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Parir en casa, una demanda creciente en Mallorca

La ley balear de Salud de 2003 recoge que la atención domiciliaria durante el parto es un derecho de la madre, pero nunca se ha regulado

Un completo equipo. Foto familiar tras un parto domiciliario: los nuevos padres posan con la madre de ella, dos doulas, el matrón Mikel Mantxola, la fotógrafa y sus mascotas. AIMEEK PHOTOGRAPHY

Desde siempre, Neus había sabido que si se quedaba embarazada quería dar a luz en su casa. Y de hecho ya antes de quedarse encinta, empezó a ahorrar para ello.

«Tenía claro que quería parir sin intervenciones innecesarias y sin epidural y tenía miedo de que en el hospital no me fueran a respetar; estando en un momento tan vulnerable pensaba que me dirían que me iban a hacer lo que fuera y yo acabaría diciendo que sí aunque no quisiera», cuenta esta joven. «Quería dar la bienvenida a mi bebé en mi casa, rodeada de la gente que yo quiero, con mi música, mi ambiente...», razona. Eso es lo que quería Neus Serra y así fue: el 28 de diciembre de 2015 Olivia nacía en su casa.

Aunque siga siendo algo minoritario (según el INE los partos domiciliarios son menos del 1% del total de alumbramientos en España), cada vez hay más mujeres que desean parir en casa. La demanda además se ha incrementado con la pandemia.

«En el hospital la embarazada es la invitada que ha de adaptarse a las normas; en su casa es al revés», señala Mikel Antxola, el comadrón que asistió a Neus Serra aquel 28 de diciembre y el pionero en la atención de partos domiciliarios en la isla. Lleva desde los años 80 haciéndolo y ha ayudado a traer al mundo a más de 860 criaturas. Atiende siempre acompañado por doulas, mujeres que se encargan de la parte emocional del proceso y de dar apoyo a la parturienta.

En todo este tiempo, Antxola ha visto cambiar la actitud hacia esta práctica. «Antes la que paría en casa casi se tenía que esconder, parecíamos unos apestados, unos irresponsables; en los hospitales las abroncaban, recibían malas palabras...», rememora. Ahora, la actitud de los profesionales de los hospitales públicos ha cambiado muchísimo, valora: «Lo asumen y ofrecen su colaboración en caso de que sea necesario».

El comadrón calcula que de todos los partos que ha atendido, un 15% finalmente han acabado en el hospital: «No por situaciones de emergencia, sino por problemas para dilatar, porque la madre solicitaba analgesia o porque el bebé no bajaba o no rotaba bien, hablamos de que la pareja la ha llevado en coche al hospital, no en ambulancia, y nunca ha habido ningún problema más allá», asegura.

Carmen Rubio, esta comadrona se formó en Gales para atender partos en casa y defiende profesionalizar este servicio para dar respuesta a una demanda social real y al alza. COIBA

La seguridad de esta opción a veces es puesta en entredicho. Profesionales que se dedican a este tipo de alumbramientos (que cada vez son más en la isla) razonan que no los recomiendan en algunos casos. En primer lugar, se descarta si el embarazo es de riesgo (por edad, complicaciones de salud de la gestante...). En segundo lugar, para seguir adelante «la madre ha de ser de determinada manera y estar abierta a trabajar de determinada manera y preparada para saber transformar el dolor del parto sin medicación».

En definitiva, aunque tiene ventajas (entre otras cosas porque el ambiente familiar ayuda a segregar la necesaria oxitocina) parir en casa «no es para todo el mundo». Así lo explica Carmen Rubio, comadrona que desde hace tres años trabaja junto a otras compañeras atendiendo partos a domicilio: «Y no paramos, atendemos mínimo dos o tres partos cada mes, con la pandemia han aumentado».

La lucha de Rubio es «profesionalizar» estos alumbramientos y que se puedan ofrecer con el apoyo institucional del servicio público de salud.

Ella, aunque no esté obligada ni exista ningún protocolo del IB-Salut al respecto, siempre informa al centro hospitalario más cercano cuando va a atender un parto en casa (y dice encontrar siempre una buena recepción y disposición). También se cuida de tener el material adecuado y en perfectas condiciones, además de contar con su formación de comadrona, que es el perfil profesional que la OMS recomienda para atender partos de bajo riesgo. Las matronas, recuerda Rubio, conocen las técnicas y también los síntomas de alarma: «Al menor indicio, nos vamos al hospital, a mí me conocen y me dejan pasar y continúo atendiendo hasta el final», apunta, «el 90% de las emergencias se prevén».

