Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lletra menuda

Una normalidad inconstante

Nada extraordinario puede prolongarse en el tiempo como tal. Si se empeña en hacerlo corre el riesgo de ser engullido por el carnaval de las falsas apariencias y aparecer disfrazado de engañosa rutina y normalidad. Algo, bastante de eso, está ocurriendo con la covid.

El Govern es presa del cansancio persistente de una larga y serpenteante gestión y arroja la toalla de su control aprovechando que ahora las cifras van a la baja. Cuando vuelvan a subir, a lo mejor ya habrá adquirido anticuerpos suficientes para reemprender la batalla. Mucho mejor si las nuevas cepas brotan cuando el inicio de la temporada turística no presione tanto como ahora y el tibio sol primaveral ceda jornadas a una lluvia imprescindible no solo para las labores agrícolas. La ausencia de riego es una pandemia paralela frente a la cual no se conoce más vacuna preventiva que la del consumo responsable y restringido del agua. El Govern que ha acreditado firmeza ante el coronavirus no se atreve a pelear con las oscilaciones entre las inundaciones y la sequía.

Tampoco nadie se ha atrevido a decir ni a escribir que la covid-19 se haya extinguido y, peor aún, pierda capacidad de regeneración, pero se considera un éxito bajar en un mes la incidencia acumulada a 14 días desde los 3.246 casos hasta los 500 por cada 100.000 habitantes. Por eso el Govern se toma un respiro y decide celebrar la Diada de les Illes Balears por todo lo alto. Abre barreras con restricciones solo para fumadores. Cara alegre y visible en la calle y comportamiento de circunstancia en los interiores. Aprovecha la coyuntura para lucir logros. Presiones, vaivenes, improvisación y sacrificio ha costado obtenerlos.

La responsabilidad pública es un trabajo fijo discontinuo en cuestiones de coronavirus. El ERTE que el Govern se aplica frente a él consiste en la delegación de funciones sobre la ciudadanía. El BOCAIB deja de decretar. Ahora la pandemia es cuestión doméstica y personal de cada uno: higiene de manos, mascarilla en interiores extrafamiliares, ventilación de la casa que siempre cae bien y si se tercia, vacunación. Para todo lo demás, barra abierta en pleno sentido del término: bares, restaurantes y ocio nocturno.

La mascarilla queda como único amuleto de una normalidad que queríamos nueva y rápida pero se ha enquistado como inconstante. El Govern no jubila el cubrebocas porque su manejo público es una competencia estatal y la extralimitación de funciones no es apropiada frente a un Gobierno muy celoso y nada dado a delegar competencias cuando se trata de Balears. Con ello, la mascarilla también queda como emblema del centralismo y la uniformidad en esta época inconstante que se empeña en aparentar normalidad.

Compartir el artículo

stats