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Opinión

La misma razón de siempre para migrar

Una patera interceptada en Cabrera.

La anunciada crisis migratoria nació en la invasión de Ucrania, ha crecido en los graneros bloqueados por Rusia, ha madurado en el desaire de Pedro Sánchez a Argelia al apoyar el plan marroquí para el Sáhara y desembocará en Mallorca. La ruta argelina al archipiélago, casi trescientos kilómetros en línea recta navegando en patera, experimentó un auge antes de la pandemia y previsiblemente batirá todos los récords durante este verano.

Para la mayoría Mallorca es una escala, no el destino. Desembarcar en el archipiélago y pasar a disposición de la Policía Nacional supone un punto y seguido, casi nunca el final de un trayecto que termina en la península o en Europa, y muy pocas veces en un expediente de devolución. Sin infraestructura en las islas para retenerles más allá de 72 horas, ni plazas en los CIE, la gran mayoría queda en libertad y prosigue viaje por su cuenta.

Son Tous se ha quedado pequeña antes de estrenarse. La instalación de acogida temporal habilitada para evitar nuevas y bochornosas imágenes de migrantes tirados en los aparcamientos de las comisarías tendrá capacidad para 150 personas, doscientas si se quiere apurar su aforo. En todo caso insuficiente para el esperado incremento de pateras en un contexto en el que Argelia, suspendido el tratado de amistad con España, no hará nada por controlar los flujos migratorios hacia Europa. Es decir, hacia Mallorca.

Está por ver si el vecino africano utilizará la inmigración como medida de presión, como cuando Marruecos puso contra las cuerdas al Gobierno de Sánchez lanzando a miles de sus ciudadanos contra la frontera de Ceuta. La delegada Aina Calvo desvincula del contexto internacional la llegada de más de un centenar de migrantes a las islas en las últimas horas. Da igual, el flujo no se detendrá mientras exista una razón tan poderosa como el hambre.

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