La lucha contra el cambio climático y el impulso de la economía circular, dos retos que van unidos, han dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad. La emergencia climática y ambiental, la crisis energética, el colapso de los recursos naturales y las inevitables consecuencias sociales y económicas que se derivan de todo ello; han hecho que cambio climático y economía circular formen parte de las agendas de todas las instituciones y de muchas empresas.

El Club Diario de Mallorca y Fundación Ecolec organizaron el pasado 3 de mayo un foro para analizar cómo afronta Balears el cambio climático y cómo impulsa la economía circular. Para hablar de ello asistieron Aurora Ribot, consellera de Sostenibilidad del Consell de Mallorca; Sebastià Sansó, director general de Residuos y Orientación Ambiental; Ángel Fernández, presidente de la Fundación de Economía Circular, Luis Moreno, director general de Fundación Ecolec; y Ramon Perpinyà, presidente de Emaya. El coloquio fue moderado por Mar Ferragut, periodista de Diario de Mallorca. 

El debate tuvo lugar el pasado 3 de mayo en las instalaciones del Club Diario de Mallorca

Durante el debate quedó clara la necesidad de cambiar de modelo económico para terminar implantando un sistema respetuoso con el medio ambiente, la salud de las personas y socialmente justo. Los ponentes coincidieron en que este tránsito precisa de compromiso y de acciones concretas, comenzando por la educación y la concienciación. En este sentido, Aurora Ribot mencionó que «corresponde a las instituciones ayudar a la ciudadanía a identificar y potenciar los proyectos de economía circular». El apoyo a estas iniciativas se concreta en el caso del Consell con la primera las línea de ayudas a los proyectos de economía circular de empresas locales. Así mismo el Consell tiene previsto poner en marcha cinco plantas de tratamiento de residuos orgánicos para la producción de compost apto para agricultura ecológica. La idea es que esta materia orgánica tenga un precio público muy ventajoso que podría ser determinante para mejorar la competitividad del producto agrícola mallorquín. 

Partiendo del hecho de que el sistema actual solamente tiene en cuenta el impacto económico, Sebastià Sansó señaló la necesidad de que se tengan en cuenta las consecuencias ambientales y sociales, sin olvidar los impactos sobre la salud de las personas. Considerar estas variables puede suponer tomar decisiones controvertidas como la limitación de vehículos o la regulación de la entrada de turistas, aunque para ello sería preciso tener el control de puertos y aeropuertos «para poder dibujar un futuro». En ese boceto también habría que incluir la recuperación de la industria local y, ya que se apuesta por la reutilización, recuperar también los talleres. «Tenemos la oportunidad y como Govern hemos sido conscientes de estas problemáticas y hemos avanzado en normativas como la Ley de Cambio climático o la Ley de residuos, la primera norma autonómica que hablaba de economía circular», dijo Sansó. Mencionó que hay iniciativas que van hacia este nuevo paradigma y que el Decreto ley de turismo contempla que los hoteles tengan planes de circularidad y parámetros para favorecer el comercio de proximidad. « Es una oportunidad para revertir y recuperar la industria que teníamos», insistió Sansó.

Luis Moreno, director general de Ecolec, subrayó la importancia de reutilizar materiales

La circularidad no es un concepto nuevo, aunque hace relativamente poco que ha sido objeto de debate y consideración como alternativa a un modelo fundamentalmente extractivo. La Fundación de Economía Circular se constituyó como tal en 2013, pero es heredera del Club Español de Residuos nacido a finales de los 90 de la pasada década. 

Como miembro fundador de ese club, Ángel Fernández aclaró que «enfocamos la economía circular como un instrumento para alcanzar ala sostenibilidad ambiental, económica y social». Uno de los cometidos de la Fundación Economía Circular es proponer medidas para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible y realizar un seguimiento de cómo se están implantando, aunque Fernández admitió que «será muy difícil conseguirlos». 

La dificultad para consumar esta transformación fue otro de los punto de acuerdo de los ponentes. Ramon Perpinyà quiso introducir el término de transición ecológica por ser más amplio y «una tarea que tenemos todos, que es muy complicada y que afectará a todo los ámbitos», sobre todo al tecnológico que tendrá adaptarse para ser realmente sostenible. 

Con todo, Perpinyà opinó que «ya hemos hecho la primera tarea que es la concienciación» y auguró dos décadas de cambios. En cuanto a la aportación de Emaya a esta transformación, su presidente habló de los objetivos marcados en tres áreas: residuos, con medidas como el tratamiento de la fracción orgánica; ciclo del agua, con la modernización de infraestructuras y renovación de la red; y energía, la más ambiciosa, con el objetivo es que en el 2030 el Ayuntamiento de Palma Emaya produzca la energía renovable de todos los servicios municipales.

