Todo lo que leerá ha pasado. Y en una sola causa judicial. El caso Cursach ha aglutinado una sucesión de episodios insólitos por sí mismos y que, reunidos en el mismo procedimiento, la han convertido en la investigación más tormentosa y envenenada de la historia de Mallorca. Una causa maldita que ha provocado consecuencias devastadoras para casi todos los que se han acercado a ella.

El prólogo ya prometía. Una mañana de septiembre de 2013, la Guardia Civil registró el cuartel de la Policía Local de Palma. Las sospechas apuntaban a que se habían amañado una oposiciones para colocar en puestos claves a agentes afines. Fue la primera piedra de un camino que se bifurcó después en varias investigaciones por corrupción.

El plato fuerte eran las corruptelas con tintes mafiosos de un buen número de policías a sueldo de Cursach. Las pesquisas del juez Manuel Penalva, el fiscal Miguel Ángel Subirán y los agentes de Blanqueo de la Policía Nacional llevaron a prisión provisional a muchos de ellos a partir del año 2015, mientras iban apareciendo otras tramas que vinculaban a destacados políticos del PP en graves casos de corrupción, como el de la ORA o el del IME, luego archivados.

En febrero de 2017, Cursach y su mano derecha, Bartolomé Sbert, fueron detenidos y encarcelados por 16 delitos a cuál más grave: había hasta un homicidio. Casualidad o no, a partir de ese momento un puñado de imputados crearon la Asociación de Víctimas por Arbitrariedades Judiciales y se manifestaron en los juzgados para denunciar que Penalva y Subirán estaban cometiendo irregularidades en la investigación y exigir que fueran apartados.

Una investigación tormentosa | B. RAMON

En esa misma época, aparecen en escena dos controvertidos testigos. Uno es un extrabajador de Tito’s que asegura haber presencia como en la discoteca de Cursach se agasajaba con orgías y drogas a policías locales. El otro era la madama de un burdel al que, según contó, acudían agentes y destacados políticos donde se corrían juergas a cargo del magnate. Ambos denunciaron después haber sido agredidos y amenazados por desvelar estos hechos y al menos uno de los casos acabó con una condena de tres años de cárcel para el agresor.

La madama acabó volviéndose en contra. Sus mensajes de WhatsApp con el juez Penalva acabaron en manos de los acusados y provocaron que la Audiencia lo apartara del caso en marzo de 2018 por perder la «apariencia de imparcialidad». Su sucesor en instrucción 12, Miquel Florit, abrió a petición de Sbert una investigación por revelación de secretos y empezó a investigar el origen de varias informaciones periodísticas. Florit -a instancias de la Policía Nacional y con el beneplácito del fiscal Juan Carrau- empezó a espiar a periodistas de Diario de Mallorca, EFE y Europa Press. Acabó ordenando registros en las redacciones e incautaciones de teléfonos móviles de los redactores para conocer sus fuentes. Florit sería juzgado por ello y, aunque fue absuelto, la sentencia fue muy crítica con su actuación. Además, el Tribunal Constitucional declaró ilegales aquellas medidas.

Una investigación tormentosa | B.RAMON

De aquella investigación surgió una causa nueva en el Tribunal Superior contra Penalva, Subirán y varios policías de Blanqueo por irregularidades durante la instrucción. La propia Policía Nacional elaboró voluminosos atestados para desacreditar su labor. Además, el extrabajador de Tito’s y la madama fueron acusados de falso testimonio por mentir en sus declaraciones del caso Cursach.

Los últimos coletazos insólitos han llegado con la causa a las puertas del juicio. Los seis magistrados de la sección primera de la Audiencia Provincial -encargada de la vista oral- plantearon una abstención en bloque para no asumirla. No fue aceptada. Y a dos semanas del arranque, la fiscalía se ha enmendado la plana a sí misma, tachando literalmente la mitad de su escrito de acusación para rebajar penas y pedir absoluciones.