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Enfermeras quemadas por la pandemia: "Lo dejo por un tiempo, atender a 200 pacientes al día te deja tocado"

La falta de personal, la agresividad de algunos pacientes, la burocracia y los cambios constantes en los protocolos por parte de Salud han hecho mella en el enfermero Alberto Pérez, hasta ahora sanitario en el Centre de Salut Son Rutlan. Según el Consejo General de Enfermería, el 52,2% de enfermeras baleares medita abandonar la profesión

El enfermero de Atención Primaria Alberto Pérez.

Episodios de agresiones verbales y gritos por parte de los usuarios, cargas de hasta 200 pacientes al día, la excesiva burocracia, los cambios constantes de los protocolos... Estos son algunos de los motivos por los que el enfermero de Atención Primaria Alberto Pérez, de 32 años, ha dicho basta. Ha llegado el momento de darse un respiro breve (uno o dos meses) de la profesión, confiesa. 

En el centro de salud de Son Rutlan (Palma) vivió con mucha intensidad la sexta ola. Diciembre y parte de enero fueron un «infierno». «He llegado a tener algún día 200 pacientes entre las 8 y las 3 de la tarde. He tenido que atender a los usuarios en un minuto y medio. Les preguntaba la clínica, les tomaba las constantes (la temperatura, la saturación y la tensión) y les metía el palito por la nariz para hacerles un test de antígenos o una PCR. La mayoría de casos no eran derivados al médico y te cansabas de repetir: ‘mucha agua y paracetamol cada ocho horas’», relata. No se siente orgulloso por haber llegado a hacer hasta 11 test de antígenos en 40 minutos. «Han sido dos meses de dar un servicio como si fuera una churrería», lamenta. «Pedí refuerzos a la gerencia pero nunca llegaron. Cuando podían, algunos compañeros me apoyaban en la unidad de respiratorios, pero no siempre era posible», explica.

Pérez piensa que ésta no es la manera de ofrecer un servicio de calidad. «La covid tiene una clínica muy amplia, luego hay gente con covid persistente con síntomas que pueden ser otras enfermedades, y la verdad es que íbamos tan deprisa que no nos daba tiempo analizar los casos», subraya. «Eso es algo que me ha quemado». 

«Hemos llegado a tener colas de dos horas y media. Cuando salías para buscar a un paciente, recuerdo que alguien me gritó: ‘dais asco y después queréis aplausos’. Aquel comentario fue muy duro», admite.

«He hecho lo posible para flexibilizar los protocolos con el fin de ayudar a la gente, pero te sientes muy solo. Hubo un momento, en la segunda semana de diciembre, que empezó a caernos encima todo el tema de las bajas laborales. Mucha gente venía con problemas y presiones de su empresa. Ha sido muy complicado y pienso que la web para autogestionarse las bajas llegó tardísimo», sostiene. 

«Soy el quinto enfermero que atiende covid que se ha ido del centro de salud por no poder más. Me ofrecían renovarme pero he rechazado esa posibilidad. Ahora estoy en el paro de manera voluntaria», narra. «Me quedé sin motivación, ahora quiero buscarla en otro lado. La verdad es que como enfermero tienes muchas opciones y prefiero alejarme de esto de la covid. Si no me queda más remedio, tendré que volver a pacientes con coronavirus, pero no será por vocación», asegura. 

«Todo esto me ha afectado psicológicamente. Llegaba a casa sin ganas de hablar, las discusiones con mi pareja aumentaron, cuando hacía la siesta, durante la duermevela, hablaba en voz alta de hacer PCR... Yo estoy bien de la cabeza, pero estaba superado», concluye.

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