Entrevista | José Manuel Durão Barroso Expresidente de la Comisión Europea y ex primer ministro de Portugal

Durão Barroso: «Putin es producto del resentimiento, la amenaza de guerra nuclear existe»

José Manuel Durão Barroso

José Manuel Durão Barroso / B.RAMON

Jaume Bauzà

Jaume Bauzà

¿Se necesitaba una guerra para unir a Europa?

Uno de los padres fundadores de la Unión Europea, Jean Monnet, decía que la comunidad se forjará como respuesta a las crisis sucesivas. Y pienso que es verdad. Ante una crisis, los líderes entienden mejor la necesidad de una unión. Pero no ha sido la única vez que la Unión Europea ha dado un paso al frente, también lo ha hecho con la pandemia. 

¿Le da envidia la unanimidad con la que se están tomando ahora las decisiones en comparación a cuando usted era presidente de la Comisión Europea?

Hay que ser realista, todavía no existen las condiciones para pedir una regla de mayoría en las cuestiones de política exterior. Los países, algunos con una gran tradición nacional, no quieren abdicar de lo que llaman su soberanía. Pero cuando es necesario tomar decisiones, es posible ponerse de acuerdo como se ha demostrado.

El conflicto actual tiene su origen en 2014, cuando Rusia invadió Crimea. Entonces usted era presidente de la Comisión. Visto en perspectiva, ¿a Europa le faltó contundencia en su respuesta?

No es justo hacer juicios hipotéticos retroactivos. Las decisiones se toman con la información que se tiene en el momento. Recuerdo muy bien el Consejo Europeo en el que se decidieron las sanciones contra Rusia y en ese momento fue considerado muy avanzado, pero no fue fácil. Se tomaron decisiones importantes. Siempre quisimos intentar un dialogo constructivo con Rusia, pero desgraciadamente no fue posible.

Putin justifica la invasión en la supuesta amenaza que supone para Rusia la posibilidad de que Ucrania ingresara en la OTAN y se asociara a la Unión Europea. ¿Tiene algo de razón?

No. Me encontré con Putin 25 veces porque antes la Unión Europea tenía cumbres con Rusia dos veces al año. También me cité con él en reuniones bilaterales y cuando fui primer ministro de Portugal. Por eso creo que conozco relativamente bien a Putin, al menos tanto como se puede conocer a una persona como él. Y me aseguraba que no tenía ninguna objeción a la entrada de Ucrania en la Unión Europea. Pero cuando negociamos con Ucrania un acuerdo comercial y de asociación, en el momento en el que íbamos a firmar, Rusia lo impidió y eso provocó la revuelta del Maidán y la anexión de Crimea. Así que no tuvo nada que ver con la OTAN. El ingreso de Ucrania en la OTAN no estaba en la agenda política, el ataque está motivado en el hecho de que Putin quiere que Ucrania sea una Bielorrusia 2, un país al que pueda controlar completamente. Ha sido una tragedia. Para Ucrania, para Europa y para Rusia.

¿Cómo es Putin en la distancia corta?

Esencialmente es un producto del resentimiento. Es un autócrata, un nacionalista autoritario. Lo que en Portugal llamábamos un fascista cuando yo era joven. No tiene nada que ver con una ideología marxista o progresista, como algunos piensan. Se identifica con el nacionalismo, el control de la sociedad y valores reaccionarios. Tiene un resentimiento que ha ido evolucionando porque piensa que no se ha dado la debida importancia a Rusia. Y también hay un componente psicológico porque es una persona que tiene sus complejos, problemas y frustraciones. 

¿Vivimos bajo la amenaza de una guerra nuclear?

Desgraciadamente, sí. Tiempo atrás pensaba que algo así era imposible, pero es así. El lenguaje crea su propia realidad y cuando políticos de un nivel de responsabilidad tan alto hablan de ese problema, es que ese problema existe. 

La guerra se está alargando más de lo que todos pensaban. ¿Es preferible una paz injusta a una guerra justa?

Es una muy buena pregunta, y la respuesta es terrible porque hay que ponderar dos valores como paz y justicia. En Europa, por un lado queremos que la guerra sea lo más corta posible. Pero por otro lado, y siendo realista, la guerra no va a terminar hasta que Putin pueda decir que ha logrado una victoria. Por eso la cuestión es: ¿Ayudamos a prolongar la guerra o trabajamos por la paz? Es un dilema terrible y pone en evidencia la contradicción de nuestra posición porque queremos conciliar la democracia y la defensa de la soberanía e integridad territorial de Ucrania, y al mismo tiempo la paz. Se debería trabajar por algo intermedio. Zelensky ya ha dicho que está dispuesto a discutir la neutralidad de Ucrania y eso le podría bastar a Putin. Pero creo que desgraciadamente quiere más. Incluso si por un milagro, y soy muy escéptico con los milagros, se lograra ahora la paz, el conflicto con Rusia seguirá muchos años, hay que trabajar a medio y largo plazo. 