El fin del «usar y tirar»

Partiendo de la base de que «todos los recursos que extraemos de la naturaleza han de permanecer en el circuito industrial o de consumo», para cerrar ese círculo, Luis Moreno mencionó que «ha de cambiar nuestra forma de ver la economía». 

Extraer, fabricar, usar y tirar no es sostenible. Reducir los residuos pasa por aumentar la duración de los bienes de consumo, de ahí que sea necesario rediseñar y reparar, reutilizar y reciclar, además de recuperar los materiales y volver a introducirlos en la cadena productiva. La tecnología y la electrónica están muy presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Los residuos que genera esta industria crecen al mismo ritmo que aumenta nuestra dependencia de todo tipo de aparatos: desde smart phones a electrodomésticos. 

Reciclar es importante porque se recuperan muchos materiales que se van a utilizar para producir nuevamente. En este sentido Luis Moreno señaló que gracias a la fundación Ecolec, los productores de aparatos electrónicos cumplen con su obligación de tratar los residuos que su actividad genera.

El cambio que demanda la sostenibilidad es profundo y afecta a todos los aspectos de la vida. La forma de consumir es clave. Abandonar la cultura del «usar y tirar» conlleva dejar atrás hábitos y modos de vida. Aurora Ribot se refirió a que «reparar un aparato puede parecer más caro que comprar uno nuevo, pero hay que tener en cuenta los costes que genera tirar un producto» y entre estos, valorar la factura ambiental. En este sentido Ramon Perpinyà habló de forzar a los productores para que sea posible reparar. Esto pasa por rediseñar y más concretamente, ecodiseñar.

La factura de la sostenibilidad

En cualquier caso, los participantes coincidieron en que es el consumidor quien paga la factura de la sostenibilidad. Por ello, a la hora de consumir, el ciudadano elige también si se decanta o no por un modelo sostenible, como indicó Aurora Ribot. En este sentido Ángel Fernández se mostró partidario de legislar para incentivar el ecodiseño. «La fiscalidad es fundamental», dijo y puso como ejemplo el IVA reducido para las piezas de repuesto. 

«Las administraciones ya están dando pasos. La Ley de residuos y suelos contaminados incluye medidas de ecodiseño», recalcó Luis Moreno. Así mismo mencionó que el fomento de la reparación y la fabricación de piezas de repuesto con impresoras 3D en los talleres, ha hecho posible la reducción de costes. Moreno mostró la importancia de que, al menos en el ámbito europeo, la normativa que regula la fabricación y gestión de residuos sea uniforme. 

La cultura del «usar y tirar» ha de dar paso al ecodiseño y la reparación de bienes de consumo

Sebastià Sansó abundó en la idea de que todo empieza y acaba en el consumidor. El pago de tasas justas y el fin del anonimato a la hora de depositar los residuos, fueron algunas de las medidas que consideró pertinentes para, por ejemplo, incentivar una gestión adecuada de los residuos. Conseguir la complicidad y el compromiso de los ciudadanos precisa de educación, tiempo y una comunicación bien hecha desde las administraciones para conseguir el cambio de hábitos que la sostenibilidad precisa. Para ello también es importante facilitar la acción del ciudadano, reflexionó Ramon Perpinyà. 

Así, Aurora Ribot consideró que se debe tener en cuenta que «lo que tiramos es un recurso, tiene un valor y lo hemos de monetizar». Por otra parte no hay que despreciar que nos encontramos en un momento único que puede dar un impulso importante a la implantación de la economía circular. «Tenemos la oportunidad que nos brindan los fondos europeos, nos hallamos en un momento normativo en Balears con proyectos desarrollados muy atractivos para recibir fondos estratégicos», enumeró Ribot. 

Terminar con la dependencia exterior, fomentar el consumo de proximidad y dejar atrás las contradicciones de un sistema que ya no da más de sí, fueron algunas de las cuestiones que también se apuntaron durante el coloquio que osciló entre el pesimismo y la esperanza. Como reflexión final, se valoró el compromiso y la concienciación de los jóvenes y el regreso al consumo de producto local como clave de supervivencia. Precisamente porque el escenario actual está dominado por la incertidumbre, se reclamó ahondar en el compromiso para ser más sostenibles y resilentes.