Estantes vacíos en los supermercados por la psicosis ante un posible desabastecimiento; escasez de leche, pescado y de otros productos frescos como la lechuga iceberg ante los parones en el transporte y la huelga de la flota pesquera; un Mercapalma recibiendo las dos últimas semanas un 60% del flujo habitual de mercancías; buques de las navieras con las bodegas a la mitad; fábricas que amenazan con un cierre inmediato si no llegan las materias primas. Son los titulares de estos días que recuerdan una y otra vez el grave problema que arrastra Mallorca desde hace 60 años pero que ahora ha estallado: la isla tiene una dependencia total del exterior en algo tan básico como la alimentación diaria de la población

En datos proporcionados por la conselleria de Agricultura sobre la cadena alimentaria, la isla únicamente produce un 15% de lo que consume. Es decir, importa de la península el 85% de comida que abastece a la población. Para Nofre Fullana, director técnico de la Associació de Productors d’Agricultura Ecològica de Mallorca (APAEMA), «el dato seguramente es mayor porque la conselleria tiene en cuenta en su estudio el agua embotellada como alimento, por lo que, sin el agua, ese índice de dependencia alcanzaría el 90% y, en verano, en plena temporada turística, hasta el 93 ó 95 por ciento». La situación es grave, pero la cuestión no ocupa ningún espacio en la agenda pública

Todos los recursos, en el sector turístico

«Hace 40 años que la sociedad mallorquina le ha dado la espalda a fora vila y todos los recursos se han invertido en el sector turístico, eso es lo que ha pasado. Voy a dar otro dato para que nos hagamos una idea. Hace 60 años había unas 40.000 explotaciones agrarias en Balears y según una encuesta del Ministerio de Agricultura de 2016 en las islas había activas ese año 10.260. Se han perdido 30.000, es una barbaridad», lamenta. 

Con las dificultades y la subida de los costes es posible que de esas 10.260 hayan cerrado algunas, «pero hay algo de esperanza porque existe una pequeña ola de jóvenes agricultores y quizá en los próximos datos que se publiquen haya una sorpresa al alza», augura. «A raíz de la crisis de 2008 hubo personas que dejaron sus empleos o los perdieron ,y decidieron dar un giro a sus vidas y hacerse agricultores. Tienen formación en el tema, están bien preparadas y también son activistas», subraya. Otro problema importante de los cultivos que se practican en la isla «es que muchos están centrados en productos de exportación, como la almendra, los cereales enfocados al consumo animal, la algarroba o también la patata», enumera. De hecho, si se vuelve a posar la mirada sobre el estudio en torno a soberanía alimentaria elaborado por el Govern, llama la atención precisamente que Mallorca presente un índice de autoabastecimiento elevado y prácticamente total en dos productos: las patatas y los frutos secos. Dos cultivos que, como apunta Nofre Fullana, están enfocados sobre todo a la exportación. Paradójicamente, «aquí importamos mucha patata para consumo local», confirma el también payés.

Las empresas de agricultura convencional son cada vez menos numerosas en la isla. «Controlan el mercado local cinco», desvela. «Son muy pocas familias, en cambio están aumentando las que se dedican a la agricultura ecológica [suelen ser explotaciones pequeñas], que hace 15 años eran unas 15 y ahora somos unas 70», calcula. En definitiva, «tenemos muy poca agricultura en Mallorca que nos pueda alimentar semanalmente».

Estanterías vacías en un supermercado de Mallorca. BERNARDO ARZAYUS

Más familias que cultiven productos cotidianos

Fullana aclara que las empresas de agricultura convencional «están basadas en combustibles fósiles». «Los abonos químicos y los fitosanitarios los importan, vienen de fuera, por lo que son empresas que tiene una elevada dependencia del exterior». En este sentido, recuerda que la agricultura ecológica es más independiente, pues usa compost que proviene de animales de la propia isla. «Por eso es muy importante para la agricultura mantener la ganadería extensiva que tenemos, que por desgracia está en retroceso. Si la perdemos tampoco tendremos fertilizantes locales y la cadena autóctona se rompería», conjetura. «Si queremos tener más soberanía alimentaria, no queda otra que volver a tener familias que cultiven productos cotidianos y que los vendan en los mercados tradicionales», considera. 

Gentrificación rural: "Se está desmantelando toda la estructura agraria de la isla"

Según el payés Jaume Adrover, también fundador de Terraferida, incide directamente en la dependencia alimentaria el hecho de que cada vez haya menos suelo para cultivar. «Todavía hay en Mallorca 11.200 parcelas edificables. La construcción en suelo rústico cuenta ya con 55.000 viviendas edificadas. Son cifras de récord», apunta preocupado. «Es un tema tabú este de la construcción en rústico. No hay datos para saber cuántas licencias se están dando y tampoco hay interés por contabilizarlas, parece que el Consell no quiere saberlo», advierte, «cuando se trata de una construcción constante y continuada. El campo está a la venta, hay carteles de ‘se vende’ por todas partes. Y no es para cultivar, sino que la mayoría es para hacer chalés con piscina o parques solares. Se habla mucho de la gentrificación de la ciudad y ya es hora de que se hable de la gentrificación rural», reivindica. «Así se está desmantelando toda la estructura agraria de la isla», avisa.

