La presidenta de AMASC denuncia lo que considera una flagrante «discriminación territorial» al revelar que únicamente la unidad de dolor de Son Espases atiende a pacientes con las patologías que engloba su asociación.

«En Mallorca padecemos una discriminación por una cuestión de territorio. Tan solo en Son Espases, en su unidad del dolor, se dan tratamientos paliativos para estas patologías, lidocaína (anestésico local) o tratamientos de ozonoterapia. Los pacientes adscritos a los hospitales de Son Llàtzer, Inca y Manacor están huérfanos de ellos», lamenta.

Cuestionada sobre la posibilidad de que estos usuarios sean derivados al hospital de referencia, Grimalt señala que la unidad de dolor de Son Espases está tratando en estos momentos a unos 800 pacientes (extremo confirmado por su responsable médico) con estas patologías y que no puede asumir más porque, además, debe atender otros tipos de «dolores» como los postquirúrgicos, apunta añadiendo además que se trata de una especialidad que no admite listas de espera.

«Si tienes dolor no puedes esperar mucho tiempo para ser atendida. Recibí el último tratamiento de ozonoterapia hace quince o dieciséis meses y espero el siguiente como agua de mayo. Y no me quejo porque al menos estoy atendida», se consuela.

La covid-19 eleva los casos

También revela Grimalt un aspecto curioso que ha surgido de la mano de la covid-19, que el virus en su manifestación persistente ha elevado los casos de síndrome de fatiga crónica.

« Si antes se estimaba que la fatiga crónica afectaba a entre un 1% o un 1,5% de la población, ahora un estudio de un instituto catalán dice que la covid ha elevado ese porcentaje en 2,75 puntos. Así que ahora podríamos tener a un 4% de la población afectada. No hay mal que por bien no venga porque hasta ahora a las compañías farmacéuticas no estaban interesadas en investigar nuevos tratamientos. Quizá ahora cambie su postura», confía Grimalt.

Concluye la presidenta de AMASC volviendo a la incredulidad que rodea a estas enfermedades que padecen de forma más habitual las mujeres de entre 45 y 55 años con educación superior, como ella misma. «Las imágenes cerebrales no son iguales a las de las personas normales, eso está demostrado. Por eso sigue siendo muy duro ver en las caras de las personas que no te creen cuando estás padeciendo una enfermedad crónica e incurable», deplora Aina Grimalt.