Una sociedad más amable con las personas, herramientas y estrategias para gestionar la soledad y una evaluación y reformulación continua de los cuidados. Estas fueros algunas de las ideas que surgieron en el debate sobre la soledad en las personas mayores que centró la tercera jornada de debate del ciclo Reptes Socials a Balears, organizado por Club Diario de Mallorca y Fundació ‘la Caixa’. El hecho de que cada vez sean más los hogares unipersonales y que parezca claro que ésta va a ser la tendencia, hace necesario un nuevo abordaje de la soledad.

La sede de CaixaForum en Palma acogió el evento en el que participaron Mayte Sancho, psicóloga y experta en gerontología social, María José de Prada, pedagoga de la sección de Fomento de la Autonomía de las Personas Mayores del IMAS y Jaume Payeras, director técnico de Bienestar Social del Ayuntamiento de Palma. Miquel Roca, psiquiatra y Decano de la Facultad de Medicina de la UIB, ejerció como moderador de la mesa redonda.

Margarita Pérez-Villegas, directora de CaixaForum Palma, fue la encargada de dar la bienvenida a público y participantes. Tras su intervención tomó la palabra Marisa Goñi, directora de Diario de Mallorca. La mitad de las personas que viven solas en España, unos 4 millones, son mayores de 65 años, recordó Goñi. La situación no parece que vaya a cambiar, dados los cambios sociales, como el fin de la convivencia de la familia extensa, y la mayor esperanza de vida. Antes estos datos Goñi subrayó la necesidad de dotar de herramientas para afrontar estas situaciones y distinguió entre la soledad elegida y la impuesta. 

Mayte Sancho abrió la jornada con la ponencia Soledades cuando envejecemos, un título con el que clarificaba que no hay un solo tipo de soledad ni una sola manera de vivirla, al igual que el colectivo de personas de más de 65 años al que calificó de heterogéneo. Sancho comenzó llamando la atención sobre el tratamiento que se da en los medios de comunicación a la soledad de los mayores: alarma, enfermedad, epidemia, muerte, son conceptos que suelen asociarse al hecho de estar solo en la vejez. Según la experta, cada vez serán más los hogares unipersonales por lo que es necesario que aprendamos a gestionar la soledad y vivirla de la mejor manera posible. Sin minimizar la importancia que determinadas soledades pueden tener, Sancho quiso desmontar algunos equívocos en torno a la soledad, comenzando por la diferencia entre vivir solo y sentirse solo. Matizó también que la soledad es un sentimiento subjetivo, desagradable asociado a la pérdida mientras que el aislamiento social es la ausencia o escasez de contacto con la red cercana. Por otro lado, apuntó que de los 4,8 millones de españoles que viven solos, más del 43% (2,1 millones) son mayores de 65 años. De estos, 1,5 millones son mujeres. En Balears el porcentaje de mayores solos es de 22,7% uno de los más bajos del estado. 

SE PRECISA INNOVACIÓN E INVESTIGACIÓN PARA ADAPTAR LOS CUIDADOS A LAS NECESIDADES DE LOS MAYORES

En contra de lo que pueda parecer, Sancho mencionó que España es uno de los países de Europa con menor índice de mayores solos, siendo los países nórdicos los que lideran ese ránking. Sin embargo, la psicóloga llamó la atención sobre el hecho de que es en los países del Sur de Europa donde las personas mayores tienen un mayor sentimiento de soledad. «La gestión de la soledad en países como Dinamarca está incorporada en el modo de vida por lo que saben cómo encarar esa situación». Sin embargo, en España, «la expectativa es que te cuide la familia» y si no es así, se percibe como una desgracia. Ante el hecho de que «cada vez vamos a estar más solos, el gran reto es cómo vamos a poder vivir bien en hogares unipersonales y no sentirnos mal en la soledad». Sancho se detuvo a analizar uno de los «grandes lemas» del confinamiento: «qué solitos se han sentido los mayores, pero los que se han sentido dramáticamente solos han sido los jóvenes», aclaró citando un estudio de la Unión Europea. «Si nos paramos a pensarlo un minuto es lo lógico, los mayores ya estamos entrenados en la adversidad, tenemos mayor capacidad de resilencia», reflexionó.

