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Ermengol, no Armengol; Proenç, no Prohens; Esquerrer, no Escarrer: Así se escriben normativamente los apellidos mallorquines

El profesor de la UIB Gabriel Bibiloni publica 'Els cognoms de les Illes Balears', el primer compendio donde se aporta la grafía normalizada. “No creo que mucha gente vaya al registro a cambiarse el apellido, la tradición suele prevalecer”

Gabriel Bibiloni publica 'Els cognoms de les Illes Balears'

Gabriel Bibiloni publica 'Els cognoms de les Illes Balears' MARÍA PEDRAZ

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Gabriel Bibiloni publica 'Els cognoms de les Illes Balears' M. Elena Vallés

Baleares está viviendo un retroceso en el corpus de apellidos que nombran a la población. El repertorio tuvo su época dorada entre los siglos XIII y XIV. “Entre finales de éste y principios del XX se han perdido 1.181 tradicionales”, lamenta el profesor de la UIB Gabriel Bibiloni, autor de Els cognoms de les Illes Balears (Nova Editorial Moll), un compendio de 1.932 apellidos, de los cuales se mantienen vivos unos 750. Es decir, ha desaparecido en torno al 60% del corpus total. El desangrado se produjo sobre todo a partir de la “llegada de la inmigración de la península en el siglo XX y posteriormente con el desembarco en la isla de otras nacionalidades”, sostiene. “Las pérdidas no fueron compensadas con las aportaciones venidas de fuera”, comenta. Asimismo, el sistema de transmisión patrilineal (por vía paterna) también conduce a esa pérdida acelerada, pues en cada pareja que se forma se pierde un apellido en la tercera generación. Y con la repetición de este hecho algunos llegan a extinguirse.

En estos momentos, está a punto de morir Valleriola. "A partir del siglo XVII los mallorquines portadores de este apellido fueron considerados xuetes”. “Hay otros que ya están nombrando prácticamente a una sola familia”, advierte.

Además del esfuerzo compilador, es muy reseñable la labor de normalizar lingüísticamente todo el repertorio de apellidos baleares. En el largo listado, llaman la atención ejemplos como “Ermengol, no Armengol; Cledera, no Cladera; Esquerrer, no Escarrer; Bastard, no Bestard; Celleres, no Salleras; Grimald, no Grimalt; Guerau, no Garau; Maure, no Maura; Proenç, no Prohens”. Son casos que se explican por la etimología o la procedencia. “El apellido es algo muy personal y esta adaptación a las normas ortográficas del catalán vigentes no significa que la gente tenga que cambiarse el nombre, de hecho pienso que poca gente lo hará, al final prima la tradición familiar", opina, "pero me parecía interesante aportar la grafía normalizada y que si alguien quiere regularizarlo oficialmente y con una cierta seguridad lingüística pueda hacerlo, es un derecho”, subraya.

Esta grafía normalizada recogida en la recopilación de Bibiloni, acorde con las normas ortográficas y con la etimología de cada apellido, tiene también otra justificación, que es la referente a la escritura correcta de los antropotopónimos, es decir, los topónimos que integran un antropónimo, en este caso, un apellido. Sería el caso de Son Lledó (antes, son Lladó), Son Fortesa (antes, Son Forteza), Son Pacs (antes Son Pax), Son Rotlan (no Son Rullan) o Son Cledera (no son Cladera).

En cada una de las entradas individuales de los apellidos, el filólogo aporta otras informaciones básicas como la pronunciación, las variantes gráficas que han sido empleadas, la etimología o procedencia, datos sobre su antigüedad y topónimos relacionados.

El punto de partida de este libro, que será presentado este miércoles a las 19 horas en la librería Embat, fue un proyecto que el profesor concibió cuando era director del Servei Lingüístic de la Universitat de les Illes Balears y del Gabinet d'Onomàstica. La idea inicial sólo era la publicación de la lista de los apellidos con las grafía normalizadas. Sin abandonar la idea, Bibiloni fue trabajando en ello durante mucho tiempo añadiendo más informaciones al listado. Este campo que ahora ha explorado no está ni mucho menos tan investigado como el de la toponimia. “El Institut d'Estudis Catalans ha anunciado ahora que creará un área para estudiar los apellidos”, refiere.

