mundo puede encajar en estos recursos pero si concluimos que es apto, no hay que ponerle trabas, debe ingresar y debe ser tratado como cualquier otra persona normal. Ha sido un gran avance que hemos conseguido entre todos.

Aparte de los 42 pacientes ingresados, ¿qué otras asistencias prestan?

Tenemos unos cuatrocientos ingresos cada año, la mayoría con estancias medias mucho más bajas. Hemos potenciado la atención a los pacientes subagudos y la del área de drogadicciones con la puesta en marcha en diciembre pasado de la unidad de patología dual que atiende a personas con un trastorno mental y un problema con las drogas. Con la unidad de subagudos drenamos las urgencias asistenciales de los cuatro hospitales públicos de Mallorca.

¿Cuál es el principal problema al que deben enfrentarse con sus pacientes de larga duración?

Como la mayoría tiene una edad por debajo de los 60 años, dificulta su acceso a una residencia de ancianos. Y su acceso a otras residencias o pisos tutelados es más limitado. 

¿Por qué es más limitado?

Porque hay menos plazas disponibles, no tenemos residencias para pacientes jóvenes. El gran reto que tenemos en los próximos años es crear plazas residenciales para estos pacientes. Esa sería mi petición para las autoridades. Si queremos sacar a las personas de un recurso obsoleto como es el Psiquiátrico tenemos que tener más residencias y pisos tutelados para pacientes menores de 55 años porque para ellos no tenemos otro plan.

¿Cómo se ha mejorado la atención a los trastornos mentales en los últimos años?

Ha sido fundamental la creación del servicio asertivo comunitario que son equipos multidisciplinares que acuden al domicilio del paciente. Porque sabemos desde hace años que hay pacientes que están fuera del sistema sanitario, que no van al médico ni al hospital, que estaban fuera del radar de la salud mental.

¿Han calculado cuántos personas puede haber en esta situación?

Adscritos a Son Espases el año pasado contabilizamos casi sesenta a los que hicimos un seguimiento sin el cual lo más seguro que habrían acabado ingresando en el hospital o en el propio Psiquiátrico. Estos nuevos servicios nos han ayudado además a detectarlos en fases más precoces y con la idea de vincularles lo antes posible a recursos comunitarios.

Porque la idea ahora es que el ingreso en un hospital sea el último recurso...

Eso es, porque el Psiquiátrico se podría llenar fácilmente de un día a otro con personas, pero la idea es intentar dar una atención en la comunidad.

El otro día se nos vendió la idea de un Psiquiátrico con pocos pacientes y abierto a la ciudad. ¿Es una imagen real?

Hoy en día ya es una realidad porque el gran volumen de pacientes que entran y salen del Parc de Bons Aires (que es el nombre que se dará al nuevo complejo sanitario que se hará en el recinto del actual hospital Psiquiátrico) no son del Psiquiátrico, son pacientes que vienen a las diferentes consultas comunitarias. Y para ellos entrar en un sitio que únicamente tiene una sola entrada es un poco peculiar. Derribando los muros conseguiremos mejorar la accesibilidad y que se pueda entrar en el recinto desde diferentes puntos, desde todas las barriadas que lo rodean.

¿Cómo han afectado estos dos años largos de pandemia a sus pacientes?

El confinamiento ha tenido dos consecuencias, una positiva y otra negativa. La primera es que ningún paciente del Psiquiátrico ha fallecido por causa de la covid-19. Pero el precio que hemos pagado ha sido altísimo, porque estar confinado en el hospital durante meses, con las visitas en régimen de control con mascarillas ha significado un régimen muy duro para los usuarios y nada normalizado. No podían salir por la ciudad n abandonar el recinto durante meses. Y, a diferencia del resto de la población, ni siquiera gozaban de la distracción que suponía ir a hacer la compra al Mercadona o acudir al trabajo. Por eso es de agradecer la compresión que mostraron los pacientes ante todas estas medidas porque habitualmente los pacientes salen a la calle, pasean por elcentro de Palma y regresan. Fue una gran privación de sus libertades.

¿Cuál ha sido su experiencia asistencial con la que se ha sentido más frustrado?

El paciente con el que más frustrado me he sentido fue con uno al que intentamos trasladar a un recurso residencial en Menorca ya hace dos o tres años y con el que debido a algún tipo de incompatibilidad y después de meses trabajando para su salida del hospital tuvo que regresar al hospital.

¿Qué pasó?

Durante las entrevistas en Menorca se concluyó que el paciente no cumplía con el perfil y al final tuvo que volver. Quizá la coordinación no fue la ideal y el hecho de que un paciente se desplace hasta un sitio para que al final le digan que no, no debería volver a pasar.

¿Y de la que se siente más orgulloso y satisfecho?

Hace unos tres años hicimos un documental con el director Miguel Eek que enseguida captó nuestra filosofía y lo hizo sobre una paciente que salía del hospital para pasar a vivir en un piso tutelado. Se llamó La primera mujer y me hizo mucha ilusión porque convertimos a una persona condenada a pasar muchos años en el Psiquiátrico en la protagonista de un documental, de una transformación. Esto es lo que llamamos empoderamiento y puede ser la embajadora de un proyecto. Durante el documental ella misma se refiere al hospital y concluye que al principio, cuando estaba muy mal, le ayudó. Pero que si pasaba mucho tiempo dentro, al final ya no le beneficiaba sino que le empeoraba. No hay nada mejor que una persona afectada te diga qué es lo que haces bien y lo que haces mal. Hay que trabajar con sus derechos para mejorarles su vida.

Compartir el artículo

stats