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«El confort climático tiene los días contados en Baleares»

El informe IPCC pone sobre alerta a la comunidad científica, que advierte de que el impacto del calentamiento global será mayor en la zona mediterránea

Imagen de archivo del embalse del Gorg Blau bajo mínimos, en un momento de sequía en Mallorca. | EFE

El planeta se dirige a un calentamiento extremo. Las emisiones deberán reducirse a la mitad para 2030 con tal de evitar la catástrofe climática, o las consecuencias serán irrevertibles.

Las conclusiones del tercer y último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) son tajantes y han puesto sobre alerta a la comunidad científica. Por si esto fuera poco, el documento subraya que la región mediterránea se llevará la peor parte, señalada como especialmente vulnerable ante los efectos del calentamiento global.

Pau de Vílchez, del Laboratorio Interdisciplinario sobre Cambio Climático de la UIB, explica que las emisiones entre 2010 y 2030 han sido las más elevadas de la historia de la humanidad. Y da otro dato: la concentración de dióxido de carbono es la más alta desde hace dos millones de años, lo que quiere decir que, hasta ahora, el homo sapiens jamás había habitado el planeta en estas condiciones.

«Tenemos que parar esta dinámica», manifiesta el investigador, que considera que todas las regiones tienen la responsabilidad de analizar qué sectores productivos emiten más gases contaminantes. En concreto, en Baleares son los transportes y la generación de energía eléctrica, que suman prácticamente el 80% de las emisiones.

Para de Vílchez, la lucha contra el cambio climático pasa por una redistribución de la riqueza y una reorientación de los recursos. En cualquier caso, la cuestión es que la humanidad «todavía puede elegir qué tipo de transición quiere»; la que aumente el bienestar de la sociedad, o la que llegará a consecuencia de la inacción, que será «extremadamente violenta, desigual y peligrosa».

Y es que los científicos tienen claro el origen del problema, aunque parece que la solución no llega. El investigador del Centro Oceanográfico de Baleares Gabriel Jordà asegura que hace tres décadas que las emisiones no hacen más que subir, pese a que deberían tocar techo antes de 2025 y luego caer drásticamente para evitar la catástrofe que describe el informe.

Explica Jordà que la buena noticia en Baleares es que la Ley de Cambio Climático, aprobada en 2019, «marca objetivos ambiciosos» y establece medidas «en el buen camino para reducir las emisiones», aunque llevarlo a la práctica es «complejo» y requiere de tiempo. Sin embargo, la responsabilidad no ha de recaer únicamente en el ámbito local: «Los gobiernos demuestran poca valentía para enfrentarse a los lobbies. Hay decisiones a nivel estratégico que los científicos no nos explicamos». Como la apuesta por el hidrógeno verde, una iniciativa de «dudosa» efectividad, mientras que «otras soluciones más prácticas no se llevan a cabo por la presión de las grandes organizaciones empresariales», asegura Jordà.

Para el investigador, si la población no reorienta sus prioridades, los recursos se acabarán rápido, por lo que iniciativas como limitar el uso del vehículo privado o restringir el transporte aéreo son medidas que se acabarán aplicando de forma «inevitable». «Nos guste o no, tendremos que hacerlo. Hoy elegimos no coger el coche para ahorrar, pero mañana no nos quedará otra», señala, aunque sin olvidar que «la acción a nivel global es imprescindible para que la individual sea realmente útil».

De otro modo, las consecuencias serán desastrosas. El doctor Macià Blázquez, catedrático de Geografía e histórico miembro del GOB, afirma que de no actuar «el confort climático tiene los días contados en Baleares», pues la zona sufrirá olas extremas de frío y calor con frecuencia, y las temperaturas en verano podrían ser insoportables.

Unas circunstancias que, de producirse, dificultaría que las islas «vendan un producto turístico de calidad», pues al problema de las condiciones climáticas —y el encarecimiento del precio de la energía para paliar las temperaturas extremas— se le suma el «lento e imparable» aumento del nivel del mar, que amenaza a las playas y a las edificaciones en primera línea, asegura Blàzquez.

El científico añade que orientar las medidas contra el cambio climático a la población local «desvía la tensión que producen los 14 millones de pasajeros anuales en Son Sant Joan», aunque las islas están cerca de perder atractivo turístico con el avance del calentamiento global.

Blàzquez insiste en abogar por los sistemas de transporte colectivo y replantear el modelo turístico, con una apuesta clara por las estancias más largas y menos frecuentes, como medidas para hacer frente a la emergencia climática. Si las islas continúan en el rumbo del calentamiento global, les espera «una mayor probabilidad de sufrir catástrofes naturales», como la torrentada de Sant Llorenç o el temporal Gloria.

Por su parte, Pere Joan Femenia, portavoz del movimiento ‘Joventut x Clima - Fridays For Future Mallorca’, traslada un mensaje a la población joven: todavía hay soluciones. El responsable insta a los jóvenes a movilizarse y pedir a los gobernantes acciones contundentes contra el cambio climático, y sobre todo, no olvidar esta emergencia «aunque el foco mediático se ponga en otras cuestiones, como la guerra en Ucrania o la pandemia», puesto que el calentamiento global avanza ineludible aunque el debate no esté en el punto de mira. La plataforma se ha sumado a la iniciativa ‘Ocupa la UIB’, que estos días llenará el campus de charlas, debates y formaciones sobre la lucha contra el cambio climático.

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