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Opinión

No más fiestas en Eivissa y Mallorca

En línea con los disparates que lo han convertido en el hazmerreír del planeta, Josep Borrell saludó las sanciones a Rusia con el tuit, «No más compras en Milán, no más fiestas en Saint Tropez y no más diamantes en Amberes». El presunto jefe de la diplomacia europea borró de inmediato la bravuconada, lo cual exime de comentarios adicionales sobre su oportunidad.

Sin embargo, el odio de Borrell contra la industria del lujo, que se puede permitir gracias a su sueldo de trescientos mil euros anuales, debe examinarse con especial detención en Balears. La traducción del tuit es «No más compras en Mallorca, no más fiestas con champán Krug en Eivissa».

Sería interesante conocer la opinión de los hoteleros y del Govern, entre quienes «no hay diferencias» en el análisis turístico según Iago Negueruela, frente al decreto de Borrell de que se acabó la fiesta. En este punto se diluye sensiblemente el fervor proucraniano, porque son los rusos quienes pagan miles de euros por el partying infinito en Mallorca o Eivissa.

Dado que se vive un estado de guerra, no sería demasiado costoso expropiar todas las propiedades compradas en Balears por ciudadanos rusos, directamente o a través de testaferros. A continuación, se veta la llegada de turistas desde Rusia, tan indiscriminadamente como un bombardeo de Ucrania. Finalmente, se prohíbe bajo pena de incautación la navegación por aguas mallorquinas de yates como el A de Melnichenko o el Solaris de Abramóvich.

En cuanto a su materialización, todas las medidas enunciadas son más sencillas que confinar a la población íntegra de Balears, una gesta lograda sin demasiado esfuerzo por las autoridades autonómicas. La cuarentena rusa en Mallorca no se producirá, del mismo modo que Italia exige que la industria del lujo quede fuera de las sanciones para no dañar a Milán, y que Bélgica declara exentos a los diamantes en pro de Amberes.

Por tanto, la cobardía balear se suma a la hipocresía. Las autoridades que participan en minutos de silencio, manifestaciones y demás actos folklóricos son simples teatreros. Quienes escribimos de guerra sin el riesgo de participar en ella, compartimos la indecencia. Los únicos valientes de la invasión de Ucrania viven en Rusia, y son los ciudadanos que se han enfrentado al tirano Putin manifestándose por las calles. Más de mil han sido detenidos, son los héroes de esta farsa con muertos.

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