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Antón Costas Economista y presidente del Consejo Económico y Social de España (CES)

«El turismo es la industria de la felicidad, pero necesita una gestión sostenible»

«No me gusta el término decrecer porque no concibo el progreso social sin crecimiento» u «La salida de la crisis de 2008 fue una barbaridad»

Antón Costas, ayer durante la entrevista con este diario.

¿Qué argumentan en ‘Laberintos de la prosperidad’?

La idea central del libro es la de que si queremos eliminar esta rabia que hay en nuestras sociedades y que alimenta la polarización política, tenemos que retornar a la prosperidad para todos que hubo a partir de los años de la posguerra. Atribuimos ese resentimiento social a la pérdida de prosperidad que ha habido en los últimos 30 años fruto de la reconversión industrial. La idea del laberinto viene porque ese camino no será fácil. Ponemos como elemento central para recuperar esa prosperidad la creación de mejores empleos, para más personas y en más lugares del país.

Precisamente la reforma laboral empezó siendo un éxito del diálogo social y acabó siendo aprobada con un notable escándalo en el Congreso de los Diputados. ¿Qué opinión le merece lo que sucedió?

Que los caminos del señor son inescrutables, como dice la Biblia. Y en otro lugar dice que el Señor escribe recto con renglones torcidos. Lo que es importante es que se aprobara sin haber cambiado una coma porque fue fruto de un acuerdo entre las grandes patronales y los sindicatos. Y algo así es muy difícil de lograr porque este tipo de acuerdos son un equilibrio entre frustraciones mutuas en el que todos tienen que ceder. En todo caso, no deberíamos caer en el error de pensar que será el mecanismo para reducir el elevado desempleo estructural que sufrimos. Eso se consigue con buenas políticas macroeconómicas como las realizadas los últimos años.

Medidas como los ERTE y otras ayudas públicas han amortiguado el impacto social de esta crisis, al menos en comparación con lo que sucedió en 2008.

La salida a la crisis de 2008 fue una barbaridad en términos económicos por la idea de austeridad. Tenías un avión con dos motores. El motor del sector privado se gripa y la decisión es apagar el motor del sector público. Afortunadamente algo aprendimos y hemos sabido corregir con políticas monetarias y fiscales muy fuertes para levantar el vuelo.

¿Eso da la razón a quienes defienden la necesidad de que haya más Estado frente a los que quieren menos?

El Estado es como una gran compañía de seguros de socorros mutuos que debemos tener para momentos difíciles. En momentos de catástrofes las aseguradoras actúan más, lo mismo que hace el Estado ahora. Por otro lado, es muy importante cuando nos enfrentamos a grandes transformaciones de la economía como la digitalización y la descarbonización. Ese rumbo no lo podemos dejar en manos del sector privado, necesitamos al Estado como sociedad organizada. Una vez definido el rumbo, el sector privado y el mercado tienen una labor. Pero el aumento del Estado debe ir acompañado del activismo de la sociedad civil, hay que equilibrar.

¿Subir el salario mínimo destruye empleos?

Reconocerá a un buen economista en función de cómo responda a esa pregunta. Si responde de forma inmediata sí o no, no es un buen economista. La respuesta adecuada es que depende. Teniendo en cuenta que venimos de casi treinta años de estancamiento de salarios, es indudable que los últimos aumentos del salario mínimo, que comenzó la ministra Fátima Báñez, han sido adecuados para mejorar las condiciones de vida. Y porque además la economía capitalista no funciona gracias al consumo de los ricos, sino al de las clases medias y trabajadoras.

Balears es una comunidad teóricamente rica y sin embargo una de las que más desigualdad social sufre. ¿Cómo lo explica?

El turismo es la industria más estable que puede tener un país, aunque le pueda sorprender. Es posible que desaparezca la industria automovilística antes que la del turismo porque es un poco como la industria de la felicidad. Pero hay que gestionarla de manera que sea sostenible en términos sociales para que no produzca esas desigualdades, y también en términos medioambientales. Creo que ahora eso está más presente que antes. Recuerdo por ejemplo el acuerdo alcanzado en el sector para subir salarios.

Ahora se apuesta por decrecer, por ejemplo en la llegada de cruceros o en plazas turísticas. Decrecer es un término que no suele gustar a los economistas.

A mí no me gusta porque no soy capaz de concebir el progreso social de los que más lo necesitan sin crecimiento. La idea de crecimiento es socialmente necesaria, pero no tiene por qué ser como lo hemos hecho hasta ahora: debe ser sostenible en términos sociales y medioambientales. No creo que cuando aquí se bloquea temporalmente un número de plazas se esté pensando exactamente en decrecimiento; quiero creer que se está pensando en un crecimiento más sostenible.

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