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Enfermeras quemadas por la pandemia: «Cuando se acerca una nueva ola, vuelven las pesadillas y el insomnio»

«La sexta ola ha sido muy diferente en las UCI, hemos tenido pacientes más agresivos que negaban tener la covid», comenta la enfermera de Son Espases Cris Palmer. Según el estudio de febrero del Consejo General de Enfermería, es en las UCI donde se manifiestan con más fuerza en los sanitarios las consecuencias emocionales de la pandemia

La enfermera de UCI Cris Palmer.

«Hay un sonido que siempre se me quedará grabado: es el de las cremalleras cerrarse cuando se llevaban en una bolsa a un paciente que había fallecido». Son las palabras de Cris Palmer, enfermera de UCI, actualmente en Son Espases pero durante muchos años en Son Llàtzer. Su especialidad la ha situado frente a situaciones muy dolorosas y tristes. «No sólo tratas a los enfermos, sino que nuestro trabajo ha ido más allá durante la pandemia porque éramos el único nexo de unión con sus familias y hemos sido las que hemos cogido la mano al paciente en los momentos más difíciles», relata esta sanitaria de 37 años.

«He llorado mucho volviendo sola en coche a casa, era mi momento de soltar todo lo acumulado en el hospital», confiesa. 

Tuvo una crisis de ansiedad en la UCI «con el EPI puesto» en septiembre de 2020. «En ese momento decidí que necesitaba un momento para parar. Me pude juntar unos días y coger una semana de desconexión», cuenta. 

Además de enfermeras, Palmer recuerda que son personas. «Tenemos nuestra propia historia. En mi caso, por ejemplo, mis padres son pacientes oncológicos. Ahora están estables, pero he estado muchos meses sin verlos y sé que sólo me tienen a mí. Además mi madre estuvo también en una fase de pruebas médicas en la que le encontraron otras cosas. Me agobié muchísimo», admite. «Recuerdo que cuanto tuve la crisis pensé: ‘debería estar con mi madre y no aquí, en la UCI’», refiere. 

La sexta ola la ha vivido de manera muy diferente a las anteriores. «Porque he pasado a trabajar en Son Espases y porque nos hemos encontrado con pacientes más agresivos a aceptar que lo que tenían era covid. En esta ola ha habido muchos enfermos sin vacunar en las UCI y se negaban a que los intubáramos y directamente te decían que ellos no tenían coronavirus», comenta. «El tono contra nosotras ha subido muchísimo, en Twitter nos llaman hasta asesinos a los sanitarios. Yo he optado por no entrar en esta red social», asevera.

La tensión psicológica se recrudece cuando se acerca una nueva ola. «Empiezo a dormir peor. Durante una buena temporada dormía cinco horas y tenía muchas pesadillas. Una recurrente: que entraba en la UCI e iba viendo que los enfermos eran mis familiares y mis amigos», explica. «No he tomado pastillas para remediar el insomnio, únicamente melatonina».

Palmer no descarta necesitar en el futuro atención psicológica. «De momento, no me puedo romper, no me puedo permitir ese lujo», asegura. «Soy consciente de que necesito descansar, pero soy fija y no me lo puedo permitir. Tengo muchas compañeras que han renunciado a contratos por lo que está pasando. Cuando se les terminaban, se ponían como ‘no disponibles’ en las bolsas de trabajo», explica.

«Cervicalgias y úlceras en la cara de llevar mascarillas, deshidratación, cefaleas o infecciones de orina por no ir al baño porque no me podía quitar el EPI y teníamos miedo a su escasez... Todo eso lo he padecido, pero no es nada comparable al impacto emocional que arrastramos las enfermeras», concluye.

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