Las fuentes de Bibiloni para crear esta obra enciclopédica de más de 600 páginas son el Alcover Moll, la Gran Enciclopèdia de Mallorca, Els llinatges catalans de Francesc de B. Moll, el Coromines, corpus onomásticos catalanes y de toponimia, el Nobiliari Mallorquí de Bover, otras listas y una de las últimas guías telefónicas editadas en papel.

Cuando se le pregunta por las posibilidades de prosperar de algunas de las normalizaciones lingüísticas propuestas, asegura que muchas sí tendrán éxito, “sobre todo en los casos donde sea más necesario. Por ejemplo, aquellas que están mal acentuadas o cuando toca poner dos eses porque es ese sorda, como el caso de Rosselló”. “Ermengol, que proviene del nombre germánico Ermingaud, pues no creo, y el que seguramente no prosperará es Bastard en lugar de Bestard; su procedencia deja claro por qué”.

En este compendio, Bibiloni prefiere usar el término cognom y no llinatge, pese a que esta última voz es la que se usa popularmente en las islas. “En un lenguaje más técnico y preciso el llinatge es el conjunto de personas que forman línea sucesoria masculina compartiendo el mismo apellido”. El especialista también establece una larga explicación en el volumen sobre el porqué de la aparición de los apellidos. “En los siglos X y XI hubo una reducción considerable del repertorio de nombres de persona y ello hizo inevitable el uso de un segundo elemento antroponímico para complementar el nombre, con el fin de afrontar los problemas que creaba la existencia de muchos nombres repetidos”, expone. Entonces, se empezaron a emplear motes, malnoms que pasados los siglos se acabaron convirtiendo en los apellidos que actualmente conocemos. Los motes se formaron a partir de cuatro procedimientos: usando el lugar de procedencia de la persona precedido de la preposición “de”, empleando el nombre del padre, recurriendo a nombres de oficio o cargos o también a partir de características físicas o morales de quien los portaba.

Bibiloni también desvela las prácticas de las clases altas con los apellidos para diferenciarse de las populares. “La aristocracia adoptó los nombres de sus propiedades. Si alguien se llamaba Ramis, para distinguirse se ponía Ramis d'Aireflor, como la alquería de Sencelles”. “También fue práctica de los nobles exhibir los diferentes apellidos familiares como forma de ostentar categoría y poder”, añade.

Apellidos catalanes

“Los apellidos tradicionales de las islas son en su inmensa mayoría apellidos catalanes introducidos después de las conquistas catalanas del siglo XIII”, describe. Tienen etimologías diversas: hebrea, latina, árabe o germánica. O incluso también hay apellidos que se introdujeron en la sociedad catalana después, a partir de los siglos XI y XII, con la lengua catalana ya formada, y que son occitanos, castellanos, vascos, franceses o italianos.

De estos apellidos baleares que provienen de los catalanes, en torno a un 40% son toponímicos, es decir, hacen referencia al lugar de procedencia de los repobladores.

Bibiloni matiza que en el corpus de apellidos de las islas “hay un pequeño grupo que se formó directamente en el archipiélago, es decir, que son autóctonos”. Es el caso de Binimelis, Bunyola, Caimari, Colombars, Deià, Femenia, Femenies o Mesquida.

Una vez constituido el repertorio principal de los apellidos baleares, “éste se fue ampliando moderadamente con algunos apellidos introducidos por inmigrantes procedentes de diversos países. Por ejemplo, los italianos Brondo, Dameto, Ferrari, Montis u Orlandis”, detalla. En Menorca muchos soldados de fuera destinados en el castillo de Sant Felip durante los siglos XVI y XVII introdujeron apellidos españoles como Hernández, Lozano, Nieto, Prieto, Quevedo o Ruiz.

Por último, el profesor también sostiene que en los Països Catalans la norma general siempre fue, hasta tiempos modernos, el uso de un único apellido en todo tipo de documentos y registros. “Fue a partir de 1820 que las instituciones españolas fueron dando instrucciones que acabaron por implantar progresivamente el doble apellido, el del padre y el de la madre, una norma que sólo se emplea en España, Portugal y América Latina”.

Portada del libro 'Els cognoms de les Illes Balears'.

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