Sancho concluyó su intervención destacando la necesidad de realizar investigación en este campo para poder actuar a partir de las necesidades reales. En este sentido citó un estudio realizado en Guipuzcoa a partir del cuál se ha podido establecer una estrategia con bases sistematizadas en cuatro áreas: «Conocer y normalizar la soledad que está asociada a un estigma social potentísimo que no ayuda y nos lleva a negarla. Ver que nuestro futuro va a ser vivir en soledad y sentirse solos, luego vamos a intentar gestionarlo de otra forma, aprender a estar solos. El segundo es la prevención de la soledad». Así, citó medidas de carácter grupal y comunitario y destacó la importancia «del barrio, los amigos, el entorno, la conversación ,la vida vecinal, pero también prevenir en la infancia porque es un espacio libre de estereotipos». Para Sancho una de las soluciones o de los objetivos es «identificar estrategias personales de gestión de la soledad, llegar a disfrutarla, es un gran logro y requiere de bastante trabajo, pero también da gusto disfrutar de esos momentos de creación o de reflexión sobre uno mismo».

Para Miquel Roca, «hablar de una experiencia humana como la soledad puede ser de gran complejidad en algunos momentos y en otros puede resultar sencillo». Con esta apreciación el psiquiatra quiso remarcar que «en el campo de la psicología, la psiquiatría, el trabajo social o la pedagogía hay conceptos muy difusos que necesitan ser clarificados, que se han planteado de forma poco rigurosa desde el punto de vista científico». En este sentido reclamó mayor precisión a la hora de hablar de soledad en la vejez.

Tras esta breve introducción Roca dio la palabra a María José de Prada y a Jaume Payeras que resumieron las intervenciones llevadas a cabo por Consell y Ayuntamiento de Palma en materia de atención a las personas mayores. De Prada recordó que el Consell suma 28 años de políticas públicas y mencionó los programas de estimulación cognitiva que se realizan en la Part Forana y en los que se trabaja desde la prevención para vertebrar la integración. 

La experta del IMAS se centró en la experiencia durante el confinamiento en que se optó por continuar con los talleres de memoria a través del teléfono. Esto sirvió para evidenciar las carencias en el uso de nuevas tecnologías de las personas mayores y dio pie a una actividad intergeneracional en la que los jóvenes enseñaban a los mayores el uso de las aplicaciones móviles. 

Payeras explicó que el Ayuntamiento de Palma ofrece cobertura de necesidades básicas y ayuda y comida a domicilio, además de su red de centros de día y de los casales de autonomía que funcionan en la ciudad. El confinamiento también fue especialmente intenso para los profesionales de servicios sociales que tuvieron que hacer frente a las dificultades impuestas por el aislamiento sin dejar de atender a los mayores. Aunque ofrecer estas prestaciones es fundamental, Payeras admitió que «el gran reto de la intervención social es el trabajo comunitario». 

Por su parte Payeras reconoció que «nos hemos centrado en los asistencial, pero tenemos que incorporar la prevención y realizar un seguimiento de lo que funciona y lo que no». En este sentido De Prada llamó la atención de que «en las sociedades futuras se va a dar mucha importancia a la socialización, a la red de protección, el futuro es una sociedad inclusiva».

Mayte Sancho coincidió en la necesidad de ir evaluando las políticas «conocer si lo que haces sirve, si respondes a sus necesidades». La incorporación de la innovación en lo social y un acercamiento más flexible a las personas fueron dos de las acciones que Mayte Sancho consideró prioritarias para adecuar el modelo de cuidado a las necesidades de los mayores: «El modelo tiene que girar en torno a las personas, las sociedades tienen que ser más amables y hay que dignificar los cuidados».  En cuanto su diagnóstico de futuro, Sancho opinó que «la intimidad, los vínculos y las relaciones fluidas parece que van a peor». Ante este hecho, refirió la necesidad de movimientos transformadores y de actitudes colaborativas.