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Refugiados de Ucrania en Mallorca: «Toda nuestra vida se ha quedado allí»

Varias de las ochenta personas llegadas por sus propios medios a la isla relatan su odisea, agradecen la solidaridad de los mallorquines y reclaman a Occidente que cierre su espacio aéreo

Nadiia Frediuk narra la angustia que le supuso huir de su país acompañada de su hija Alisa en medio de bombardeos aéreos. B.RAMON

Desorientados, como si estuvieran viviendo una pesadilla de la que no consiguen despertar, varios ucranianas y ucranianos que han escapado al horror de la guerra en su país, a la incertidumbre del día a día en la que bajar a comprar una medicina a la farmacia puede ser la última cosa que hagas en tu vida, intentaron ayer trasmitir lo que sienten una vez que se encuentran a salvo en Mallorca, isla en la que ya han encontrado acomodo hasta 80 personas de esta nacionalidad que han llegado por sus propios medios.

Y en estos momentos de confusión total tan solo tienen claro una cosa: que su vida se ha quedado allí, como parada en el tiempo, y que ahora su máxima prioridad es poder regresar a su país y recuperarla, a su cotidianidad que ahora han quebrado las bombas, las sirenas de alarma y los angustiosos toques de queda.

Juliia Pohrebniak, Mariia Skydan, que no quiso hablar, el traductor yla familia Frediuk. | B. RAMON

Según explicaron fuentes de la conselleria de Afers Socials y de la Cruz Roja, hasta el momento han llegado a Mallorca estos ochenta desplazados de los que 51 están alojados en el hotel Palma Bellver, habilitado en su momento por Salud para acoger a turistas que contrayesen la covid-19 durante su estancia vacacional y para aquellas personas cuyos hogares no pudiesen cumplir unas condiciones mínimas en las que poder aislarse, y los treinta restantes han sido acogidos por familias de amigos o conocidos.

La pequeña Alisa corretea ajena al drama por la terraza de la conselleria de Afers Socials. | B. RAMON

Este es el caso de Juliia Pohrebniak y de Mariia Skydan. La primera de ellas, con una voz entrecortada por las lágrimas, relató que su vida dejó de serlo tal y como la había entendido hasta entonces el pasado 24 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa de su país y los bombardeos. Unas bombas que acabaron con la vida de un amigo suyo de 20 años y de su madre que tan solo habían cometido la «imprudencia» de acudir a una de las pocas farmacias abiertas en las afueras de Kiev. Apenas una semana antes, el 16 de febrero, celebraba su 23 cumpleaños ignorando por completo que tendría que abandonar su país.

Si hay algo que se agradece en estos momentos de miedo e incertidumbre es contar con el apoyo de alguien, de personas que se preocupen sinceramente por tu zozobra y hagan algo para remediarla. Por eso Juliia no tenía palabras con las que expresar su agradecimiento a la familia con la que convivió en Can Picafort durante unas estancias estivales en Mallorca por motivos laborales.

«Me llamaron en cuanto estalló la guerra y me insistían e insistían en que viniese a Mallorca, que me pusiera a salvo aquí con ellos. No esperábamos tanta ayuda», confesaba Juliia Pohrebniak.

Juliia Pohrebniak no pudo contener las lágrimas al rememorar la muerte de un amigo. | B. RAMON

En su relato de su salida de Ucrania se acordaba de lo doloroso que puede ser tener que abandonar forzosamente tu país. Y la incomprensión que esta fuga genera en los más pequeños: «Mi hermano pequeño no paraba de preguntar dónde estaban sus juguetes y que iba a pasar con ellos, no comprendía nada». Como ellas mismas: «Nos preguntamos constantemente cómo volveremos y qué haremos ahora».

Junto a Juliia y Mariia se hallaba Volodymyn Frediuk, de 29 años y entrenador de un equipo de triatlón ucraniano que aterrizó en Mallorca para preparar en Alcúdia la temporada días antes de iniciarse el conflicto. La guerra le obligó a quedarse en la isla. Vivía en Járkov, a 20 kilómetros de la frontera rusa.

«Todo lo que tenía, mi piso, mi empresa, mi coche, se quedaron en Járkov bajo las bombas; no sé cuándo podremos regresar», declaró acompañado por su mujer Nadiia y su hija de corta edad Alisa que, como todos los niños, era ajena al drama que están viviendo sus padres y correteaba alegre por la terraza de la conselleria de Afers Socials.

Volodymyn aseguró que cuando vino a Mallorca a entrenarse no entraba en su cabeza que tan solo días después comenzara la invasión. «¿Crees que sería capaz de salir de mi país antes de que estallara la guerra dejando allí a mi familia?», zanjó con esta pregunta cualquier suspicacia. Cruzando la frontera con Hungría, su mujer, su hija y su padre ya han podido reunirse con él en Mallorca.

«No queremos abusar»

Volodymyn no desaprovechó la ocasión para agradecer la solidaridad de los mallorquines pero dejando claro en todo momento que no quieren «abusar» de esta generosidad y que su propósito es devolver esta ayuda y ayudar también a los ucranianos que siguen en su país. Su mujer, Nadiia Frediuk, evocó el infierno vivido en Járkov y la angustia que le supuso recorrer durante cuatro días un país asolado por los bombardeos aéreos en compañía de su hija de corta edad.

Traducidos por Oleksandr Kazerin, residente en Mallorca desde hace años, y sin la presencia de ningún cargo público de la conselleria de Afers Socials para no quitar protagonismo a los verdaderos actores de este drama, todos los refugiados contestaron que Occidente debería cerrar el espacio aéreo para evitar los bombardeos de la aviación rusa sobre la población civil al ser cuestionados sobre cómo debería actuar la comunidad internacional para frenar la brutal agresión rusa.

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