Para Adrover, tres días sin que atraquen buques de mercancías serían suficientes para que se note el desabastecimiento en Mallorca. «Con el temporal Gloria, que fueron tres días incomunicados, ya se notó», evoca. «Con la pandemia y el cierre de fábricas en China ya se rompió la cadena y las consecuencias de la Guerra de Ucrania han agravado la situación por el aumento del precio del combustible», argumenta.

"Aguantaríamos cinco o seis días sin que entraran productos"

 Por su parte, el presidente de la asociación de distribuidores ADED, Bartomeu Servera, cree que la situación no sería tan alarmante. «Podríamos aguantar unos cinco o seis días sin que entraran de fuera productos perecederos, a partir de ese momento empezarían las complicaciones», dice. «Dado que tenemos almacenes bien equipados y ahora no ha llegado todavía el turismo, de productos de media vida, como lácteos, embutidos o carne, podríamos estar sin problemas entre 15 y 20 días sin barcos de la península», señala. «Si sigue el bloqueo en la península, todos estos plazos se acelerarían». 

En opinión de Jaume Adrover, Mallorca sí podría ganar en autosuficiencia con las hortalizas, «sobre todo en producción ecológica». En fruta, la isla va muy rezagada, solo produce el 10 por ciento de lo que consume. «Antes había mucha y diversas variedades locales, pero se ha ido abandonando. La entrada en la UE y su política agraria no ayudaron tampoco». El agricultor critica que no se estén desarrollando políticas que reduzcan la dependencia alimentaria. «Mientras los suelos agrarios que nos podrían dar más producción se dediquen a especulación inmobiliaria, seguiremos alejándonos de la soberanía».

Autoabastecimiento en Mallorca: se necesitaría 16 veces más el territorio cultivable actual

En el año 2004, el doctor en Geografía Ivan Murray calculó que «para abastecernos necesitaríamos 16 veces más el territorio cultivable que tenemos». Cree que este cómputo sigue siendo válido, pero a día de hoy Murray prefiere contabilizar las toneladas que se consumen en la sociedad balear y los flujos ocultos que hay detrás de ellas. «Pongo un ejemplo, detrás de una alianza de oro de matrimonio, de diez gramos, hay unos flujos ocultos de tres toneladas y media de materiales». «En Balears estamos ahora en torno a los diez o doce millones de toneladas de materiales anuales, con el 80% procedente de fuera, 85% cuando se trata de alimentación. Somos una sociedad muy vulnerable y estamos muy expuestos ante cualquier alteración del juego económico mundial, como ha supuesto por ejemplo la guerra de Ucrania». Unas alteraciones que cada vez serán más frecuentes. El sistema colapsa. Murray apela a la necesidad de llevar a cabo una transición verde en la energía y pensar de verdad en la diversificación económica, «no en la diversificación del mismo modelo, el turismo». 

Cambio de dieta y relocalizar la alimentación

Núria Llabrés, la coordinadora en Balears de Justícia Alimentària, asegura que aspirar a la autosuficiencia alimentaria es complicado, «pero se ha de trabajar este porcentaje tan elevado de dependencia». ¿Cómo? «Es algo que irá ligado a un cambio de dieta; ahora viene mucho producto procesado de fuera y mucha carne, estamos consumiendo más de la necesaria, mucha de macrogranjas». Además, considera que tener una dependencia del 85% supone una huella ecológica inasumible por las emisiones de CO2. «Hay que relocalizar la alimentación. Es algo que también va unido a la idea de que la alimentación es un derecho y no una mercancía. Paralelamente, se tendrían que desarrollar políticas que fomentaran la alimentación saludable y sostenible y que impulsaran el consumo local. La administración también debería comprar alimentos locales para los colegios, hospitales o geriátricos. A finales de año hubo un acuerdo del Govern para que en las compras públicas hubiera un 16% de producto de proximidad y ecológico. Ahora se ha de plasmar en las licitaciones y ver si realmente se está cumpliendo», advierte. «También es importante para caminar hacia la soberanía alimentaria que se mejoren las condiciones de los trabajadores de la agricultura y la ganadería», concluye.

Los datos producto a producto

Si Mallorca se quedara aislada y padeciera una prolongada interrupción en la distribución de mercancías y la cadena alimentaria se quebrase, la población local residente encontraría producción suficiente para autoabastecerse de dos productos: patatas y frutos secos. Según datos de la conselleria de Agricultura, son los dos únicos cultivos que presentan un índice garantizado de autosuficiencia.

En un nivel inferior, en torno al 50 por ciento e incluso un poco más, se encontrarían las hortalizas, legumbres y huevos. Las dos primeras presentan un índice decreciente, mientras que la producción de huevos aumenta. 

Presenta una autosuficiencia baja, entre el 50 y el 20%, la producción de vino. 

Por debajo del 20, con un nivel nulo de autosuficiencia, que es cuando se es extremadamente dependiente de la llegada de producto del exterior, cabe citar los productos cárnicos, la fruta o la leche. En la isla sólo se produce el 10% de lo que se consume en esta categoría. También están en este mismo porcentaje y con tendencia a la baja los productos pesqueros. Por debajo del 10, constan los productos lácteos, el arroz, los aceites y las grasas. 

La dependencia de las importaciones en la isla deja como consecuencia una enorme huella de carbono: en torno a los 255.000 kilos de CO2 anuales.