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Alumnos de la UIB: «Poner la calefacción con las ventanas abiertas era un desperdicio»

Alumnos, profesores y personal de la UIB coinciden casi al unísono en que la medida del rectorado se adecúa a la situación, aunque algunos protestan porque en el campus «siempre hace frío»

Alumnos de la UIB: "Poner la calefacción con las ventanas abiertas era un desperdicio"

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Alumnos de la UIB: "Poner la calefacción con las ventanas abiertas era un desperdicio" Irene R. Aguado

La pesadilla eléctrica no perdona a nadie. Si la factura de la luz es un dolor de cabeza en muchos hogares, lo de la UIB es casi de infarto. Seis millones de euros es la astronómica cifra que alcanzará el recibo este 2022 si no se le pone freno, más del doble que el año anterior. Por eso, la decisión del rectorado, que desde ayer y hasta final de curso ha anulado todos los sistemas de climatización y prohibido los calefactores individuales, resulta «acertada» y «adecuada» para muchos.

«La luz está muy cara, y este tipo de medidas, en un entorno tan sensible, complicado y difícil como el actual, son totalmente adecuadas, a pesar de que pasemos frío», explica Javier Franconetti, profesor asociado del departamento de Economía Aplicada, al terminar una de sus clases en el edificio Gaspar Melchor de Jovellanos, donde los sistemas de climatización ya no funcionan.

Pese a que hay diversidad de opiniones, parece que la tónica general es esa: «Viendo el precio de la luz y el gasto energético es normal que tengan que hacer recortes», expone Catalina Oliver, del personal de administración de la Universitat. La trabajadora alega que, en estas situaciones, «todos tenemos que hacer esfuerzos, desde el más friolero hasta el caluroso», pues la partida que se le destina a la calefacción en el campus —que este año supone por sí sola un 4,8% de todo el presupuesto de la UIB— es «demasiado alta». «Me preocupa más el verano, porque si hace frío podemos taparnos más, pero si pasamos calor no podemos quitarnos mucha ropa», dice Catalina entre risas.

Sin embargo, no todos se lo han tomado tan bien. Algunos alumnos protestan decepcionados porque en el campus «siempre hace frío», y ahora la sensación, sin calefacción y ni siquiera radiadores individuales, será todavía peor.

«Yo creo que es un error. Las clases son largas, dos horas de normalmente, y por la mañana, a primera hora, hace mucho frío», lamenta la joven Gisela Toledo, estudiante de Derecho, mientras se dirige al comedor de su facultad abrigada con gabardina y jersey: «La calefacción se tendría que encender al menos en determinadas clases, entiendo el argumento pero apagarla toda de golpe es un poco excesivo», manifiesta.

Una larga jornada para los más sensibles a las bajas temperaturas, pues la borrasca Celia, que dejó ayer rachas de hasta 100 kilómetros por hora en la isla, no podría haber llegado en peor momento para los estudiantes frioleros de la universidad.

«Bien no me parece, pero como alumnos no podemos hacer nada. No nos queda otra que taparnos más», dice Aina Periago al tiempo que ojea sus apuntes de Administración y Dirección de Empresas con resignación: «Hoy ya he venido abrigada aposta», confiesa.

Entre los estudiantes también hay opiniones dispares. De hecho, algunos ni han notado la diferencia, como Julio Martínez, de Turismo, que asegura que si alguna vez han encendido los radiadores, él ni siquiera lo ha advertido. Y de todas formas, añade: «Tener puesta la calefacción con las ventanas abiertas, como dictan los protocolos covid, era un desperdicio total».

En eso coincide Cristina de la Hera, de Trabajo Social. Aunque ella asegura que pasa frío en el campus, también comenta que «para notar el calor del radiador, tienes que sentarte encima de él, porque sino con las ventanas abiertas no se nota nada», ríe la estudiante.

Son muchos los que dicen sufrir las bajas temperaturas en el campus. Lavinia Liuti, natural de Italia, recordará su Erasmus en Mallorca con mucho afecto, aunque preferirá olvidar las lecciones de Educación Primaria con sudadera y anorak: «Desde que llegué a esta universidad siempre tengo frío en clase», asegura.

Y pese a los que protestan por la nueva medida, muchos otros alegan que la norma es «lógica» y que «el tiempo en la ciudad es muy bueno», como dice Raquel Valentí, trabajadora de limpieza: «Yo les entiendo, pasan horas sentados y se han acostumbrado a la calefacción. Pero el frío en Palma se aguanta perfectamente».

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