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Un Ramadán con mascarilla en las oraciones comunitarias

Después de dos años de dificultades por la pandemia, la comunidad musulmana celebrará su mes sagrado con una normalidad casi plena

Musulmanes rezan en una de las cinco oraciones diarias que hace la mezquita Ihsan, en Son Gotleu. Manu Mielniezuk

Millones de musulmanes esperan todos los años el avistamiento de la luna creciente para iniciar el primer día oficial del Ramadán, el mes sagrado de crecimiento espiritual en la cultura islámica.

En Mallorca, los preparativos para la celebración ya están en marcha. El Ramadán empieza este fin de semana (la noche del sábado o el domingo, según salga la luna) y después de dos años con dificultades por la pandemia, los musulmanes llevarán a cabo la conmemoración con una normalidad casi plena, solo entorpecida por las mascarillas, que serán obligatorias en las salas de oración.

Lo explica Francisco Javier Jiménez, responsable de la mezquita Ihsan, una de las dos que se ubican en la calle del Regal de Palma, en el corazón de Son Gotleu. Pese a ser más bien pequeño, a este centro acuden fieles de todos los países: desde Pakistán, Bangladesh o Turquía, hasta Egipto, Marruecos o incluso Mali. Antes de la pandemia, asegura Jiménez, la mezquita se llenaba hasta los topes, con más de 200 fieles rezando en grupo.

«Este año, como ya no hay límite de aforo ni restricciones, esperamos que venga mucha gente otra vez, aunque no sé si será lo mismo, porque la gente todavía le tiene miedo al virus», señala el responsable.

Aún así, los miembros del centro, al ver que la situación epidemiológica lo permite, han iniciado a contrarreloj los preparativos para que la mezquita esté a punto. Limpian y desempolvan a conciencia, revisan los micrófonos y amplificadores que servirán para lectura del Corán y dan los últimos retoques de mantenimiento para que el templo esté listo para recibir a cientos de fieles.

El virus se normaliza y los rezos se podrán llevar a cabo como antes: congregados en filas, uno detrás de otro, en lugar de hacerlas con alfombras individuales, con el propósito de celebrar un mes de intensa purificación espiritual, en el que la devoción se intensifica.

Además, este año, las mezquitas podrán volver a las iniciativas solidarias de reparto de comida, que por la covid se habían tenido que descentralizar en lugar de hacerlo en los propios centros de oración.

Todas las noches de abril, los musulmanes recitarán los versos del Corán en los templos cercanos a sus hogares, después de las cinco oraciones diarias, y celebrarán con una normalidad casi plena el mes venerado.

La conmemoración finalizará el próximo 2 de mayo con una gran oración conjunta que reunirá a todos los musulmanes de la isla en la celebración Idu Al-Fitr —fiesta del fin del ayuno— y la bienvenida al primer día de Shawwal, el décimo mes del calendario lunar islámico.

Veinte años sin un lugar para celebrar el fin de ayuno

El responsable de la mezquita Ihsan, Francisco Javier Jiménez, lamentó ayer que «después de 20 años», todavía no se haya fijado un lugar que acoja a todos los musulmanes de la isla el último día del Ramadán, en la oración conjunta para celebrar el fin de ayuno. «Es una actividad más de los ciudadanos de Palma, forma parte de la cultura de la ciudad», alegó el portavoz, que asegura que aunque la celebración se da cada año en las mismas fechas, Cort siempre busca un espacio en el último momento y diferente para cada edición.

Una petición de la comunidad que, según Jiménez, se suma a muchas otras que «no escuchan las instituciones», como por ejemplo la de acondicionar un número de tumbas en el cementerio de Palma según las creencias musulmanas.

Jiménez también expresó su desacuerdo con que la asignatura de Religión Islámica solo se imparta en dos localidades de la isla: «En municipios como Palma o Manacor hay muchísimos alumnos que lo solicitan».

Con todo, el responsable consideró que las instituciones baleares «no tienen del todo en cuenta» la cultura musulmana en el archipiélago. Aún así, insistió en que las actividades de la comunidad tienen que ser «abiertas a toda la sociedad» e integradas «como una realidad más en la ciudad».

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