Por un lado Europa responde con sanciones económicas y con el envío de armas a los ucranianos. Y por otro financia en parte la invasión comprando gas a Rusia.

Debemos preguntarnos cómo es posible esa dependencia europea del gas ruso. Mantuve reuniones muy difíciles con Putin sobre esa cuestión. Rusia ha cortado el suministro de energía a Europa dos veces, la última vez en 2008. ¿Cómo es posible que desde entonces Alemania no haya encontrado una alternativa al gas ruso? Por dos razones: complacencia y complicidad. Complacencia porque Alemania tiene complejo de culpa por los crímenes del nazismo en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Y complicidad porque había intereses económicos a muchos niveles con Rusia. Pero ahora Alemania ha cambiado radicalmente, es un navío que ha cambiado el rumbo, pero va a tomar un tiempo.

Aunque Putin no llegue a ser juzgado nunca en La Haya por crímenes contra la humanidad, ¿es posible su rehabilitación política en Europa? 

Es imposible, incluso si por un milagro ahora se llegara a un acuerdo. Estados Unidos y Europa dicen que posiblemente es un criminal de guerra y que hay un genocidio en Ucrania. Entonces, ¿cómo se puede establecer una relación normal con él? Y lo digo con pena. Hablé con Putin muchas veces de lo importante que era que Rusia y Europa mantuvieran una cooperación, por muchas diferencias que hubiera. Nada justifica lo que ha hecho invadiendo Ucrania y por eso tiene que haber una reacción. Estoy de acuerdo en que no queremos una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, pero también tenemos que hacer algo, no podemos limitarnos a solo una condena diplomática. Por eso hay sanciones económicas y apoyo militar. ¿Pero hasta dónde podemos llegar? En este caso no hay blancos o negros, hay que llegar a una zona gris que tenemos que definir, y eso es muy difícil. 

¿Ucrania será para Rusia lo mismo que Irak para Estados Unidos?

Es difícil comparar, son situaciones diferentes. Ahora está mucho siendo peor, porque el número de víctimas de Rusia en Ucrania es mucho mayor que todas las víctimas de Estados Unidos en Irak y en Afganistán. 

Pronto se cumplirán veinte años de la foto de las Azores con George Bush, Tony Blair y José María Aznar que precipitó la intervención en Irak. Siendo primer ministro de Portugal, fue el anfitrión de la cumbre. ¿Le pesa haber salido en aquella foto?

Como he dicho antes, es muy difícil juzgar las decisiones políticas con juicios hipotéticos retroactivos. La posición de Portugal no fue exactamente la de otros, hay que hacer distingos. Siempre dije, al menos cuatro veces en el Parlamento, que estábamos contra la guerra y que no enviaríamos tropas. Pero que si había una guerra entre nuestro aliado Estados Unidos y la dictadura de Sadam [Husein], teníamos que estar con la democracia. En esa cumbre estaba nuestro mayor aliado, Estados Unidos; nuestro aliado más antiguo, Inglaterra; y nuestro único vecino, España, y nos pidieron hacer de anfitrión. Nuestra posición fue equilibrada, pero motivada por la información que nos proporcionó Estados Unidos de que había armas de destrucción masiva en Irak. En retrospectiva pienso que Estados Unidos tomó una mala decisión con la intervención de Irak, tengo que ser justo y honesto. Pero no fue solo Bush, Bill Clinton también me pidió que apoyara la invasión. 

¿Respiró aliviado con la victoria de Macron en Francia?

Sí, como todos los europeístas. 

¿El voto de extrema derecha es un voto antieuropeo?

La Unión Europea tiene una resiliencia superior a la que normalmente se le reconoce. Es bueno que estos partidos estén abandonando la idea de salir de la Unión Europea y del euro, y que quieran trabajar desde dentro. No tengo ninguna simpatía por estos partidos, pero tenemos que ser más inteligentes en la manera de hablar. Estos partidos exprimen preocupaciones del pueblo. Y una cosa es su ideología, que no me gusta, y otra demonizar a quienes les votan. Somos demócratas y no podemos decir que unos votos valen más que otros. Lo que tenemos que hacer es ganar el debate democrático y recuperar a esos electores. 

Mientras en otros países europeos la derecha moderada impone cordones sanitarios a la extrema derecha, en España el PP pacta con ella para formar gobiernos. ¿Qué le parece?

No entraré en la política interna de España. Cada caso es diferente, no hay una fórmula mágica. Desde un punto de vista de higiene política, no me gusta mucho la idea. Pero también el centro izquierda se alía a veces con la extrema izquierda. Por ejemplo en Portugal, el primer ministro Antonio Costa, con el que tengo muy buena relación, se apoyaba en el partido comunista, que sigue defendiendo el sistema soviético. Pero no tengo una posición categórica porque por un lado esos extremos son malos, pero por otro lado es una manera de integrarlos en el sistema democrático. En todo caso yo estoy en el centro reformador y estoy firmemente contra todos esos extremos.

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