Esta enfermera se formó en Gales, trabajando en una zona rural donde el 80% de los bebés llegan al mundo en su casa. «Allí sí está dentro del sistema de salud público y hay un protocolo», valora. Aquí, sostiene, es la falta de regulación lo que puede generar situaciones de peligro: «Es un riesgo que haya gente no formada ni preparada ofreciendo este servicio, y además al no regularizarse no hay auditorías, ni seguimiento, ni supervisión de material, ni tampoco estudios ni bases de datos oficiales». Sí existe un registro impulsado por la asociación catalana ALPAC, la entidad que ha puesto las bases del parto domiciliario en nuestro país.

Teresa y Avril. Tras un primer parto sobre el que sintió no tener «ningún control», en su segundo embarazo Teresa vio claro que quería dar a luz a Avril de otra forma. FAMILA MENGOD

«Cataluña es pionera, y después vamos nosotros, viene gente de fuera a formarse aquí», señala Rubio. En las islas ya hay varios grupos de profesionales que se dedican a ofrecer este servicio. Y el interés no se queda en el cuerpo de enfermeras: según Rubio, cada vez más médicos, de ginecología o neonatología, están interesados.

De hecho, son varios los perfiles que dan respaldo a la iniciativa de este grupo de comadronas para impulsar una asociación profesional de parto en casa. Para Rubio es crucial esa profesionalización: «Un 3% de las mujeres quieren parir en casa y si no encuentran respuesta se corre el riesgo de que se pongan en manos de cualquiera que les diga que todo va a ir bien».

Según una investigación promovida en 2020 por la Sociedad Española de Neonatología, estudios hechos en países como Australia, Holanda y Reino Unido (donde estos alumbramientos están integrados en el sistema sanitario) muestran que esta práctica puede «aportar ventajas» para la madre y el recién nacido», pero las autoras del artículo ven necesario «que se dote de los suficientes medios materiales, que sea atendido por profesionales formados y acreditados, y que se encuentre perfectamente coordinado con las unidades de obstetricia y neonatología hospitalarias».

Además de ofrecer garantías, si el sistema público asumiera este servicio se eliminaría una importante barrera económica. Hablamos de que el acompañamiento durante el embarazo, el parto y el puerperio pueden suponer un desembolso de entre 2.500 y 3.000 euros.

Neus y olivia siempre supo que quería parir en casa, en su ambiente y sin intervenciones innecesarias. Y así fue como dio a luz a Olivia el 28 de diciembre de 2015. Mª ANGELS FOTOGRAFÍA INFANTIL

La ley balear de Salud, de 2003, recoge que es un derecho de la mujer gestante recibir «atención domiciliaria durante y después del parto, en su caso», pero nunca se ha llegado a desarrollar cómo garantizar ese derecho. En lo que sí se ha avanzado, y todos los profesionales consultados lo señalan, es en la humanización de los partos en los hospitales públicos de las islas, que se acercan cada vez más a las recomendaciones de la OMS.

La primera vez que Teresa Capilla dio a luz aún no había tanta conciencia sobre estas cuestiones. Sus gemelas, Paula y Claudia, nacieron en Son Dureta en un parto provocado en el que le hicieron muchas intervenciones que ahora no ve claras: «No sentí ningún control del parto ni ningún apoyo ni vínculo con ningún profesional», lamenta esta mujer en el relato publicado en el blog de su tienda de productos para la crianza (Baby Tarta).

Aunque dice que pese a todo no tiene mal recuerdo de la experiencia, al saber que su segundo embarazo no era de riesgo Capilla tuvo claro que quería otro tipo de advenimiento. Se informó mucho, habló con varios profesionales y empezó a preparase para parir en casa.

Ésa es una parte que estas gestantes valoran mucho: el acompañamiento es cercano, intensivo y puede alargarse desde el primer trimestre hasta después del nacimiento. «A partir del octavo mes, Magda, la doula, y Jessica, la matrona, venían cada lunes con sus hijos a casa y los niños jugaban, escuchábamos el corazón e íbamos preparando cosas del parto», recuerda. Se creó un vínculo muy fuerte.

El día del parto, el 11 de abril de 2011, su doula, la comadrona, sus hijas, su marido y una amiga estuvieron allí, viviendo el proceso todos juntos. Hubo un momento que pensó que no podía, pero Magda la animó. Se metió en una piscina hinchable que habían llenado con agua caliente y al cabo de un rato sintió ganas de empujar. Y fue allí, en el agua, en su casa, donde nació Avril Mengod.

«Para nosotros, la mejor experiencia vivida», narra Teresa: «Estando recién parida en la cama con mi pequeña encima, pensaba que no me importaría volver a tener un parto así y repetir esta experiencia, lo mejor es haber podido vivir todo esto juntos, con mi marido y con nuestras hijas».

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